María del Carmen Gómez Uriol murió asesinada por su marido en 1973. Dejó a un hijo de dos años huérfano. A su hermano Alberto, que por entonces tenía 12 años, le dijeron que Mari Carmen había tenido un accidente muy grave. Un manto de silencio y violencia institucional cubrió desde entonces el crimen.
Medio siglo después, Gómez Uriol trabaja en el documental ‘El peso de la ausencia’ en recuerdo de su hermana, una víctima de violencia machista mucho antes de que se pusiera nombre oficial a este fenómeno o de que empezaran a realizarse estadísticas. La obra está buscando financiación para poder estrenarse.
“El silencio se instaló en mi casa, pero a mí algo no me cuadraba”, recuerda Gómez Uriol. La curiosidad adolescente le llevó a poner la oreja detrás de la puerta para cazar las conversaciones de los adultos e intentar comprender. Después, recuperó los documentos judiciales del caso. No fue hasta hace unos tres años cuando Gómez Uriol se sintió con fuerza para emprender el documental.
El director ha planteado la obra como “un acto de justicia y amor” hacia su hermana, más allá de su condición de víctima, pero también con otros dos objetivos: que las futuras generaciones familiares no olviden a Mari Carmen, y que la sociedad en general sea consciente de la violencia machista. “Nos puede pasar a todos, la vemos muy lejana pero no es así”.
“Con mi hermana siempre tuve mucha complicidad, fue una mujer dulce con ansias de libertad que, pese a todo, siempre me transmitía serenidad”, rememora Gómez Uriol.
El maltrato de su marido –policía de profesión– a Mari Carmen empezó casi inmediatamente después de su boda, en 1969. La joven no quiso quedarse encerrada en casa y, siendo madre, empezó a estudiar Farmacia. También quiso dejar a su marido en unos años en los que el Código Civil franquista estipulaba que el hombre debía proteger a la mujer y ella “obedecer” al marido.
Tras meses controlando sus movimientos, el hombre mató a Mari Carmen de un tiro en la calle Altamirano de Madrid la mañana del 24 de junio de 1973. Él la estaba esperando en la puerta. Ella estaba preparando los exámenes finales en casa de una amiga. Tenía solo 23 años.
“Por aquel entonces, la violencia machista no se conocía, se pensaba que los agresores eran gente trastornada. Y durante mucho tiempo llegué a asumir que era así”, asevera Gómez Uriol. Para el director no hubo un momento preciso que le hiciera darse cuenta de que su hermana había sido víctima de un agresor machista, sino que fue “algo progresivo”.
Por si no fuera suficiente con la vergüenza que sentía la familia y la poca conciencia social sobre el machismo que había durante la dictadura, estaba la profesión del asesino de su hermana. “Ser policía en aquellos años era prácticamente ser Dios. Para la mayoría era un trabajo de prestigio”, destaca el hermano de Mari Carmen.
Al horror de perder a una hermana, se le sumó el doble castigo que la Justicia impuso a la familia. El asesino fue condenado a 18 años de cárcel, pero no llegó a cumplir cuatro años entre rejas al verse beneficiado de sucesivas rebajas de pena por los indultos concedidos con motivo del paso a la democracia. Nunca mostró arrepentimiento alguno, pero obtuvo el tercer grado.
Tras salir de prisión, el asesino emprendió una batalla legal para recuperar la custodia de su hijo, que desde el asesinato de Mari Carmen se había criado con sus abuelos. Y lo consiguió. Gómez Uriol todavía recuerda el dolor que causó en su familia la “cruel” resolución del tribunal titular de menores que dio la razón al asesino de su hermana: pese a que su defensa en el juicio pasó por alegar problemas psiquiátricos, un lustro después el juez sentenció que estaba preparado para ejercer una “paternidad responsable, independientemente de las desavenencias” del pasado en la pareja. Al asesinato entonces un juez le podía llamar “desavenencia”.
“El crimen fue una pesadilla, pero luego empezó otra. Mi sobrino lloraba y se agarraba a las piernas de mi madre cada vez que tenía que irse con él. Utilizó al niño para seguir haciendo daño a mi familia. Fue desgarrador para mis padres”, explica Gómez Uriol.
El dolor familiar por la custodia del hijo de Mari Carmen reforzó el silencio. “Mientras los amigos de mi hermana estaban deseando hablar para el documental, en el ámbito familiar fue más complicado abordar el trauma”, indica el director, que medio siglo después está a punto de derribar definitivamente el muro de silencio alrededor del asesinato de María del Carmen Gómez Uriol.