La alta presión asistencial que soportan los hospitales en España está dejando como principales damnificados a los mayores de las residencias de ancianos. La saturación ha reducido al mínimo los traslados de las personas con síntomas de coronavirus que enferman gravemente en estos centros en Madrid y ahora también en Catalunya, las dos zonas más golpeadas por la epidemia. En esta situación, las residencias se enfrentan a tratar a pacientes críticos sin los medios que tiene un hospital.
“No hemos podido derivar ningún residente desde el 10 de marzo hasta el lunes porque el criterio se ha venido marcando en la conversación entre nuestros médicos y los del hospital”, cuenta a eldiario.es Fernando Amado, director de la residencia pública Reina Sofía, situada en la capital. El inicio de los traslados se produjo después de que el caso del centro saltara a los medios, según el gestor. En total han sido siete en dos días. Aquí han fallecido 47 residentes en tres semanas y otros 46 están en aislamiento. Solo uno de los ancianos muertos era positivo en Covid-19.
El resto han fallecido sin saber si la razón de su muerte era el coronavirus porque las pruebas diagnósticas siguen llegando a cuentagotas a las residencias. El último protocolo para residencias de Madrid, al que ha tenido acceso eldiario.es, marca que solo tramitarán los test de “forma excepcional”. La falta de estos tests de detección dificulta también la organización de los aislamientos y la solución adoptada por las residencias es confinar a todos en sus respectivas habitaciones. “El hospital solo nos ha autorizado nueve pruebas en estas semanas y ayer ocho más”, se queja el director de la residencia Reina Sofía. En este tiempo, los geriatras del hospital Puerta de Hierro, el de referencia de la zona, han “orientado sobre el tratamiento” a la residencia y “proporcionado medicación” en casos más preocupantes, dice Amado.
La ausencia de diagnóstico y la denegación de la hospitalización se repite en más residencias. A Lucía (nombre ficticio) le dijeron el 17 de marzo que su padre, residente en otro centro madrileño (Mirasierra DomusVi) tenía bronquitis, según su relato. La situación clínica ha empeorado en los dos últimos días y el informe médico más reciente avisa de que tiene mala saturación pero no hay diagnóstico. “El médico me dice que no saben lo que tienen, que no me pueden dar un diagnóstico y que no le pueden hacer un test para saber si es coronavirus porque no tienen”, cuenta con mucha angustia. “Sé que mi padre se va a ir en estos días, pero pido que se haga justicia humana por todos ellos, por todos los residentes que están pasando por algo así”. El traslado al hospital no se ha contemplado como posibilidad en “ningún momento”, según Lucía. eldiario.es se ha puesto en contacto con la dirección de la residencia de la red pública y gestionada por el grupo empresarial Quavitae Servicios Asistenciales S.A pero no ha obtenido respuesta.
En Madrid, son los geriatras de los hospitales los que deciden si se deriva a los residentes con síntomas de coronavirus. La Consejería de Sanidad elaboró un protocolo para unificar el criterio de los médicos que imposibilitaba, en la práctica, la hospitalización de residentes con dependencia severa o deterioro cognitivo grave. Pero el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso tuvo que dar marcha atrás: los criterios no gustaron ni a la Consejería de Políticas Sociales (gestionada por Ciudadanos) ni tampoco al Comité Español de Personas con Discapacidad (CERMI) que calificó el protocolo de “discriminatorio”.
El protocolo retocado, adelantado por la Cadena Ser, da directrices para dar atención sanitaria, siempre que sea posible, a los mayores con coronavirus dentro de las residencias en un marco de crisis en el que “es preciso optimizar los dispositivos asistenciales del sistema” y especifica que solo se tramitarán “de forma excepcional y siempre que exista disponibilidad en el centro hospitalario” las pruebas de diagnóstico. El documento marca que solo se hará la PCR al sospechoso de ser el “primer caso” en una residencia, a aquel que se derive al hospital o aquellos candidatos para tratamientos específicos contra el Covid-19 (hidrocloroquina).
La nueva orden aclara que se harán derivaciones pero indica a los geriatras de los hospitales, que funcionan como enlace con las residencias, que se evitará trasladar a personas mayores “con fragilidad grave, muy grave o enfermos terminales”. En este grupo están incluidas las personas que “dependen totalmente para el cuidado personal” y que “parecen estables y sin riesgo de muerte”.
Quedan fuera del triaje las personas con enfermedades de órgano avanzada (cardiaca, renal, pulmonar, hepática...), pacientes oncológicos terminales, con enfermedades neurodegenerativas en estado terminal o personas en la fase final de su vida con cuidados paliativos. Ha desaparecido del protocolo la referencia al Índice de Barthes, que mide el grado de discapacidad de las personas. “Estos pacientes serán manejados preferentemente en los centros sociosanitarios bajo seguimiento telemático/telefónico por el equipo de geriatría de referencia”, dice el protocolo.
“Aquí todos nuestros residentes son personas muy dependientes con pluripatologías y complejidad clínica importante”, replica el director de la residencia Reina Sofía, cuyos usuarios en su mayoría son no derivables según el nuevo protocolo. El gestor lamenta no haber tenido más apoyo sanitario. “Nos habría venido bien. En algunos casos evolucionan muy rápido. Tenemos los medios propios de una residencia, no el aparataje de un hospital necesario en supuestos de gravedad extrema”.
