El fotógrafo de Mauthausen vuelve a su casa en Barcelona

Sandra Vicente

26 de mayo de 2022 22:50 h

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Francesc Boix nació en 1920 y vivió su corta vida con una cámara de fotos bajo el brazo. Trabajó para la revista Juliol hasta que llegó la Guerra Civil, cuando decidió cambiar la cámara por un fusil y se alistó en la 30ª División para luchar contra el fascismo. Pero llegó la derrota republicana y con ella se fue a Francia. Su exilio fue tortuoso, pues los nazis lo capturaron y pasó por diversos campos de concentración, hasta que acabó en Mauthausen en 1941.

Allí, en medio del horror, volvió a refugiarse en la fotografía, pero no con una cámara en mano sino robando los negativos de las instantáneas que los soldados tomaban para documentar el día a día en los campos. Gracias a ellos, el mundo pudo saber qué sucedía en Mauthausen. Los mostró en los juicios de Nuremberg y en el tribunal americano de Dachau, ganándose con esta hazaña el apodo de Fotógrafo de Mauthausen. Este hombre, al que el mundo recordaría por este apodo, murió con 29 años en París debido a las secuelas que los campos de concentración dejaron en su salud.

Nunca pudo volver nunca a su Barcelona natal. Hasta ahora. Este miércoles, un adoquín dorado con un pedazo de su historia grabado se ha instalado en la puerta de la casa donde nació, en la calle Margarit número 17, en el barrio de Poble-sec. Este recuerdo pétreo a ras de suelo es un Stolperstein, una palabra alemana que designa, literalmente, a una piedra en el camino que puede hacer tropezar a un caminante. Se trata de unos monumentos creados para homenajear a las personas deportadas o asesinadas por el régimen nazi.

Así, el fotógrafo de Mauthausen ha vuelto a casa junto a otros barceloneses y barcelonesas como Lluís Villar, Florián Ibáñez, Josep Fort, Carme Boatell, José Alcubierre, Sabatia Morand y Ferran Massip, gracias al proyecto Stolperstein Barcelona, promovido por el ayuntamiento de la ciudad. Pero la colocación de estos adoquines no ha venido de la mano de funcionarios públicos en actos solemnes, sino que han sido jóvenes estudiantes los encargados de devolver la memoria a estas víctimas de Hitler.

El proyecto, impulsado la concejalía de Memoria Democrática, el Consorcio de Educación y las asociaciones Amicals de Mauthausen y Ravensbrück, tiene como objetivo involucrar a los y las estudiantes en la recuperación de la memoria histórica. Para ello, entregaron las Stolperstein a tres institutos de la ciudad a principios de año y, desde entonces, han trabajado en las biografías de estas personas que, poco a poco, han dejado de ser simples nombres propios de un libro de historia para “ocupar un lugar en nuestros corazones”, dice Laura, una alumna de primero de Bachillerato del instituto XXV Olimpíada.

Un homenaje a ritmo de himno republicano

Laura y Desirée se abrazan antes del acto de conmemoración a Francesc Boix y juntan, cómplices, sus mejillas, en las que llevan dibujadas banderas republicanas. Estos colores se repiten por toda la escena, ya sea en banderas, pulseras o pintadas. “Nos sentimos republicanas y creemos que llevar estos colores es un honor y una muestra de respeto hacia los que perdieron la vida por una idea”, explican estas jóvenes antes de saltar al escenario improvisado en el que leerán un manifiesto redactado por toda la clase para homenajear al Fotógrafo de Mauthausen.

“Recordar a Francesc y su historia sirve para entender las dimensiones del fascismo. Los jóvenes tenemos la responsabilidad de dar voz a la memoria para construir un futuro mejor”, afirman estas jóvenes, justo antes de leer el poema Vientos del pueblo me llevan, de Miguel Hernández y amenizar la colocación de la Stolperstein con la canción republicana Quinto regimiento, interpretada por el grupo de música del colegio.

Ariadna ha sido la encargada de colocar el adoquín y, hasta que ha llegado el momento, ha protegido la piedra dorada abrazándola contra su pecho. “Este trabajo en clase nos ha tocado muy de cerca. Hemos descubierto cosas que no sabíamos y nos ha generado rabia y tristeza saber que el fascismo llegó tan cerca de nuestras casas”, explica la joven, que es original del barrio.

Las estudiantes, visiblemente emocionadas y nerviosas, han apuntado que echan de menos tener más formación sobre las consecuencias de este periodo histórico. “Estudiamos el franquismo y el nazismo, pero no llegamos a ser conscientes de qué significó. Y ahora lo tenemos muy cerca”, reflexionan, preocupadas. Es por eso que el proyecto, que este año ha llegado a tres institutos, quiere ampliarse a cinco más, y así, curso tras curso, llegar a recuperar la memoria de todos los deportados barceloneses que hubo en el régimen nazi.

“No se trata de colocar los adoquines porque sí, sino de hacerlo de manera rigurosa y con impacto social”, explica Jordi Rabassa, concejal de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Barcelona. “Es importante involucrar a los jóvenes porque en la sociedad actual la extrema derecha está muy presente, acercando peligrosamente los discursos racistas y homófobos”, ha añadido Rabassa.

Entre 600 y 1.200 barceloneses deportados

“Francesc, Paco, era tremendo. El más mimado de la casa, le llamaban el noi”. Así recuerda Anna María Salomó al Fotógrafo de Mauthausen, quien fue su tío. Aunque no lo conoció jamás, fue una figura importante en su vida. Esta mujer de 79 años se mudó a Italia poco antes de la muerte de Franco y, desde allí, ha vuelto a Barcelona para presenciar el homenaje a su tío Francesc. Se muestra emocionada por ver su nombre recordado por los jóvenes del barrio: “Son ellos los que tienen que recordarnos la historia, porque tienen el futuro por delante. Van a vivir los tiempos que vendrán y tienen que saber qué es lo que no se tiene que repetir”, dice Anna María, abrazada a un ramo de flores.

Esta mujer apunta que, aunque su tío haya tenido, por fin, justicia, “hace falta más memoria”. En esta gesta están inmersas diversas asociaciones como la Amical de Mauthausen, que apunta que el trabajo es “complicado”. Y es que hay centenares de nombres que se pierden entre los campos de concentración, los exilios y las muertes prematuras. “Es muy difícil estirar ciertos hilos. Vamos siguiendo los padrones y las informaciones que nos pueden dar las familias o los vecinos de los pueblos donde se sabe que vivieron los exiliados que buscamos”, explica Joan Calvo, presidente de la Amical de Mauthausen.

Ahora mismo, la cifra de barceloneses exiliados y asesinados por el régimen nazi oscila entre los 600 y los 1.200, a falta de confirmar del todo su identidad. El trabajo es ingente, pero no quieren hacerlo con prisa. Aun así, Calvo reconoce que “las instituciones van tarde” y reclama una “ley que dote de coherencia a la recuperación de memoria histórica, para que no tenga que depender de la voluntad de las administraciones locales y las entidades”.

Calvo reivindica más compromiso con la memoria histórica y reconoce que hay trabajo pendiente con el régimen nazi, pero “también con el franquista”, apunta mientras van alejándose las últimas personas concentradas ante la puerta de Francesc Boix. Las banderas republicanas ya desaparecen de la vista, pero el adoquín dorado quedará para recordar su memoria.