“Nunca hablarás un buen catalán”. Esa frase la tuvo que encajar Joan Mena de una de sus profesoras de instituto, en los 80 en Sabadell, y le ha servido para titular su libro No parlaràs mai un bon català (Eumo Editorial), con el que se dedica a analizar “las mentiras sobre la inmersión lingüística”. En este caso, a partir de su experiencia personal, como alumno castellanoparlante escolarizado en catalán y posteriormente como profesor de Lengua Castellana en un centro público de su ciudad.
A usted le gusta definirse como como ‘hijo de la inmersión’. ¿A qué se refiere?
Yo soy hijo de la migración, porque mis padres llegaron a Catalunya de Andalucía, y soy hijo de la inmersión porque si no hubiese sido educado en un modelo como este hoy no sería bilingüe, ni podría mantener una conversación en lengua catalana. Este modelo da altas cuotas de igualdad de oportunidades y cohesión social.
Su padre y su madre, andaluces, siempre tuvieron claro que querían una escolarización en catalán para usted. ¿Esto, en el barrio obrero donde creció, en Sabadell, era habitual?
Más de lo que parece. Para el libro, lo he hablado con vecinos implicados en la vida social y cultural del barrio. También con profesores y gente que estaba organizada en partidos de la lucha antifranquista. Querían que sus hijos tuviesen las oportunidades que ellos no tenían, porque no hablaban catalán. Fue una iniciativa que tuvo una transversalidad que la ha hecho perdurar en el tiempo, porque era defendida por gente que no era catalanohablante pero sí quería que sus hijos lo fueran.
¿Cuál fue su experiencia con este modelo? ¿Tuvo problemas de aprendizaje o de socialización por no hablar catalán?
Mi experiencia se divide en dos etapas. La primera, en la Primaria, en la escuela Agnès Armengol: éramos todos niños del barrio y el único catalán que se escuchaba era dentro del aula. Fuera nadie lo hablaba, ni en el patio ni en la calle ni en los comercios. Éramos todos castellanohablantes. Luego noté el cambio en Secundaria, en la escuela Pau Vila. Allí vi diferencias entre los que venían del centro y los de barrios periféricos. Me di cuenta de la necesidad de tener una lengua vehicular que garantizase cohesión entre los niños de distintas procedencias.
¿Como estrategia pedagógica, y tantos años después, la inmersión sigue siendo el modelo adecuado para Catalunya?
Ahora es más necesario que en los 80. Porque entonces el alumnado era de dos idiomas de origen y ahora son muchos más. Necesitamos una lengua vehicular que haga que se cohesionen niños que tienen idiomas como el catalán, el castellano y tantas otras lenguas de origen. Pero se debe actualizar el modelo, no sirven las mismas estrategias. Los equipos docentes lo tienen claro y el modelo permite modificaciones.
Sea como sea, parece que la inmersión está llegando a su fin. Hay una sentencia firme que establece que se deben impartir al menos el 25% de las clases en castellano. ¿Cómo cree que debería actuar el Govern?
Primero, quiero hacer una reflexión sobre la hipocresía del Poder Judicial. Dicen qué porcentaje de castellano deben usar las escuelas, pero la Justicia en Catalunya no llega al 5% de las sentencias en catalán. Lo que me preocupa es que al final el modelo pedagógico lo marque una sentencia, cuando debería ser fruto de la reflexión de la comunidad educativa y de los pedagogos. Además, la Ley de Educación de Catalunya ya permite flexibilidad: yo he impartido clases que no son de Lengua Castellana en castellano porque así lo decía el proyecto lingüístico del centro. ¿Por qué tiene que ser el 25% y no el 20% o el 50%? No hay una reflexión pedagógica detrás de la sentencia.
¿Cree que la respuesta del Govern debería ser flexibilizar el modelo pero sin concretar un porcentaje?
Lo que debe hacer el Govern en primer lugar es cumplir la ley, tanto la LOMLOE como la LEC, que apuesta por la inmersión. E intentar que las sentencias modifiquen su jurisprudencia. Están amparadas bajo el paraguas de la LOMCE [la ley que se aprobó durante el anterior mandato del PP], pero hoy está derogada y tenemos otra ley orgánica vigente, que es la LOMLOE, que garantiza el modelo actual. Y un tercer aspecto: el conseller debería sacar el foco mediático de la escuela y situarlo en el uso social de la lengua catalana. La inmersión se ha demostrado que da resultados: el alumnado sale del período de escolarización obligatoria siendo competente en ambas lenguas y deberíamos tener una política en Catalunya que apueste por cultura o la televisión pública. Hoy no existe programación infantil en TV3.
Dice que LOMLOE garantiza la inmersión, pero por ahora existe una sentencia firme que fija el 25% de castellano y esta ley no ha servido para evitarlo.
Es que la Justicia usa todas sus armas para cargarse el modelo. Y a mí esto me preocupa. Lo que la derecha política y mediática no ha logrado en las urnas quiere lograrlo con sentencias. Pero estas están amparadas en la LOMCE y hoy la ley orgánica actual dice que las Administraciones educativas, que en nuestro caso es la Generalitat, son competentes en régimen lingüístico.