La Comunidad de Madrid contabilizó 1.065 muertes hasta el 26 de marzo, pero no todas ellas pueden atribuirse a la Covid-19 debido a la falta de test para su detección. La región no ha vuelto a ofrecer cifras desde entonces. El Gobierno de Díaz Ayuso decidió intervenir esta semana ocho centros colapsados por los contagios y fallecimientos y desde la semana pasada la Consejería de Sanidad (PP) tiene el control de la gestión, antes en manos de Políticas Sociales (Ciudadanos). Uno de los problemas más graves es la merma de las plantillas por las bajas por enfermedad. En la residencia Reina Sofía trabajan con 100 profesionales menos, un 25% de la plantilla. “Nos faltan 80 auxiliares y 15 enfermeros”, según su director.
Menos derivaciones en Catalunya
Igual que ha ocurrido con la saturación de las UCI o la creación de hospitales de campaña, Catalunya sigue los pasos de Madrid a siete o diez días vista. También con los focos en las residencias de ancianos, que empezaron como un goteo de positivos y han dejado ya 326 fallecidos, el 20% de los más de 1.800 que ha habido en la comunidad. Asimismo, el estado de los hospitales también ha llevado a las autoridades sanitarias a reducir drásticamente los ingresos que sí se llevarían a cabo si la situación no fuera de emergencia.
Aunque el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia asegura que desde el inicio de la epidemia se han derivado 183 personas desde centros de mayores a hospitales, tanto la patronal del sector como los trabajadores y directores argumentan que a medida que se han ido saturando los hospitales, estas se han ido reduciendo, sobre todo para aquellas personas de edad avanzada y con varias patologías. “Habrá gente derivada, pero ahora mismo lo más frecuente es encontrarte que no”, admitía el miércoles la presidenta de la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (ACRA), Cinta Pascual, en la cadena SER.
Pascual, responsable de la principal patronal de entidades del sector, explicaba que frenar los traslados puede suponer un problema para muchas residencias, sobre todo las pequeñas, que no están lo suficientemente medicalizadas como para dar la atención que requieren estos enfermos críticos con severas complicaciones pulmonares. Tras reunirse con ACRA este miércoles, desde la Generalitat anunciaron la apertura de 123 plazas en dos clínicas de Barcelona para usuarios contagiados y la progresiva medicalización de algunas residencias grandes.
Posteriormente al encuentro, en declaraciones a eldiario.es la directora general de ACRA, Montse Llopis, se mostraba satisfecha aunque insistía en la necesidad de aumentar el apoyo por parte de los médicos de atención primaria, así como más material asistencial como puede ser el oxígeno. De ser así, razonaba, se podría garantizar una “mejor atención” que en los hospitales actualmente llenos.
Sobre el papel, el protocolo de que disponen las residencias recoge que se pueden atender en los centros los casos leves, pero la realidad es otra. “Desde el 061 solamente mandan médicos cuando se trata de enfermos graves, y entonces te suelen decir que apliques medidas de confort, como hidratación, oxígeno y medicación”, relata una trabajadora que prefiere no desvelar su nombre, y cuyo explicación encaja con las directrices elaboradas por el Servicio de Emergencias Médicas (SEM) en Catalunya, que da pautas para plantar la muerte en casa a aquellos mayores de 80 años que no respondan bien a la oxigenoterapia. Fuentes del Departamento de Salud aseguran en que esta es siempre una decisión consensuada.
Una visión parecida de la situación la ofrece Andrés Rueda, presidente de la asociación catalana de directores de residencias ASCAD. “¿Dónde tendrán más calidad de vida? ¿En un hospital en un contexto de saturación de pasillos y UCI, o en su cama? Comprendo que es muy duro, pero hay una saturación del sistema que no puede absorber más y hace triaje”, resume. Su queja se centra sobre todo en que, al quedarse muchas de estas personas en las residencias, esto provoca que los contagios se propaguen mucho más en su interior, ya que en numerosos centros el personal sigue sin recibir mascarillas y guantes.
Ante la falta de personal en muchas residencias debido al coronavirus, ayuntamientos como el de Barcelona han puesto a disposición de las residencias una bolsa de 900 voluntarios para cubrir bajas y ayudar en la desinfección de centros.
Decenas de muertos sin diagnosticar
Ante el alud de fallecidos en residencias de toda España, han aparecido también numerosos casos de familias que denuncian que en sus residencias ha habido más fallecidos por complicaciones pulmonares de los que habían dado positivo por coronavirus. El martes se conoció que de los 31 muertos en un la Casa Asil de Barcelona en los últimos días, solo a seis se les había hecho el test. El miércoles, en la residencia de Santa Maria del Tura de Olot, se informó de 17 fallecimientos, 15 de los cuales en el propio centro y sin diagnosticar pese a los síntomas.
Todos estos muertos no cuentan entre las estadísticas de fallecidos por coronavirus, puesto que ni habían dado positivo antes ni murieron en un hospital, los dos supuestos que usa el Departamento de Salud para elaborar los datos de decesos. “El virus ha entrado con mucha virulencia en las residencias pero no estamos contando a todas las víctimas”, resumía Maria José Carcelén, de la coordinadora de Residencias 5+1 de Barcelona, una realidad que desde la Generalitat reconocen abiertamente.
En la residencia de la madre de Carcelén, la Mossèn Vidal i Aunós, ha habido seis fallecidos sin diagnosticar. “Sabíamos que había un contagiado porque fue al hospital y dio positivo. Luego los primeros fallecidos en la residencia eran los que estaban en su misma planta, la cuarta”, detalla esta mujer. Para ella, sin tests masivos para todos los residentes y trabajadores es imposible frenar la propagación del virus, y por ahora la Generalitat no ha hecho llegar a las residencias las 25.000 pruebas rápidas que anunció para médicos y geriátricos y cuya efectividad se está comprobando antes de distribuir.