Aceras, semáforos, escaleras, containers, son parte del escenario urbano que para la mayoría de gente agiliza la movilidad y facilita el día a día. A pesar de ello estos elementos, sobre todo si no han sido adaptados, pueden convertirse para las personas con diversidad funcional en una auténtica pesadilla. Así lo explica a Catalunya Plural Francisco Prado, miembro de la asociación Amputats Sant Jordi, un arquitecto técnico que sufre una discapacidad física. “Una barrera arquitectónica es un elemento físico que limita el desplazamiento o la movilidad de una persona con discapacidad física”, describe. Estas barreras arquitectónicas impiden la plena autonomía a algunas personas que muchas veces necesitan de otra gente para superarlas. “Acabamos dependiendo de la buena voluntad de alguna persona, de alguien que nos abra la puerta o el container, por ejemplo”, reivindica Rafael Reoyo, presidente de la Plataforma Deixem de ser Invisibles, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Aunque en España se han desarrollado diversas leyes que buscan hacer accesible los espacios del entorno público y privado, estas leyes, como explica Prat, no siempre se aplican. “Se trata de un tema político, de voluntad política”, dice Reoyo. Es el caso del Real Decreto Ley de 2013 que prevé el impulso de medidas que promuevan la igualdad de oportunidades suprimiendo los inconvenientes que se oponen a las personas con discapacidades. Un decreto ley que marca como límite el 2017 para garantizar que la accesibilidad sea completa en los espacios públicos.
Según un estudio del Observatorio de la Discapacidad Física un 81% de los ciudadanos españoles con diversidad funcional física asegura que encuentra barreras a la hora de salir de casa. De estos un 27% asegura que sale menos de lo que le gustaría por falta de confianza, un 22% por la falta de transporte adecuado y un 20% lo atribuye a las condiciones de salida de la vivienda.
Las barreras arquitectónicas se encuentran tanto en los espacios públicos como en el interior de los edificios o en los transportes públicos. “Las más abundantes son los escalones en las aceras”, explica Prat, que recuerda que una acera de cuatro centímetros ya puede causar grandes problemas para una persona que debe desplazarse con una silla de ruedas. “Luego está lo que llamamos obstáculos, como las papeleras, las farolas, pivotes o incluso las terrazas de bar, la distribución de estos elementos a veces impide el espacio de paso”, explica Prat.
En la ciudad de Barcelona, por ejemplo, según un estudio realizado por la asociación Amputats Sant Jordi, en 2013 no había ningún árbol que estuviera debidamente adaptado y todos presentaban un agujero que puede ser un inconveniente para las personas que se desplazan en silla de ruedas o que tienen dificultades para caminar. Según el mismo estudio el 38% de los contenedores estaban mal ubicados y/o no eran accesibles.
“Si me cuesta el triple esfuerzo llegar a la escuela probablemente al cabo de unos años se producirá un abandono escolar y eso me llevará a acceder al mercado laboral con peores condiciones y por tanto, con un peor salario”, explica Reoyo. Con este caso quiere ejemplificar las consecuencias que pueden llegar a tener estas barreras para el futuro de las personas que las padecen. Y recuerda que la diversidad funcional puede ser para toda la vida o puede ser puntual, “cuando te rompes una pierna, un brazo o te haces mayor y te cuesta caminar”, dice. Es por ello que denuncia que el problema no es de las personas sino “el entorno porque está mal construido”.
“Consideramos que la diversidad funcional no está en la persona sino en el entorno, porque en los procesos constructivos del entorno no se ha tenido en cuenta esta minoría llamada discapacidad”, reivindica.
Por su parte, Prat cree que la sociedad no es del todo consciente de la traba que suponen estas barreras para las personas con diversidad funcional porque la misma discapacidad lleva muchas veces a quienes la padecen a quedarse en casa. “La falta de exposición física hace que la gente no sea consciente del problema, si no hay visualización del problema es como si no estuviera”, dice.
Viviendas poco accesibles
Según datos del Observatorio de accesibilidad universal en la vivienda en España de 2013, sólo dos de cada cien viviendas dispone de un acceso a la calle que cumple con los criterios de accesibilidad universal.
Las escaleras o los ascensores son los principales obstáculos. Sólo el 22% de las escaleras tiene un acceso óptimo y pese a que un 74% de los edificios tiene ascensor, sólo el 2% de estos es de acceso universal. Esto es debido a que muchos de estos ascensores no tienen, por ejemplo, los botones a la altura adecuada ni son de fácil acceso.
Aparte de eso, según un documento de la plataforma Deixem de Ser Invisibles, el 82% de las fincas con garaje no cumple los criterios de accesibilidad universal para realizar el aparcamiento y acceder a la vivienda.
En cuanto al interior de las viviendas, los principales problemas son los espacios demasiado estrechos o la existencia de bañera en lugar de ducha. Con todo, según datos de la plataforma, el 12% del interior de las viviendas tiene algún obstáculo que dificulta la accesibilidad.
En cuanto al transporte público, Prat asegura que en los últimos 20 años se ha dado un gran paso adelante, pero que a pesar de que, por ejemplo, Barcelona tiene un transporte bastante accesible, hay cosas que hay que mejorar. Lo peor se encuentra, dice, en las líneas de transporte externas, como la Renfe. “La mayoría de andenes no están adaptadas y los autobuses de línea tampoco”, explica.
Falta de voluntad política
“La percepción es que en los últimos 20 a 30 años la evolución ha sido positiva y se ha trabajado mucho en espacios públicos y ha habido muchas mejoras. Pero lo que vemos es que hay una falta de seguimiento por parte de la administración de las políticas de accesibilidad ”, reivindica Prat.
Y defiende que si se aplicara toda la regulación vigente ya se resolverían muchos problemas. “Hay regulación pero falta su aplicación”, denuncia.
Este arquitecto cree además que es necesario desarrollar planes globales y aplicar la normativa de forma planificada y no como si se fueran poniendo parches. Dice que es importante porque, por ejemplo, se puede construir un parque público accesible pero que las cuatro calles que llegan sólo dos estén adaptadas. “Las personas tienen que acabar pensando un recorrido específico por donde poder pasar”, explica.
“Se ha de adoptar la visión de accesibilidad universal y planificar las obras de forma que sean accesibles en su conjunto y desde un inicio”, reivindica.
En cuanto a obras nuevas, dice que no siempre se hace pensando en esto y muchas veces se debe a que no se consulta a su colectivo. “Por ejemplo, la reforma de la Avenida Diagonal de Barcelona fue planificada para ser accesible, por eso tiene aceras anchas, pero los azulejos son con asalto, y esto es un inconveniente para personas con discapacidad. Y esto es porque no hubo ninguna consulta con las entidades con discapacidad ”, defiende a Catalunya Plural.
Y asegura que desde su asociación tienen ganas de aportar su conocimiento a la administración y colaborar en el análisis de problemas y a la hora de plantear soluciones.
Por su parte Reoyo también defiende que se trata de un problema de voluntad política y pide un mayor esfuerzo por parte de las autoridades. Además, añade que es necesario hacer pedagogía de diversidad humana. “Tenemos que introducir en la cultura, desde muy pequeños, que todos somos diferentes. No es una cuestión de derechos, es una cuestión de dar valor a la diversidad, porque la diversidad es un valor en sí mismo, y esta es la manera de entender esta realidad humana de una forma más inclusiva”, recuerda.