Ernest Urtasun, el eurodiputado verde que se resistía a volver a España y ahora defenderá los derechos culturales

Durante años rehusó regresar a la política española. A diferencia de otros políticos, que ven en Bruselas una estación de paso en su carrera, Ernest Urtasun hizo de la Eurocámara su hogar. El eurodiputado de los comuns dijo que 'no' a ir en listas en Barcelona e incluso rechazó ser ministro con el primer Gobierno de coalición. No fue hasta el pasado mes de junio, con la irrupción de la plataforma Sumar de Yolanda Díaz, que después de media vida en política –la mayor parte de ella, en la capital comunitaria–, se decidió a concurrir a unas elecciones generales que ahora le han catapultado al Consejo de Ministros. 

A sus 41 años, Urtasun, el que será nuevo ministro de Cultura, puede hacer gala de una carrera como parlamentario en la que sus compañeros, pero también sus rivales –de ello dan cuenta eurodiputados de distinto signo–, le valoran como un político dialogante. Puede que se deba a su formación como diplomático de carrera, una profesión que requiere de un talante que le ha valido también para navegar y mantener siempre buenas relaciones con las distintas familias –a menudo, enfrentadas entre ellas– de las confluencias de izquierdas. “Está muy bien conectado y es muy difícil encontrar alguien con quien se lleve mal”, dicen quienes han compartido años de militancia con él.

Pero puede que sea ahora, o desde que asumió la portavocía de Sumar antes de las elecciones del 23J, cuando más falta le hagan las artes diplomáticas, en un Madrid político y mediático que nada tiene que ver con la frialdad de Bruselas. Menos aún si se ostenta una cartera de ministro, en su caso la de Cultura, en sustitución del socialista –y, como él, catalán– Miquel Iceta. En el Consejo de Ministros, Urtasun será además la voz y los ojos de los Comuns de Ada Colau, que antes fueron los encargados de escoger al ministro de Universidades y que ahora han apostado por una cartera que nace con un primer gran anuncio: la ley de derechos culturales. A su lado, como secretario de Estado, contará con la que hasta ahora fue mano derecha de Colau en Barcelona: Jordi Martí.

El joven de ICV que pilotó la confluencia en los comuns

Nacido en Barcelona en 1982, la vida de Urtasun ha estado siempre ligada a la política y a la izquierda. Educado en el exclusivo Liceo Francés, de adolescente, y siguiendo la estela de sus progenitores –que eran del PSUC–, se afilió a las juventudes de la extinta Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). Con el cambio de siglo, Urtasun ya se reivindicaba como un convencido europeísta y ecologista y, al tiempo que se licenciaba en Economía y se sacaba un posgrado en Relaciones Internacionales, su nombre empezó a aparecer en papeletas de los ecosocialistas, primero en las municipales de Barcelona y en 2004 en las europeas. 

Un veinteañero Urtasun se convirtió entonces en asesor en Bruselas del eurodiputado verde Raül Romeva –hoy en las filas de ERC–, un período durante el cual se implicó en movimiento en las juventudes verdes europeas junto a figuras luego relevantes como Ska Keller (la eurodiputada alemana que sería candidata de Los Verdes a presidir la Comisión Europea). Debido a su capacidad de trabajo y de preparación, que quienes le conocen elogian como una de sus principales virtudes, Urtasun compaginó esa etapa con el estudio y superación de las oposiciones para el cuerpo diplomático, entre las más difíciles que existen en España.

Buen conversador en numerosos idiomas (habla catalán, castellano, inglés, francés, un poco de italiano y entiende el alemán), se llegó a dedicar a la carrera diplomática durante un breve período, entre 2010 y 2014. Llegó a integrar el gabinete del ministro socialista de Exteriores Miguel Ángel Moratinos –fichado por Santos Maraver, hoy número 2 de Díaz en Sumar– y fue también asesor del secretario general de la Unión por la Mediterránea.

Pero la política le puede y Urtasun regresó a la primera línea al concurrir a las elecciones europeas en 2014 por la candidatura Izquierda Plural, con la que fue escogido eurodiputado en 2014. Además, asumió al poco tiempo el reto de coordinar en Catalunya una ICV por entonces en horas bajas que tenía como principal objetivo lograr una confluencia exitosa en el espacio de los comuns.

Desde Bruselas, Urtasun se convirtió en un importante activo de En Comú y repitió ya como cabeza de lista en 2019. Desde el grupo de Los Verdes/Alianza Libre Europea, se ha especializado sobre todo en política fiscal y económica. Y actualmente figura todavía miembro de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios y de la Subcomisión de Asuntos Fiscales de la Eurocámara, así como suplente en la de Asuntos Exteriores.

