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Jaume Asens: “La propuesta de Sánchez para Catalunya es amordazar a Iceta y dejar a Borrell a su libre albedrío”

Jaume Asens (Barcelona, 1972) ha estado metido en política las últimas tres décadas, aunque la mayor parte del tiempo como activista y abogado de Derechos Humanos y solo desde 2015 como teniente de alcaldía de Barcelona. En las próximas elecciones generales será cabeza de lista de la candidatura de En Comú Podem. Sus críticos cargan contra Asens por su supuesta ideología independentista, aunque él asegura ser soberanista. Mientras, dirige sus dardos contra un PSOE que considera que tiene “las manos atadas” por los bancos pero que espera que pacte un gobierno de coalición con Podemos.

Les encuestas pronostican que En Comú Podem puede perder hasta la mitad de los escaños respecto a 2016. ¿Qué lectura hacen de esta tendencia?

Lo que dicen las encuestas ahora es muy variable, pero la constante es que hay más de un 30% de voto indeciso. Eso es un porcentaje que no se había dado nunca, un grado de volatilidad más alto que nunca. Y hay otro elemento que caracteriza estas elecciones: una vez fracasado el bipartidismo, que de alguna forma rompimos nosotros, ahora se pone en evidencia que no importa quién ganará sino qué coaliciones se formen. Básicamente habrá tres: la coalición del Ibex 35, que es la de Ciudadanos con el PSOE; el tripartito de la extrema derecha, que ya gobierna en Andalucía y que quisiera llevarnos a una España en blanco y negro, y el tercer escenario, que es uno en el que nosotros entramos en el Gobierno. Si el PSOE puede optar, optará por Ciudadanos.

Sostienen que el voto a En Comú Podem garantiza que el PSOE haga más políticas de izquierdas. ¿Eso significa que no investirán a Sánchez si Podemos no entra en el Gobierno?

Lo dijo hace poco Pablo Iglesias. No se entendió en la anterior ocasión, aunque era un gobierno de transición y para echar al Gobierno de la corrupción, y ahora estamos en otro escenario. Nosotros no vamos a ir con líneas rojas, pero nos costaría mucho entender en base a qué argumento el PSOE puede querer nuestro apoyo pero no conformar un Gobierno con nosotros.

El argumento se podría entender o no, pero finalmente quienes decidirán son ustedes. ¿No les temblarán las piernas a la hora de decir que no a Sánchez si no acepta un gobierno de coalición?

Es un debate que hemos tenido. Iglesias hizo estas declaraciones pensando sobre todo en la idea de la estabilidad, porque una cosa es un gobierno de un año y otra uno que pretende agotar una legislatura. Pero además tiene que ver con la fuerza con la que poder marcar el rumbo al PSOE. Sabemos que desde la oposición se les puede marcar el rumbo como lo hemos hecho hasta ahora con los presupuestos más sociales de la historia, pero ir más lejos de lo que hemos ido a nosotros nos parece un requisito fundamental. Ahora bien, hay una cosa que tenemos clara: si el PSOE está donde está es por nosotros, porque en las encuestas estaba hundido. Nosotros hicimos un acto de responsabilidad muy grande que sabíamos que nos podía perjudicar electoralmente por responsabilidad y por generosidad.

Sobre el rumbo que han marcado al Gobierno, ustedes han hecho mucha bandera de la lucha contra el 'boom' de los alquileres, pero al final el decreto que se aprobó no recoge una de las principales medías que pedían, la regulación de los precios. ¿Por qué optaron aún así por aprobarlo?el decreto que se aprobó

El segundo decreto recoge buena parte de nuestras reivindicaciones, no todas, pero sí buena parte. Algunas cosas han quedado fuera, como la regulación de precios de alquiler o la prohibición de los desalojos sin una alternativa habitacional. O otra reivindicación nuestra como es acabar con los privilegios de los fondos de inversión, que tienen un sistema tributario que convierte España y Catalunya en un paraíso fiscal. Nosotros lo que decimos es que si no estamos en el Gobierno, eso no se hará, porque el PSOE tiene las manos atadas por los bancos y por los fondos de inversión porque depende de ellos. De hecho, el PSOE ha pedido 30 millones de euros para esta campaña, tiene sus ministros en consejos de administración... El PSOE no se puede presentar con el mismo currículum que nosotros a la hora de plantarles cara, como sí hemos hecho nosotros.

