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Un macroplan de 900 viviendas en construcción en L’Hospitalet, bajo la lupa por incumplir la normativa de luz solar

Algunos de los edificios que se están construyendo en la antigua fábrica Cosme Toda, en L'Hospitalet.

Pau Rodríguez

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Los ocho bloques se van levantando, como si de un pequeño barrio se tratara, en los terrenos de la antigua fábrica Cosme Toda, en L’Hospitalet de Llobregat. La promoción, de 885 viviendas en total, está tan avanzada que muchos pisos ya están vendidos. Pero un informe pericial cuestiona ahora su legalidad. Los edificios, de hasta 13 plantas, se habrían construido demasiado juntos, incumpliendo así la normativa del Plan General Metropolitano (PGM), que obliga a que tengan un mínimo diario de luz natural.

Esta es la conclusión a la que ha llegado un análisis pericial encargado por el grupo municipal de En Comú, que ha presentado un requerimiento al Ayuntamiento para que paralice de inmediato las obras. El documento, firmado por el arquitecto Isidre Santacreu, constata cómo las fachadas de varios de los edificios no reciben el mínimo de luz solar que estipula la normativa. Según el artículo 264 de la reglamentación metropolitana, por razones de higiene todas las plantas de los bloques construidos en nuevas urbanizaciones deben contar al menos con una hora de rayos de sol directos entre las 10 y las 14 horas. Pero no en un día cualquiera, sino a fecha 21 de enero. Según el perito, si el plan presentado parecía cumplir con la normativa es porque hizo el cálculo en base a “valores estivales”.

“Lo que hicieron fue falsear los datos para sacarlo adelante”, denuncia Dani R., portavoz de la Plataforma Stop Masificación en L’Hospitalet. Este colectivo se opuso ya desde que comenzaron los trabajos, en 2018, a las nuevas edificaciones, alegando que lo que necesita el municipio, y barrios como el de Sant Josep, son zonas verdes y servicios públicos. Pero no más pisos. “Somos una de las ciudades más densas de Europa, pero en este barrio ni siquiera hay un centro de Atención Primaria y solo dos guarderías. Es una locura”, lamenta este vecino.

El plan se remonta a antes de la crisis inmobiliaria. El proyecto urbanístico se aprobó en 2008 mediante una modificación del Plan General Metropolitano, y ya por aquel entonces la Comisión de Urbanismo de la Generalitat, que debe aprobar estos planes, receló de su viabilidad a nivel de iluminación y de preservación de la intimidad. Pidió al Ayuntamiento una mejor justificación de que se cumplía la norma, y fue entonces cuando se remitió el documento con los cálculos que hoy se ponen en duda. 

Debería reducirse la edificabilidad un 34%

“Se trata de una infracción muy grave”, apunta Anna González, concejala de En Comú. Su grupo lo ha llevado por ahora al consistorio para que revise el planeamiento, pero si no lo paralizan, están dispuestos a trasladarlo a la Justicia. Si se confirman las conclusiones del perito, dice, se habría incurrido en una “nulidad de pleno derecho”. 

Para los comuns, esta obra es de hecho un “pelotazo”, porque gracias a los cálculos equivocados del asoleamiento se ha podido edificar un 34% más de lo que se hubiese permitido. Consultados por este diario, desde el Ayuntamiento, que gobierna el PSC, han declinado hacer valoraciones. “Los técnicos municipales deben estudiar el recurso y verificar si lo que exponen los Comuns es así. En cuanto se haya hecho la revisión, el Gobierno local se pronunciará sobre el caso”, apuntan fuentes consistoriales. 

A pesar de que han sido los comuns los que han encargado este informe pericial, Dani R. cuenta que fue el colectivo vecinal Stop Masificación el que detectó esta irregularidad. Inicialmente, sus manifestaciones y campañas en redes sociales iban destinadas a criticar que se levantase un complejo con capacidad para 3.000 o 4.000 personas en apenas cuatro hectáreas de una antigua fábrica, sin ampliar equipamientos ni transporte público. Y con muy poca zona verde. “Desde la ignorancia técnica, aquello ya nos parecía exagerado”, expone. 

Pero un día les contactó una arquitecta que había estado atenta a sus movilizaciones y les puso en alerta sobre la cuestión de la iluminación. “En 2019, cuando todavía no se había levantado nada, ni había siquiera encofrados, ya fuimos a llamar a la puerta de la Agencia para el Desarrollo Urbanístico a decirles que aquello no se estaba haciendo bien”, relata Dani R., que lamenta que no les hicieron caso. 

Ahora el problema es que varios de los edificios ya están casi acabados. Dos de los tres de 13 plantas están prácticamente finalizados por fuera. Otros dos de ocho pisos, lo mismo. La zona es un enjambre de obreros y técnicos. Y las inmobiliarias hace meses que anuncian los pisos y que han vendido buena parte de ellos. A un precio entre 250.000 y 300.000 euros, la inmobiliaria Qualitat HS ha colocado ya el 86% de sus viviendas, por ejemplo. Otra promotora implicada es Culmia, con precios parecidos y con pisos de unos 100m², piscina comunitaria y garaje. 

En un estadio tan avanzado de edificación, quienes se oponen al proyecto son conscientes de lo complicado que puede ser paralizarlo, modificarlo o suspenderlo. “Piensa que son casi 900 pisos a más de 200.000 euros cada uno. ¿Te imaginas la cantidad de millones que supone eso?”, se pregunta Dani R. Para En Comú, lo primero es presentar el recurso y, a partir de ahí, ya decidirán. Aun así, añaden que se ponen a disposición de los “afectados”. “Es lo más triste de todo. Hay personas que han comprado un piso deficiente a un precio muy elevado”, afirma la edil.

Vecinos exigen más verde; comercios lo celebran 

“¿Te refieres a los pisos esos que no tienen luz, ¿no?”. Muchos de los vecinos que rodean esta gran manzana que es la antigua Cosme Toda conocen perfectamente la controversia que rodea la promoción. “En L’Hospitalet tenemos un problema de masificación, esto es evidente”, expresaba Sara Cabello, mientras paseaba a su perro al lado de las obras. Ella vive en la ciudad desde 2013. Cuando supo de las promociones, estuvo mirando precios para ver si se podía comprar uno. “Pero son demasiado caros. Por 300.000 euros me compro una casa en las afueras”, argumenta.  

Sant Josep es un barrio de tradición obrera, con bloques levantados durante el tardofranquismo y pocas zonas de recreo. De todos modos, Sonia, vecina desde hace 30 años, lo define como un “buen barrio”. “La gente es trabajadora. Se levanta temprano y se va a dormir temprano. Así que es tranquilo”, resume. Para ella, las 900 viviendas son un problema “muy grande”. Además, justo al otro lado de la Avenida Josep Tarradellas, a 50 metros de Cosme Toda, se han proyectado otros 500 pisos nuevos. “No estamos preparados para tanta gente cuando tenemos que desplazarnos hasta el centro para ir al centro de salud”, insiste esta vecina. 

Pero también hay opiniones favorables, sobre todo las de aquellos negocios que verán cómo se multiplican sus potenciales clientes. Frente a las obras, la dueña de un bar explica que incluso antes de que hayan llegado los vecinos les ha “cambiado la vida”. Antes, la calle donde apenas podía colocar una terraza de tres mesas estaba flanqueada por un carril de aparcamiento y el muro de la antigua factoría tapiada. Ahora le han ampliado la acera de tres a seis metros y tendrá unas vistas más agradables.

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