Yo lo he pensado mil veces. ¿Cuatro puntos en un fondo blanco (por ejemplo) es una obra de arte? ¿Por qué? Quién lo dice? ¿Qué mérito tienen? Pero ... ¡si es una mierda! Sin embargo hay alguien que no lo entiende así y paga a precio de oro aquellos cuatro puntos sobre un fondo blanco (aquella mierda). El artista italiano del siglo pasado Piero Manzoni llegó a la conclusión de que la gente paga la mierda a precio de oro. Y lo quiso demostrar. Resultado: por un lado, grandes museos del mundo (la Tate, de Londres, el Moma, de Nueva York...) conservan latas de excremento del mismo artista debidamente homologadas con etiqueta y firma; por otro lado, Ferran González y Joan Miquel Pérez han creado un divertido y original musical, Mierda de artista,con el que se lo pasan en grande y hacen que el público disfrute de lo lindo.
El tema da para mucho: podemos buscar respuestas trascendentales a las preguntas de arriba, podemos hacer una crítica punzante del consumismo, podemos hablar de la incomprensión del arte... O también podemos reírnos de todo. Esta es la intención de la obra: hacer una comedia pura y dura con personajes estereotipados (la representante cocainómana y controladora, la periodista tontita, el artista envidioso, el artista incorrupto, la mujer del artista entregada a su hombre...) aliñada con canciones divertidas y con textos ágiles y muy bien elaborados. Las lecturas filosóficas no deben enturbiar una historia divertida y, si pensamos que está basada en la realidad, alucinante.
La fórmula del musical funciona aún más con la ruptura constante (siempre oportuno) de la ficción. Por ejemplo, con la intervención del pianista (Joan Miquel Pérez), que se convierte en un personaje más de la trama aprovechando que siempre está en escena (junto con dos músicos más) y, por tanto, lo ve todo: “¿Cómo sabes que se han enrollado?” Le preguntan. “Porque no me he movido de aquí”, responde, consecuente. O cuando la novia de Piero está enfadada y critica al pianista que toque una melodía triste: “¿Por qué canto esto si no estoy triste? ¿No tienes nada de estar enfadada?”
Entre canción y canción, la trama se va liando y va tomando tintes de misterio. Vamos descubriendo que la rivalidad entre Manzoni y Klein, el otro gran artista del momento, es un conflicto existencial para el protagonista, que no dudará en llevar adelante su última obra escatológica para hundir definitivamente a su enemigo. Las cosas no irán exactamente así, pero la idea tomará forma en una escena alocada donde todos los personajes enlatan la mierda del creador en una cadena de montaje frenética.
Vale la pena desafiar los horarios (entre semana, a las once de la noche) para disfrutar de buen teatro musical.
Yo lo he pensado mil veces. ¿Cuatro puntos en un fondo blanco (por ejemplo) es una obra de arte? ¿Por qué? Quién lo dice? ¿Qué mérito tienen? Pero ... ¡si es una mierda! Sin embargo hay alguien que no lo entiende así y paga a precio de oro aquellos cuatro puntos sobre un fondo blanco (aquella mierda). El artista italiano del siglo pasado Piero Manzoni llegó a la conclusión de que la gente paga la mierda a precio de oro. Y lo quiso demostrar. Resultado: por un lado, grandes museos del mundo (la Tate, de Londres, el Moma, de Nueva York...) conservan latas de excremento del mismo artista debidamente homologadas con etiqueta y firma; por otro lado, Ferran González y Joan Miquel Pérez han creado un divertido y original musical, Mierda de artista,con el que se lo pasan en grande y hacen que el público disfrute de lo lindo.
El tema da para mucho: podemos buscar respuestas trascendentales a las preguntas de arriba, podemos hacer una crítica punzante del consumismo, podemos hablar de la incomprensión del arte... O también podemos reírnos de todo. Esta es la intención de la obra: hacer una comedia pura y dura con personajes estereotipados (la representante cocainómana y controladora, la periodista tontita, el artista envidioso, el artista incorrupto, la mujer del artista entregada a su hombre...) aliñada con canciones divertidas y con textos ágiles y muy bien elaborados. Las lecturas filosóficas no deben enturbiar una historia divertida y, si pensamos que está basada en la realidad, alucinante.