En el libro hace un viaje a los inicios del modelo de inmersión en Catalunya, defendido en los barrios obreros castellanoparlantes, y habla del consenso de la Ley de Normalización Lingüística, que se aprobó casi por unanimidad. Ese consenso, sin embargo, hoy ya no existe. ¿A qué cree que se debe?
No hay unanimidad pero sí hay consenso. Hay consenso pedagógico, porque la mayoría de sindicatos educativos defienden el modelo. Las encuestas dicen que la mayoría de la población lo defiende. Y hay consenso político, expresado con una mayoría muy cualificada, pero también en el Congreso de los Diputados. Yo he votado la defensa del modelo educativo catalán y se ha aprobado con el PSOE, Unidas Podemos y las fuerzas plurinacionales. Lo que pasa es que lo que vemos es una cosa preocupante desde el punto de vista democrático, que es que donde no se puede modificarlo por la vía política o social se intenta modificar por la judicial.
La semana pasada el Govern puso en marcha el Pacto Nacional por la Lengua catalana. A nivel educativo, ¿cuál cree que deberían ser los acuerdos a alcanzar?
El primer punto debería ser eliminar la lengua y la educación de la politiquería. Es nocivo que se conviertan en armas arrojadiza que nos tiramos por la cabeza unas fuerzas políticas a otras. Esto va en detrimento de la cohesión social, del amor por la lengua y de la valoración de la educación pública. A partir de aquí hay campo por recorrer. Catalunya tenía un modelo educativo exitoso que se degradó por los recortes, que impactaron en el ámbito lingüístico. Teníamos aulas de acogida que servían para hacer intervención individual al alumnado que se han perdido. Y horas del profesorado para dedicar a alumnos con carencias.
Una de las claves para ver si se aplica el 25% de castellano es el papel del Gobierno central, impulsor de la vía judicial durante la etapa de Mariano Rajoy. ¿Cree que pedirán la ejecución forzosa de la sentencia si esta no se cumple por parte del Govern?
Me remito a las palabras de la ministra de Educación, Pilar Alegría, que lo dijo en sede parlamentaria. No tiene intención de pedir la ejecución de las sentencias y me parece la posición adecuada, la del camino del diálogo y el respeto a las decisiones que se toman en Catalunya.
¿Sus profesores de la época han leído el libro o han visto sus intervenciones en el Congreso? ¿Qué le dicen?
No solo me han escrito, sino que en el programa de TV3 30 Minuts hicieron un reportaje en el que estuve con tres de mis profesores de entonces. Me dicen que están muy contentos y que se pasaban por WhatsApp mis intervenciones. Una de las entrevistas que hago para el libro es a Manolo Carrasco, el director de mi escuela. Él vivió todo aquel proceso y me traslada su preocupación por cómo se intenta degradar por parte de determinados espacios políticos.
Como portavoz de educación de su partido en el Congreso, uno de los actuales debates es sobre la gratuidad de la etapa de 0 a 3 años. Se habló de un plan para aumentar plazas públicas, pero las comunidades piden poder financiar también las privadas para alcanzar ese objetivo. ¿Ustedes qué opinan?
La educación de 0 a 3 años debe ser prioritaria y esto el Gobierno de coalición lo tiene claro. En el último acuerdo de presupuestos tuvimos una partida importante para esta etapa. Pero me preocupan algunas decisiones de la ministra, porque nosotros no acompañaremos decisiones que no vayan destinadas a creación de plazas públicas, porque esa es la gran carencia que hay en el Estado. Eso es lo que debemos revertir. Estamos en conversaciones con el ministerio.
Otro ámbito donde el sector privado tiene mucho peso es en la FP y la Universidad. ¿Se está corrigiendo?
Estamos tramitando la ley de FP, que está en el Senado, y apostamos por plazas públicas. La FP no tiene una oferta pública adecuada a su entorno y tenemos mucho trabajo por hacer. Y en el ámbito universitario, el ministro Joan Subirats también lo está fomentando. Por ahora, hemos conseguido dos medidas fundamentales: rebajar los precios universitarios, que en Catalunya hacían especialmente difícil el acceso, e incrementar las becas.
El otro gran debate educativo a nivel estatal es si los nuevos currículums y el modelo de evaluaciones rebajan el nivel del sistema educativo. ¿Usted qué cree?
Los decretos de los currículums se están haciendo más transversales, no se están debilitando. En la evaluación, lo que queremos es que se aplique el modelo de países de nuestro entorno europeo. Nuestro modelo de evaluación era muy rígido y esto va en detrimento del alumnado. Optamos por dar más protagonismo de decisión a los docentes. A diferencia de lo que dice la derecha, no se decidirán las promociones de los alumnos tirando moneda al aire, sino que es el equipo docente quien deberá tomar esta decisión. Ellos son los que conviven con el alumnado y deben tener la última palabra.