Pero después de aprobar un decreto que no incorporaba la regulación del precio del alquiler, ¿cómo puede estar seguro el elector de que más adelante no volverá a decaer esta medida durante una eventual negociación?

Es que nosotros no hemos renunciado a la regulación [de precios de alquiler]. El decreto que se aprobó no sé ni si jurídicamente era la forma correcta para aplicar esa regulación. Pero el decreto tal y como se presentaba no evita que se regule. Nosotros lo volveremos a poner sobre la mesa, por supuesto, pero ya digo que nosotros no pondremos líneas rojas, precisamente porque la amenaza de un Gobierno con la extrema derecha merece un grado de responsabilidad mayor a todos los actores democráticos.

Otra discrepancia que han tenido con el Gobierno de Sánchez es sobre la inmovilización del barco de rescate de migrantes naufragados Open Arms. ¿Esto tampoco será una exigencia, entonces?

Es que no iremos con ninguna línea roja, es una cuestión de nuestro ADN. Nos parece inconcebible que no se resuelva el tema del Open Arms y por tanto, nos parecería inconcebible estar en un gobierno que no liberase el Open Arms. Pero no quiero dar el titular de las líneas rojas porque creo que estamos en otro tiempo, en el que nos toca buscar los puntos en común y no los desacuerdos sobre la mesa. Y esto es algo que hemos criticado mucho tanto a los partidos independentistas como al PSOE, porque las líneas rojas ahora no sirven para avanzar, como se vio en la negociación de la mesa para el diálogo. Nosotros nos queremos sentar a hablar sin condiciones previas.

Si las líneas rojas no son la herramienta, ¿cuál podría ser la herramienta para una promesa que ha hecho esta misma semana, como es derogar la reforma laboral del PP y también la del PSOE?

Con la fuerza de la razón, de las movilizaciones en la calle y con una correlación de fuerzas el más favorable posible. Uno tiene la fuerza que le da la ciudadanía. Si tenemos una fuerza grande, la podremos ejercer.

Le recuerdo que vienen de tener una fuerza grande y no han conseguido retirar la reforma laboral del PP.

La legislatura ha sido muy corta. Sí hemos conseguido todo lo que hay en el acuerdo de Presupuestos. Desde el Salario Mínimo Interprofesional, la ley de transitoriedad ecológica, los permisos de paternidad… El paquete de conquistas es muy grande. ¿No se consiguió todo? No. Pero se consiguió buena parte. También pedíamos que se blinden por ley las pensiones para que no queden amenazadas por declaraciones como las del PP.

Entendiendo que no va de líneas rojas, pero sí contrasta con el programa de 2015 y 2016 porque entonces se ponía como condición que Sánchez aceptase un reférendum de autodeterminación para Catalunya. ¿Se puede llegar a un acuerdo con el PSOE estando ahora tan alejados en este ámbito?

Ahora estamos alejados pero en el pasado las líneas eran confluentes. El PSOE lo había defendido en los 70. El PSC lo llevó en su programa hasta el 2012. Y es cierto que lo quitaron y ya no quieren hablar de ello, pero lo que era bueno hasta 2012 como solución al conflicto cuando no estaba tan enrocado, no entendemos por qué ahora, cuando lo reclama el 80% de la población, no lo defienden.

¿Por qué ahora que hay este consenso amplio que dice ha caído el referéndum como condición irrenunciable para En Comú Podem?

Porque el momento político es distinto. La prioridad es conseguir que los presos y exiliados vuelvan a casa, desjudicializar el conflicto catalán, sentar a todos los actores en una mesa de diálogo y, siguiendo la estela de la Declaración de Pedralbes, que es una buena base, acometer las posibles soluciones. Nosotros proponemos esta, pero el PSOE no propone ninguna alternativa. Su propuesta para Catalunya es una hoja en blanco. Parece que la propuesta de Sánchez es amordazar a Miquel Iceta y dejar a su libre albedrío a Josep Borrell, que va por los platós diciendo cualquier cosa.

Sabemos una propuesta del PSOE, aunque luego se desdijeran de ella, que es la mesa de partidos con un relator. ¿Qué le parece a usted?

