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Al frente del servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del hospital más grande de Catalunya, el Vall d’Hebron de Barcelona, Magda Campins observa con preocupación el aumento sostenido de los contagios de coronavirus en España, sobre todo en comunidades como el País Vasco o Madrid. “Vamos hacia medidas más restrictivas, pongo la mano en el fuego”, advierte.
Una de las medidas que considera positivas y que se han empezado a llevar a cabo en Catalunya y Madrid –validadas por el Ministerio de Sanidad– son los cribados masivos, aunque advierte de que para que funcionen deben aplicarse en áreas muy acotadas y como complemento a un sistema de rastreo de casos robusto, algo de lo que carecen, dice, las comunidades más pobladas.
Sobre todo para hacer frente a un septiembre con la vuelta al trabajo de miles de empleados y, al colegio, de miles de alumnos. Para esto último, asegura que deberían bajarse las ratios, que en la mayoría de administraciones autonómicas no se han tocado y se plantean como grupos burbuja de 25 niños y niñas o más.
Catalunya y Madrid han puesto en marcha estos días cribados con test PCR para detectar contagios en determinados barrios. ¿Cómo ve esta nueva estrategia?
Me parece una medida fundamental, porque con ello se pueden detectar casos asintomáticos, personas infectadas con capacidad de transmitir la enfermedad y que, al no tener síntomas, hacen vida normal. Dar con ellos sirve para luego aislarlos, rastrear sus contactos, ponerlos en cuarentena y, por lo tanto, cortar de forma eficaz cadenas de transmisión. Pero se debe complementar con las medidas básicas.
¿Tiene sentido si no hay un sistema eficaz de rastreo y supervisión de contactos?
Si haces solamente el cribado y no eres capaz de hacer los rastreos, te quedas a la mitad. No tendría efecto, o sería muy limitado.
En Barcelona han aflorado más de un 2% de asintomáticos. ¿Es también una evidencia de que hay cadenas de contagio que escapan al radar del sistema sanitario?
Sí, claro. Si estuviesen en una lista de contactos, hubiesen sido detectados como tales. En Catalunya hemos detectado más de 300 asintomáticos con estos cribados. Es un volumen importante. Y hay muchos más jóvenes que mayores, esto también hay que destacarlo.
Al inicio de la epidemia se habló de que hacer tests masivos a toda la población no tenía sentido, en parte porque una PCR negativa no garantiza que no te puedas contagiar en los días siguientes. ¿En el contexto actual sí lo tiene?
Al principio de la pandemia tampoco había capacidad para hacerlo. Había que restringir el uso de los laboratorios. Una vez tenemos esa capacidad, tiene sentido hacerlas de forma masiva en aquellos sitios o colectivos donde vemos un incremento importante de la transmisión. Lo que no tiene sentido es hacerlo de forma indiscriminada.
Y sí, como ya hemos dicho, si hoy sales negativo en una PCR esto no quiere decir que en una semana o en un mes no te puedas contagiar. Todavía hay mucha confusión entre el valor de estas pruebas, que son una detección momentánea y puntual, y las de serología [que detectan anticuerpos], por eso es importante que los profesionales sanitarios lo expliquen muy bien cuando hacen los cribados.
¿Cómo ve la evolución de la epidemia en España? Los contagios están subiendo en varias comunidades, especialmente en Madrid, y todavía estamos en agosto ¿Vamos hacia un nuevo confinamiento?
Vamos hacia medidas más restrictivas de las que hay ahora, pondría la mano en el fuego. Llegar a un confinamiento total como el de marzo, eso esperemos que no. Significaría que hay un colapso a nivel hospitalario y que el volumen de ingresos en UCI nos obligan a cortar cadenas de forma drástica. Por eso es importante que toda la población se conciencie de las medidas como llevar mascarilla o no hacer reuniones de grupos muy grandes. Si no, la tendencia será mucho peor cuando llegue otoño, porque además se mezclará con el virus de la gripe y el virus respiratorio sincintial.
Y un circuito de detección y aislamiento de contagiados que funcione. ¿Se han contratado suficientes rastreadores?
Creo que no. En áreas pequeñas probablemente sí. Hay comunidades autónomas con pocos casos y pocos brotes, como es Asturias, donde han podido hacer un buen rastreo sin aumentos importantes. En sentido opuesto, probablemente la comunidad que está peor es Madrid. No cuadran mucho los números que dan: hace semanas su volumen de pacientes ingresados no eran compatibles con el de casos que declaraban diariamente, lo que indica que su capacidad de rastreo y diagnóstico precoz no era la adecuada.
Usted fue muy crítica con la Generalitat durante los brotes descontrolados de julio al decir que se necesitaban unos 2.000 rastreadores. Ahora hay unos 500, llamados 'gestores covid'. ¿Es suficiente?
Por lo que me consta, aunque no llegamos a 2.000, en estos momentos con los 'gestores covid', que están en casi todos los ambulatorios, se puede hacer un listado de contactos en las primeras 24 o 48 horas. Parece que las cosas ahora se hacen mejor. Pero si la situación va a peor y hay que hacer más rastreos, se necesitarán más.
¿Cómo ve la vuelta al colegio con grupos estables pero sin reducir ratios por debajo de los 25? En Madrid los sindicatos ya han anunciado una huelga.
Hay que bajar las ratios. Si una de las medidas de salud pública es que los grupos en la calle no pueden ser de más de 10 personas, tendríamos que intentar que en la escuela sean lo más pequeños posibles. Quizás diez es impensable, porque no hay suficientes espacios o profesorado para lograrlo, pero se tendría que intentar entre 15 o 18. Esto haría que un positivo transmita a menos personas y obligue a poner en cuarentena también a menos. Hacer grupos burbuja más pequeños debería complementarse además con otras medidas: que los alumnos más mayores hagan algunas clases no presenciales –eso esponjaría espacios para los más pequeños–, que coman cada grupo en su aula o que los más mayores lleven mascarilla.
Las familias se quejan de que si envían a casa a sus hijos por haber estado en contacto con un positivo, nadie les dará un permiso para que puedan cuidar de ellos.
Tiene que haber ayudas sociales desde el punto de vista económico. Se deberían buscar personas que puedan hacerse cargo del cuidado de estos niños cuyos padres tienen que ir a trabajar. Hay que plantearse alternativas o será inviable. Y, si no, que uno de los dos progenitores pueda cogerse la baja.
Este domingo hubo en Madrid una manifestación de personas que no creen en la existencia del virus o en la eficacia de las medidas que lo combaten. ¿A qué cree que se debe este negacionismo?
Me cuesta muchísimo entender que haya gente que pueda pensar de esta forma. Sobre todo grupos tan numerosos. Ya estamos acostumbrados por ejemplo a los antivacunas, que son una corriente que existe desde hace años, pero por suerte los efectos de su posicionamiento no eran muy visibles porque en España hay una inmunidad de grupo muy grande. Con la mortalidad que ha habido, con lo que ha vivido el sistema sanitario, el confinamiento estricto, el impacto en todo el mundo… Que piensen que es un complot político no me entra en la cabeza. No sé qué ideas pueden tener para pensar que es mentira o que estamos jugando con su libertad. La salud pública está por encima de eso.
¿Cómo cree que hay que actuar con estos colectivos? ¿Es útil la vía punitiva? ¿O más bien la pedagógica?
No los vamos a convencer. Algunos llevan años con este discurso, como es el campesino Josep Pàmies. Además, estos arrastran a mucha gente. Si generan problemas de salud pública, como es el caso, hay que ir a medidas drásticas: restricciones y penalizaciones. La ley lo contempla.