El MSC Grandiosa no es un barco que pase desapercibido. Con 331 metros de largo, 43 de ancho y 19 cubiertas tiene capacidad para 7.400 personas entre pasaje y tripulación. Es una de las naves más grandes que, hasta el inicio de la pandemia, podían verse habitualmente atracando en el Puerto de Barcelona. Quince meses después, a finales de junio pasado, la joya de la empresa italiana MSC volvió al puerto de la capital catalana y se convirtió en el primer crucero que abrió la temporada. A partir de ahí la llegada de barcos ha ido en aumento y, en las últimas dos semanas, la mayoría de los barcos de pasajeros que eran frecuentes antes de la pandemia han vuelto a recalar en la ciudad.
Según los datos del Puerto, durante este agosto hay seis cruceros fijos, que embarcan y desembarcan cada semana, normalmente siempre el mismo día. A estos se suman los cruceros que hacen escalas no periódicas, además de los barcos más pequeños, de tipo ferri o que transportan vehículos particulares. Estos últimos hace tiempo que operan con normalidad desde Barcelona, para cubrir las líneas regulares. Sin embargo, la llegada de los cruceros ha sido una novedad este julio y solo al inicio de este mes se han vuelto a ver actuando con normalidad.
Solo en la última semana ha habido en Barcelona siete escalas de grandes cruceros. El MSC Seashore y el AidaPerla partieron el pasado viernes. Un día después salieron el Marina y el ya citado MSC Grandiosa. Ya el domingo, el Harmony of the Seas reemprendió su ruta en dirección a Palma de Mallorca, en el que fue el primer viaje postpandemia de Royal Caribbean en Europa. En los siguientes días recalaron en Barcelona el Costa Smeralda y el Europa 2. El Mein Schiff 2, otro de los grandes barcos habituales del puerto catalán, llegará el próximo viernes, cargará, y se irá el sábado en dirección a Valencia.
“Desde marzo de 2020 hasta finales de junio no hemos tenido actividad crucerística de pasajeros. Si había algún barco grande ha sido, o bien carguero, o bien entradas o salidas por temas técnicos de operativa”, explican fuentes del Puerto de Barcelona. Pero en las últimas semanas la actividad se ha recuperado a marchas forzadas. Si en junio fueron cinco las escalas de cruceros registradas, varias de ellas en fase de pruebas, en julio la cifra ya ascendía a 16. En lo que llevamos de agosto, el numero de escalas ya ha llegado a 17 y los responsables de navegación esperan que se doble antes de acabar el mes.
Pese a que tanto las compañías como las autoridades han tratado de relanzar la actividad crucerística, los datos de pasajeros aún están muy lejos de las cifras que se registraban en 2019, último año completo antes del parón de la pandemia. En julio de 2019 pasaron por Barcelona a bordo de un gran barco de recreo 358.760 personas, bien como punto de salida, de llegada o como lugar de visita en una ruta más larga. En junio de 2020 la cifra quedó obviamente en 0 y, un año después, el julio en el que el sector ha reanudado las operaciones los pasajeros totales han sido 39.560.
Desde la autoridad portuaria indican que la cifra entraba en sus planes, ya que la recuperación de los pasajeros de cruceros es la más lenta por estar relacionada con un tipo de turismo muy concreto que todavía no se ha reactivado a nivel global. Por eso ponen en contraste el volumen de cruceristas con el del resto de pasajeros, la mayoría en barcos que cubren líneas regulares. En julio de 2019 los pasajeros en este tipo de trayectos fueron 214.776, mientras que el mes pasado fueron 151.557. Es decir, que mientras los cruceros están hoy un 89% por debajo de las cifras anteriores a la pandemia, en las líneas regulares solo queda un 30% para retomar el ritmo de 2019.
Apuesta por los cruceros pese a las quejas
Pese a que cruceros y líneas regulares se recuperan a ritmos muy diferentes, el peso de ambos negocios tiene poco que ver. En el año 2019, tres de cada cuatro pasajeros que pasaron por el puerto de Barcelona lo hicieron a bordo de un gran crucero, que con solo una escala pueden transportar a hasta cinco y seis veces los pasajeros que caben en un ferri de línea. En los próximos meses la voluntad es dinamizar los cruceros para aprovechar el fin de la temporada alta e, incluso, hay previstas dos incorporaciones a la parrilla barcelonesa: el Norwegian Epic, que llegará a finales de este mes, y otro de los cruceros de la compañía suiza Viking. No menos importante es el proyecto que lidera la naviera MSC para construir una nueva terminal en el puerto de Barcelona para 2024, que recibió luz verde en mayo.
Esas perspectivas de crecimiento prueban la firme apuesta por los cruceros tanto del Puerto como de las propias navieras en la etapa post-COVID. Sin embargo, esta pretensión choca con las voces crecientes que reclaman replantear el sector. El pasado mes de junio entidades como la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona o Ecologistas en Acción se unían en una manifestaciones reclamando al Gobierno que paralizase la reanudación de los cruceros. En una nota, la organización ecologista denunciaba que España es “el segundo país europeo con más emisiones de gases de efecto invernadero procedente de barcos y el primero más contaminado por cruceros”.
La mirada sobre los cruceros es también una de las cuestiones que divide la coalición municipal de Barcelona entre Barcelona en Comú y el PSC. Mientras que la alcaldesa Ada Colau se ha mostrado partidaria de limitar la llegada de los grandes barcos, el teniente de alcaldía y líder socialista en Barcelona Jaume Collboni aplaudió la reactivación de la llegada de cruceristas durante el verano como una forma de “oxigenar” la economía de la ciudad ligada al turismo.
Los planes de salud, repartidos
En mayo pasado el Gobierno y las comunidades establecieron un plan para una reanudación paulatina de la actividad de los cruceros. Un documento que además imponía algunas condiciones sanitarias, como la obligación de no superar el 75% del aforo máximo, que todos los pasajeros aporten PCR o certificado de vacunación, se sometan a tests durante los viajes largos y la toma de temperatura tanto en el interior como en el momento del embarque como en el desembarque.
El documento de Sanidad también imponía la necesidad de que las compañías aportasen sus propios planes sanitarios, en los que deben especificar tanto las medidas adoptadas para prevenir los contagios como los protocolos para responder a posibles brotes. Estas indicaciones no se alejan demasiado de las que posteriormente aprobó la Generalitat a través de su comité contra la pandemia, el Procicat, que impuso una autorización previa a estos planes de salud por parte de la comunidad.
Sin embargo, es el Estado y no las autonomías las que tienen competencias en todo lo relacionado a viajes internacionales, por lo que si un crucero hace parada en puertos italianos, franceses, malteses o de países del Magreb, como ocurre con la mayoría de los que recalan en Catalunya, el organismo responsable de revisar los planes de salud de cada barco es el Ministerio de Sanidad. La Generalitat ha informado de que, desde junio pasado, solo un crucero le ha pedido autorización para atracar en Barcelona: el Mein Schiff, que entre los días 29 de junio y 13 de julio cubría una pequeña ruta entre Baleares, Valencia y Barcelona, con un pasaje de 1.879 personas, es decir, el 60% de su capacidad. Recibió permiso.