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Thuram y Ben Jelloum, dos pedagogos selectos contra el racismo

Cuenta Lilian Thuram que su madre, negra antillana de mediados del siglo pasado, reprende a sus nietos cada vez que salen a la piscina y se tumban al sol. “¡Salid de ahí, que vosotros ya sois muy negros y no necesitáis sol!”, dice Thuram que les grita la mujer, hija de una época en la que casarse con un hombre blanco tenía el premio de unos hijos con una piel menos negra.

“Hoy, cuando yo le pregunto a mi hijo Kefren si en su clase hay otros niños negros, él me responde que él no es negro sino marrón y los otros niños, rosa”, prosigue Thuram, con una sonrisa que encierra algo más de medio siglo de evolución en cuestiones de raza.

Anteayer futbolista de élite (Juventus y Barcelona, entre otros), Thuram es hoy una voz reconocida en la lucha contra el racismo. La lleva a las escuelas, desde su fundación, y desde plataformas como la ofrecida hace unos días por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), escenario de las reflexiones del exfutbolista y del escritor marroquí Ben Jelloum, activista de la causa desde que, hace 15 años, las preguntas de su hija le llevaron a escribir El racismo explicado a mi hija.

“El racismo ha existido siempre y los niños preguntan siempre lo mismo: ¿ha disminuido en los últimos años?”, expone Ben Jelloum, que revisa su obra cada cuatro años para actualizarla. “La situación es hoy mejor que hace unos años, porque uno no nace racista, sino que se convierte porque el racismo, como el sexismo, es una construcción cultural”, razona Thuram cuyas preguntas de niño apuntaban no tanto a la disminución del fenómeno como al porqué.

Por qué, con nueve años, cuando se trasladó de la isla de Guadalupe a París, dejaron de llamarle Lilian y pasaron a llamarle El Negro. Por qué la vaca negra de los dibujos era siempre la tonta. “La gente es racista y no va a cambiar”, le respondía su madre, “que creía que los blancos eran más inteligentes porque así se lo habían enseñado”.

Insatisfecho con la respuesta, Thuram se cuestiona desde entonces los estereotipos racistas, sexistas y homófonos que encierra nuestra cultura. Todos, asegura, responden a una misma construcción política e histórica.

“Tenemos prejuicios porque la historia nos encierra en grupos: los negros y los que no lo son; mujeres y hombres… Para poder superarlo, cada cual tiene que reflexionar sobre ello y ponerlo en cuestión, porque está en el aire, en nuestra herencia cultural”, receta el exfutbolista, autor de Mis estrellas negras, su personal homenaje a los luchadores contra la discriminación, todo un best-seller en Francia con más de 100.000 ejemplares vendidos.

La 'islamofobia', un fenómeno con patrón racista

Ben Jelloum, que habla de una sola raza, la humana, y recela de la tendencia adulta a perseverar en los errores, celebra la “buena noticia” de que el Parlamento francés haya decidido suprimir la palabra raza de la Constitución. “Ése ha sido mi combate en los últimos 20 años”, asegura el Premio Goncourt de 1987, ahora más preocupado por la “islamofobia” que impera en nuestra sociedad.

“Engloba todo lo peor: miedo, ignorancia, inseguridad y fantasmas sobre la religión; el Islam aparece como la amenaza de la paz y la seguridad”, afirma el escritor africano. “Porque en tiempos de crisis, económica y moral, hay que encontrar un chivo expiatorio”, abunda. “Pero si justificamos el racismo por la crisis vamos hacia donde quieren ellos, porque no es la crisis sino el discurso que comporta la crisis”, avisa Thuram, a quien Nicolas Sarkozy quiso, sin éxito, convertir en ministro de la Diversidad.

Ben Jelloum abandonó Marruecos en 1971, cuando el islamismo pretendió colarse en las clases de filosofía que impartía. Y se instaló en Francia, donde el Islam es hoy la segunda religión más practicada. “Y eso no se acepta, es un problema”, asevera Jelloum, doctor en psiquiatría social. Como la raza, la confesión religiosa genera rechazo. Y más cuando “una minoría integrista hace todo lo posible por imponer su ritual, daña a todo el mundo y torpedea el proceso de integración”.

Ese islamismo integrista, sin embargo, tiene los días contados, según Jelloum. “Tardará un tiempo porque la gente no ha integrado aún los valores democráticos, pero el movimiento revolucionario laico de Egipto anuncia que la Primavera árabe va para largo, hasta lograr liberar al país de su ideología religiosa y hacer que el Estado funcione”, augura el escritor marroquí.

Y eso será así, explica, porque lo que Jelloum rebautiza como “catástrofe o tragedia árabe” derrocó a dictadores en Egipto y en Túnez, sí, pero trajo también a nuevos gobiernos islamistas, “que se han revelado incompetentes e incapaces de dirigir un país”.

El optimismo de Ben Jelloum respecto al avenir es moderado. El de Thuram, más manifiesto. “Hoy día, hay cada vez más gente que vive junta y que supera cuestiones de raza y religión; en 50 años, habrá aún más, menos racismo”, razona Thuram que aun así recuerda cómo los abuelos del también exfutbolista francés –de origen caledonio- Christian Karembeu fueron exhibidos, en el Jardin des Plantes de Paris, como “caníbales”. “Y de eso no hace tanto tiempo… Así que les invito a que cuestionen su religión y todas las construcciones culturales que nos rodean”, concluye con una sonrisa pícara.

Cuenta Lilian Thuram que su madre, negra antillana de mediados del siglo pasado, reprende a sus nietos cada vez que salen a la piscina y se tumban al sol. “¡Salid de ahí, que vosotros ya sois muy negros y no necesitáis sol!”, dice Thuram que les grita la mujer, hija de una época en la que casarse con un hombre blanco tenía el premio de unos hijos con una piel menos negra.

“Hoy, cuando yo le pregunto a mi hijo Kefren si en su clase hay otros niños negros, él me responde que él no es negro sino marrón y los otros niños, rosa”, prosigue Thuram, con una sonrisa que encierra algo más de medio siglo de evolución en cuestiones de raza.