Las romerías en la montaña de Montjuïc no eran infrecuentes a principios del siglo pasado, sobre todo las populares, las de las clases trabajadoras de las fábricas del Raval y los aledaños del puerto, como la Canadiense. Las gentes más humildes, sin dinero para gastar en los teatros o cafés de la avenida del Paralelo, optaban cuando asomaba el buen tiempo en primavera para subir la colina hasta el castillo y celebrar festejos y meriendas en sus laderas. Esta costumbre desapareció cuando se acondicionó Montjuïc para la Feria Universal de 1929 y se ajardinó la mayor parte de la colina.
Sin embargo, el frente urbano del icónico promontorio, el que da acceso desde la Plaza de Espanya, parecía ayer una romería. 60.000 personas subían por las escaleras, ya fueran mecánicas o de piedra, escalando el desnivel hasta llegar hasta el Estadi Olímpic Lluis Companys, donde hace 32 años se celebraron los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. En algún momento, observando las riadas de procesionarios avanzar pendiente arriba, parecía que el respetable se dirigía al Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), masivamente conmovidos por alguna exposición imprescindible.
Pero no era así: poco a poco, las masas de romeras y romeros superaban el edificio de aires entre neoclásicos y churriguerescos del Palau Nacional, sede del MNAC, para seguir colina arriba hasta su objetivo: el bello estadio olímpico de estilo art déco construido en 1929 y que en algunos de sus accesos recuerda a los cuadros surrealistas de Giorgio de Chirico. Allí les había convocado Estopa, la banda que acaso mejor represente a la Catalunya industrial, obrera y mestiza del cinturón rojo que rodea Barcelona: desde el Baix Llobegat hasta Badalona, sin olvidar Sant Andreu, Sant Adrià o Sant Coloma.
Allí arriba, otero ideal de Barcelona, congregaron los de Cornellà a 60.000 fieles venidos desde todos los puntos de la Catalunya periférica. De subida al Estadio, la parroquia se distinguía por las camisetas apretadas negras o verde caqui, los vaqueros cortos, las deportivas blancas, los pendientes en las orejas de los hombres y los abundantes tatuajes en brazos y/o piernas de ambos sexos.
Cerveza y cánticos para el camino
Por el camino, como no podía ser de otra manera, abundaban los quioscos donde los feligreses compraban abundante cerveza. También los vendedores ambulantes ofrececía su género al que lo deseara. El resultado eran enormes pirámides de latas salpicando el trayecto, siempre cerca de las papeleras.
Tampoco faltaron los espontáneos que se detenían y, cerveza en mano, entonaban abrazados las melodías que Estopa ha compuesto a lo largo de su carrera. Ahí estaban La raja de tu falda, Tu calorro o Cacho a cacho. Los cerca de 30ºC de temperatura ambiental a buen seguro que ayudaban a que la cerveza potenciara sus efectos. Entre el griterío romero se oía hablar castellano y catalán a partes iguales, prueba de que Estopa están considerados en Catalunya patrimonio nacional.
Ya a las puertas del estadio comenzó a evidenciarse algo que más tarde, durante la actuación, se haría patente: el reto de llenar un recinto de estas dimensiones, para una banda acostumbrada a citas un poco más reducidas, resultaba muy exigente y hacia que se notasen las costuras en la organización, un tanto caótica, que obligó a los asistentes a deambular en algunos casos hasta cerca de una hora antes de encontrar la puerta adecuada de acceso al interior.
Pero una vez dentro, la magia de ver el lleno total, el jolgorio y la vibración de las gradas a reventar, hacían olvidar los inconvenientes organizativos. Al fondo se vislumbraba el escenario, lejano, donde los hermanos Muñoz no tardarían en aparecer. No obstante pasaron más de 30 minutos sobre la hora anunciada antes de que Estopa apareciera.