Es un buen comienzo. Lo más importante cuando se inicia un proceso de negociación es empezar un diálogo para empatizar con las razones del otro, no tratarlo como un criminal. Sería positivo poder hacer una visita a los presos políticos, por ejemplo, si los reconoces como actores legítimos. Una mesa de diálogo con un relator es una buena base pero deberían excluirse condiciones previas. En diciembre cada parte acudió a la mesa con condiciones previas y eso hizo que acabara en nada. El PSOE se negaba a hablar del derecho a decidir y los otros lo ponían como condición sine qua non. La Declaración de Pedrables fue un gesto insuficiente pero importante, porque era abrir la oportunidad de volver a hacer política en una situación compleja.

De usted se ha dicho mucho que es independentista. ¿Lo es?

Yo me defino como soberanista. Mi partido defiende una reforma plurinacional del Estado. La hoja de ruta unilateral de PDeCAT y ERC se ha demostrado no sólo inviable sino contraproducente. Vivía de tres fantasías: la de que Europa nos rescataría, la de las propias fuerzas cuando no había las condiciones, y la que tiene que ver con una infravaloración de la fuerza del Estado. Ahora nos hacen falta luces largas, muscular, revisar actitudes, superar el tacticismo compulsivo de los partidos y avanzar sin bloqueos.

¿Qué votaría entonces en un referéndum de independencia?

Depende de cómo esté formulada la pregunta.

Si quiere usted que Catalunya sea un Estado independiente.

Ahora mismo defendemos una Catalunya soberana en el marco de una confederación de pueblos del Estado.

Pero a una confederación, a diferencia de una federación, se llega entre entidades previamente independientes, ¿no?

Se llega recuperando la soberanía. Se puede llegar desde la ruptura o desde el acuerdo. Hay un cierto independentismo mágico que ha construido la idea de que España es irreformable en esencia, pero es una estrategia contradictoria porque ERC, PDeCAT y la CUP parten de la premisa de que tarde o temprano ha de haber una negociación. Cuando se proclamó la DUI estaban hasta el último minuto esperando a que Rajoy se sentara a negociar. Esto demuestra que cualquier vía posible de resolución del conflicto pasa por cambiar España. Este es el gran quid de la cuestión. Nadie piensa que la independencia se puede conseguir con la violencia y la guerra, con lo que has de negociar con el que tienes delante. Nosotros sí creemos en las alianzas en el resto del Estado.

Sobre esa idea de la España irreformable, usted la ha calificado de reaccionaria. ¿Qué reforma del Estado habría que empezar a acometer entonces?

La reforma constitucional. Que la plurinacionalidad, que ya existe de facto, tenga un reconocimiento de iuris que pase por una reforma constitucional, aunque es cierto que ahora es complicada por la correlación de fuerzas. Luego hay otras medidas que servirían para desescalar, como la retirada de recursos de inconstitucionalidad contra las leyes del Parlament, el blindaje de las competencias ahora amenazadas… Porque aquí hay una paradoja: los partidos que querían conseguir más autogobierno, o incluso la independencia, nos han llevado a tener las menores cotas de ello en muchos años.

Y eso nos debería llevar a pensar en causas, estrategias y consecuencias de los actos. Si tu desencadenas una secuencia de hechos, has de hacerte cargo del resultado de tu acción política. Si no has previsto correctamente el movimiento de los otros actores, es que te has equivocado. Has sobrevalorado tus fuerzas y tus hipotéticos aliados, que resulta que no eran aliados. La UE está detrás del Estado español, y los independentistas pensaban que tendrían detrás a la UE, lo cual es una falta de comprensión de lo que es Europa. Europa no se mueve por principios morales ni éticos, sino por realpolitik y por defensa del statu quo. Los estados son lo que son, entre otras cosas porque buscan la estabilidad del euro.

Una de las cosas que se ha dicho de usted, y es conocido, es que ayudó a Puigdemont y otros consellers, como Toni Comín, a huir a Bélgica. ¿Puede aclarar exactamente cuál fue su papel en ese proceso, considerado una fuga de la justicia española por muchas personas?

