La historia de María Ferrer, sombrerera, madre y miliciana en la Guerra Civil: “Hay cosas que se olvidan para sobrevivir”

Marta Aresté Mòdol

Barcelona —
23 de febrero de 2024 22:23 h

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Luisa Ferrer, una anciana de casi 90 años, señaló la televisión donde se estaba emitiendo un documental sobre la Maternidad de Elna, la institución francesa que ayudó a parir a centenares de madres refugiadas de la Guerra Civil y exclamó: “¡Yo estuve allí!”. Era la primera vez que algún miembro de la familia Ferrer Casulleras rompía el silencio sobre su pasado. Tuvieron que pasar casi 80 años.

“Rápidamente, se giró, cogió el álbum de fotos familiares y me enseñó una fotografía de su madre y sus hermanas delante de la puerta de la cocina de la institución francesa”, cuenta Marc Solanes, el nieto de Luisa, sobre la conversación que tuvo con su abuela una fría tarde de invierno de 2017 y que le permitió conocer la historia de su familia enterrada por el trauma de la Guerra Civil.

En ese momento, Solanes estaba inmerso en el trabajo final del máster de Periodismo Literario y, tras la confesión de su abuela, no dudó en empezar a reconstruir un puzle familiar escondido durante ocho décadas. “¿Sería verdad lo que cuenta mi abuela? ¿Cómo podía ser que hubiesen vivido en Elna si sólo aceptaban a mujeres embarazadas? ¿No eran demasiado mayores para haber nacido allí? Todo eran dudas”, expresa. 

Luisa era la tercera de cuatro hermanas, hijas del matrimonio entre María Ferrer Ferrer y Pere Casulleras Sitjas. Su historia ha sido plasmada en el libro Las niñas de Elna (Editorial Pol·len, 2023). Con un relato que alterna escenas de los años 30 y de la actualidad, trenzadas por el sabor agridulce producido por la euforia de los pequeños avances y el dolor del recuerdo, el autor hurga en sus raíces para reconstruir la historia perdida de su familia, y, en especial, la de su bisabuela, María Ferrer Ferrer. 

“Satisfactorio, pero también muy doloroso”. Así es como define Marc Solanes, escritor y periodista, un proceso de investigación y de edición que duró más de cuatro años. “Cada día que pasaba era una cuenta atrás porque cuánto más tiempo pasaba, mayor se hacía la gente y menos quería hablar”, explica el autor. 

Romper el silencio

Madre de cuatro niñas, sombrerera de profesión y militante comunista, durante la Guerra Civil María Ferrer dejó a sus hijas en casa y se fue a luchar contra el fascismo en el frente de Aragón. En la retaguardia, las mujeres se dedicaban a tareas de cuidado de enfermos, niños, ancianos, intendencia y la educación en las escuelas. “Estaba convencida de que volvería a casa. Quizás esa fuera la única manera de convencerse de que hacía lo correcto”, relata el autor en el libro. 

María Ferrer Ferrer es la verdadera protagonista de esta historia. “Era muy zalamera, María”, coinciden la mayoría de sus familiares. Siempre estaba para arriba y para abajo. Cuando se instalaron en Lleida, empezó a trabajar en un taller improvisado en casa donde confeccionaba sombreros. “Por entonces apenas tenía veintiún años, pero irradiaba un empoderamiento impropio de una mujer de principios del siglo pasado”, relata el autor.

“María siempre llegaba tarde a casa”, explica su cuñada Neus, quien se encargaba de las niñas cuando ella no estaba. Siempre le había gustado la política, pero durante esos años se involucró aún más y participó en reuniones organizadas por grupos de izquierdas en los sótanos de algunos bares de la ciudad. Así fue como empezaron sus viajes hasta la primera línea de combate.

“Luchaba, sobre todo, por sus hijas”, confiesa Solanes. “Estaba convencida de que volvería a casa. Quizás esa fuera la única manera de convencerse de que hacía lo correcto”, añade. Tras abandonar la Maternidad en diciembre de 1940, María acabaría muriendo en el Hospital Provincial de Zaragoza de un shock cardiorrespiratorio durante una intervención médica.

Ni siquiera sus hijas recuerdan qué cara tenía. Teresa, la hija mayor, se negaba a hablar de su pasado y Núria, la más pequeña, siempre se refería a su madre como “la mujer que nació debajo de una col” por el completo desconocimiento sobre sus orígenes y los nulos recuerdos de su infancia.

Cuando María se marchó, Teresa se hizo cargo de sus hermanas. “Fuimos dando tumbos entre familiares de mi padre por toda Catalunya”, explica la pequeña. A finales de la guerra y con el territorio a manos de los franquistas, huyeron y atravesaron la frontera para entrar en el campo de Argelès. “De todo aquello no puedo acordarme mucho. O quizás es que no quiero”, confiesa Teresa a lo largo del relato. Pocos días después, las recogió un autobús y las llevó a Elna. “Era una casa preciosa, con un terreno inmenso. En esa casa todo iba bien. Fue muy bonito”, añade. 

“Siempre habíamos vivido en el decoro de hablar poco de mis abuelos o bisabuelos”, asegura el autor. Tampoco sus padres tenían apenas constancia de todos estos hechos. Los únicos indicios a los que podía aferrarse eran una foto familiar delante de la puerta de la cocina de la Maternidad y el recuerdo nublado de tres mujeres de entre 80 y 90 años. 

El libro es, según el autor, la reivindicación de la verdadera memoria histórica. Es una historia de supervivencia, pero, sobre todo, la recuperación de la figura de una mujer avanzada a su tiempo. “Las hijas de María siempre habían avalado la historia de una madre que antepuso sus ideales políticos al cuidado de la familia”, confiesa el periodista. “Necesitaba hacer justicia y decir alto y claro que María no tuvo ninguna culpa de actuar cómo lo hizo”, añade con convicción. 

Cinco años después, Marc Solanes ha conseguido encontrar sus raíces y colocar la última pieza de un rompecabezas familiar que parecía que nunca iba a encajar. Ahora, emocionado, confiesa: “Me he dado cuenta que a veces no es que la gente no quiera contarte algo doloroso de su pasado, simplemente hay cosas que se olvidan para poder sobrevivir”.