‘Tu calorro’, una seña de identidad
Comenzó el guitarreo y aparecieron de fondo de escenario unos gráficos que mostraban el barrio Sant Ildefons, en Cornellà, con su bosque de edificios colmena como los que pueda haber en la zona sur de Madrid, pero también en Bellvitge, Montilgalà o Cornellà. Puro extrarradio obrero y multicultural.
Entonces entonaron los hermanos Tu calorro, seña de identidad que la totalidad de los asistentes hicieron suya coreando las primeras estrofas de la canción –Fui a la orilla del río/y vi que estabas muy sola...– y bailando aflamencado mientras sostenían las cervezas en alto. De ahí pasaron Estopa a Cacho a cacho –acelera un poco más...– que el respetable cantó de la primera a la última estrofa en un ambiente de euforia desbordante. Hasta los y las camareras que servían bebidas no podían evitar corear las letras: una comunión absoluta.
Tras la segunda canción, los hermanos se detuvieron y saludaron en catalán y luego en castellano. Se declararon abrumados por la acogida y aseguraron que ese día jugaban en casa –una referencia a que también es el estadio donde el Barça ha jugado esta temporada–, por lo que solo podían ganar, “ni perder ni empatar”.
Apoyados por una banda que incluía guitarras, bajo, teclados, percusión y batería, además de la voz de Chonchi Heredia –un lujo–, Estopa se entregó al 100% durante más de dos horas y media de un concierto en el que cayeron una treintena de todos sus éxitos: El día que tu marches, Cuando amanece, Mundo marrón, Ke más nos da, Sola, Ya no me acuerdo y muchas otras sonaron y fueron cantadas en un éxtasis compartido entre público y artistas. Había felicidad en las gradas y en el foso, y los hermanos Muñoz, siempre naturales, se entregaban a su público.
Un panda en el escenario
Acaso comentar, como ya se ha insinuado, que las exigencias de un recinto tan grande pusieron en evidencia que el espectáculo preparado por Estopa no estaba pensado para conciertos de estas dimensiones: el sonido era francamente mejorable, los gráficos de fondo de escenario eran muy sencillos para lo que se puede ver hoy en día en otros artistas que llenan estadios y el repertorio presentaba con frecuencia altibajos.
Ahora bien, tanto la banda de acompañamiento como los dos hermanos supieron en todo momento remontar cuando la pasión romera parecía flaquear. Punto álgido fue el momento La raja de tu falda, que volvió a encender las gargantas. Luego vinieron Poquito a poco y El del medio de los Chichos, que mantuvo el subidón. Siguieron La rumba del pescadilla, su tema en catalán que todo el estadio coreó, y Demonios, un tema de El Bicho que cantaron para su álbum X Anniversarivm de 2009. Luego entonaron Partiendo la pana y, tras esta, metieron un Seat Panda en el escenario.
Eran ya las once y media y las primeras personas comenzaban a desfilar hacia las salidas; una minoría, pero que indicaba que había cierto cansancio y tal vez ganas de anticiparse a la salida masiva. No obstante, Estopa siguió como si nada casi una hora más, combinando grandes éxitos con temas de su último disco, Estopía.
Lamine Yamal, cada día te quiero más
Ya pasada la media noche, en un ambiente de absoluta improvisación, cerraron con una versión del Obí, obá, cada día te quiero más de El príncipe gitano. Pero ellos la cambiaron por Lamine Yamal, cada día te quiero más, un homenaje al niño prodigio del Barça y La roja que el día anterior se había coronado mundialmente con un gran gol ante Francia.
Con este tema y otros legendarios como Vino tinto y Como Camarón, cerraron su gran noche Estopa rodeados de sus seguidores, que poco a poco fueron abandonando el estadio y descendiendo las escaleras de la colina, entre el cantar nocturno de las cigarras, los aromas de los jazmines y las adelfas de los jardines cercanos y los tonos fucsia, atenuados por la oscuridad, de las buganvillas. En el negro cielo la luna, con un reflejo amarillo, estaba en cuarto creciente.