En primer lugar no fue una fuga porque no había orden de detención contra ellos. No tenían movimientos restringidos y se desplazaron a un país de la zona Schengen. Tenían derecho a fijar su residencia en cualquier otro país y a ponerse a disposición de la justicia como hicieron todos, dispuestos a declarar por videoconferencia. Yo no hablé nunca con Puigdemont, mi interlocutor era Toni Comín. Con él estudiamos juntos y somos amigos. Yo le decía a Comín que, viendo el ambiente de crispación patriótica en el Estado y el clima de excepcionalidad sobre todo a partir del discurso del rey el 3-O, las cosas entraban en una deriva de degradación importante del funcionamiento normal del Estado de derecho y creía que sería más fácil que se defendiese en cualquier otro país donde esos hechos no serían considerados delito. Le expresé que en cualquier país con una democracia consolidada lo que aquí se consideró un ataque gravísimo al orden constitucional allí se vería como un hecho político sin relevancia penal, como dijeron tribunales alemanes.

¿Usted cree que hay un problema de consolidación democrática en España?

Yo creo que es una democracia deficitaria en ciertos aspectos y uno de ellos es el de la independencia judicial, sobre todo de la cúpula. La gran mayoría de jueces en España son independientes y trabajan con honestidad, pero lo que es el Supremo sabemos como se escogen sus miembros: a dedo por el CGPJ. Y Cosidó dijo que controlaba a Marchena. Los jueces más neutrales en este asunto son los europeos, que no tienen intereses propios. Como dice Pérez Royo, España es un Estado democrático que ha actuado antidemocráticamente en la cuestión catalana. Y la actuación de España en este asunto no es propia de un Estado de derecho, sino de venganza política. Lo dice un catedrático como Royo.

En su lista hay dos tenientes de alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona, usted y Gerardo Pisarello. Una tercera de cuatro, Laia Ortiz, va a dejar el cargo al final de mandato. ¿A qué se debe esta salida de tantos pesos pesados del consistorio?

Ortiz consideraba que su ciclo político había concluido. En el caso de Pisarello y el mío, pensamos que podemos ser útiles en el Congreso, sobre todo para impulsar la agenda municipal y llevar las conquistas que hemos ganado en Barcelona y defenderlas. Obedece a una estrategia de poner en evidencia la importancia que para nosotros tienen estas elecciones.

En su caso sustituye como cabeza de lista a Xavier Domènech, que salió desgastado del partido. Estos días está presentando un libro con Joan Tardà de ERC. ¿Cuentan con él?

Él reivindica el espacio de los 'comuns' y se siente parte de él. Decidió que por cuestiones personales y profesionales quería estar apartado. No tiene el cuerpo y el alma para volver al ruedo. Ya encontrará su momento, para nosotros es clave que vuelva cuanto antes mejor, pero no queremos presionarle. Necesita rehacer su vida, que se había puesto en juego en los últimos tiempos: encadenó tres elecciones seguidas [dos generales y unas autonómicas], acabó siendo secretario general de Podem a la vez que lo era de Catalunya en Comú... Y todo esto le llevó a un agotamiento físico y político, como él mismo ha dicho.

Los 'comuns' han participado en tres negociaciones presupuestarias recientemente: las cuentas del Estado y las de la Generalitat, ambas desde la oposición, y las del Ayuntamiento, desde el gobierno municipal. No se ha aprobado ninguna. ¿Les ha faltado capacidad negociadora?

Evidentemente cuando te marcas un objetivo y no lo consigues alguna responsabilidad tienes en ello. Cuál es el grado de responsabilidad que tienes tú y cuál es de tus adversarios es difícil de juzgar. Como reflexión, diría que estamos en un momento en el que igual habría que hacer modificaciones de las reglas del juego porque ya no volveremos a ver grandes mayorías políticas. Hay una gran fragmentación, nadie consigue sacar adelante sus presupuestos y quizás los gobiernos deberían poder aprobar los suyos cuando hay parálisis de las instituciones. Nosotros pusimos sobre la mesa aprobar los tres, estábamos dispuestos a hacer un gesto de generosidad aunque no fueran nuestros presupuestos, pero no salió. ¿Es más responsabilidad nuestra que de los demás? Creo que no. Dijimos que estaban los tres relacionados. Al final ERC con su enmienda a la totalidad impidió que pudiésemos discutir sobre los Presupuestos Generales del Estado y ahora estamos aquí, en la ruleta rusa.