A diferencia del ministro saliente Miquel Iceta, Urtasun es un gran futbolero, incondicional del Barça. Pero lo que sí le une a su predecesor es que no puede exhibir currículum profesional vinculado a la Cultura. Aunque sus amigos sí destacan que es un gran amante de la música en vivo y, en particular, del jazz. Asiduo a conciertos y festivales, todavía se pueden consultar algunos de los artículos que ha publicado en Rockdelux hasta hace pocos años, desde un repaso a la música jamaicana hasta una crítica elogiosa a la emergente Queralt Lahoz. Solo falta ahora que invoque el mismo duende con el que la artista colomense se pone al público en su bolsillo para seducir al siempre exigente sector de la cultura. 

Los retos al frente de Cultura

Al frente de Cultura, un ministro socialista habría abocetado un ministerio continuista con el objetivo de concluir los proyectos a medio hacer, que vienen de atrás y no han acabado de rematarse a pesar de los cuatro ministros que han sujetado la cartera con Sánchez como presidente (Huerta, Guirao, Rodríguez Uribes e Iceta). Pero el acuerdo de coalición con Sumar ha propiciado un aire renovador con un gran proyecto bajo el brazo: una futura ley de derechos culturales que reoriente qué entiende España por cultura.

Urtasun tiene por tanto explicar a los españoles que la cultura no es un libro o una entrada para una obra de teatro. Con un enfoque de derechos, la política cultural se diseñará pensando en aquellas acciones encaminadas a favorecer el acceso a la cultura independientemente del nivel adquisitivo y la libertad de expresión gobierne quien gobierne. Un modelo político basado en las industrias culturales favorece que se publiquen muchos libros pero un modelo de derechos vigila que sean asequibles, que nadie se quede fuera o atrás, que no haya libros prohibidos en las bibliotecas, que exista un sistema que favorezca que los escritores con talento puedan dedicarse a escribir aunque no tengan recursos para ello.

En ese sentido, la herramienta creada por el Gobierno que favorece ese acceso a la cultura para los jóvenes, a la par que incentiva las industrias culturales españoles, el Bono Cultural, seguirá existiendo. La intención de Sumar es ampliar el grupo de población que lo recibe. Pero además de la ley de derechos culturales y el bono, el ministro tendrá que idear otras estrategias para que el articulado de la ley no sea solo una carta de buenas intenciones.

Además de este proyecto, el ministro entrante tendrá que atender a otros más mundanos, como es el complejo encaje de bolillos interministerial que supone el Estatuto del Artista que está por completar. La última actualización del seguimiento de medidas se realizó en marzo y tenía nueve asuntos pendientes –la mayoría con el Ministerio de Hacienda pero alguno esencial con Trabajo– y 17 en negociación. La fiscalidad relativa a los rendimientos irregulares o la intermitencia es el ajuste más esperado para los trabajadores culturales.

Otro asunto pendiente que Urtasun debería acelerar es la inacabada ley del cine, un tanto que Iceta necesitaba apuntarse debido al agravio que recibieron los productores independientes en el redactor de la Ley General de Comunicación Audiovisual. El Gobierno les prometió que les compensaría con la del cine cuya tramitación se frenó en seco debido al adelanto electoral. Se espera de la nueva ley que muestre su apoyo y reflexione sobre lo que se entiende por cine, algo que hoy por hoy va mucho más allá de las películas. Esta legislación debería alentar nuevas formas de producción, diversas y no comerciales.

El ministro debe elegir quién dirigirá su instituto de artes escénicas, el INAEM, que necesita una gran reforma pues se ha convertido en un gran buque lento y abrumado por la burocracia, que tiene que propiciar el establecimiento de un Centro de Danza, que España no tiene y necesita. En su programa. Sumar había propuesto la creación de una Agencia Estatal de Cine y una reforma, también, del ICAA, su instituto cinematográfico. Estos instrumentos necesitan ser más que meros gestores de subvenciones para impulsar ese otro tipo de cultura que pone los derechos en el centro.

Sumar aportó el programa electoral cultural más voluminoso y detallado, que Urtasun debería desarrollar en gran medida, con una nueva ley de patrimonio cultural que englobe diferentes regulaciones para que ningún aspecto del patrimonio quede fuera, y una ley de mecenazgo que permita a más personas contribuir al mundo del arte. También debería rematar dos leyes del Gobierno anterior que apenas necesitan unos ajustes finales: la de las enseñanzas artísticas y la ley que articula la nueva oficina de los derechos de autor.