Como explica la filósofa Kate Manne, la misoginia no es el odio a todas las mujeres. Los misóginos pueden querer a sus hermanas, madres, parejas, y a muchas mujeres siempre y cuando no rompan la norma.
La misoginia surge cuando una mujer sale del estereotipo y ocupa un lugar que el patriarcado ha decidido que no era para ella. Ada Colau es una de esas mujeres.
Durante los 8 años de gobierno la campaña de los medios de comunicación para instalar el “Todo es culpa de la Colau” fue tan brutal, que terminó siendo eslogan de campaña de Barcelona en Comu. Ahora, con ella ya en la oposición, este discurso se sigue usando como arma política.
La misoginia se cuela en el doble rasero que está a la vista de todos: Cuando Collboni no votaba los presupuestos estando en la oposición de Barcelona era algo admisible razonable, pero que lo haga Colau es destructivo; en el plenario municipal del viernes cuando se dirigía a Trias lo hacía llamándole alcalde, pero a Colau regidora.
El presidente Pere Aragonès también tuvo la tentación de avanzar por este camino y por partida doble: ninguneando a la presidenta del grupo parlamentario de En Comú Podem, Jessica Albiach e intentando atribuir a Ada Colau la responsabilidad de su incapacidad negociadora y su gestión descafeinada.
El todo es culpa de Colau le funcionó a Trias para ganar las elecciones y Collboni espera que le sirva para tapar su fracaso como alcalde y negociador.
Hemos leído estos días que el pacto se ha roto, “según los expertos” por sus ansias de confrontación, por su deseo de venganza personal, transformándola en una socia “imposible”.
Este discurso cala profundo porque se asienta en los estereotipos de género que tenemos absolutamente incorporados como sociedad. Las mujeres son peligrosas para ejercer el poder, son manipuladoras, caprichosas, inestables, poco racionales. Siglos de reiterar este mandato hasta la saciedad.
Maria Ángeles Calero Fernández, catedrática de lengua española experta en temas de género, detalla muy bien cómo estos estereotipos atraviesan los refraneros, romanceros y cuentos populares que son canales por los que se transmite una visión del mundo: “De la mujer y la mar no te has de fiar”.
Las mujeres han estado históricamente relegadas al ámbito privado bajo la excusa de su peligrosidad. Las normas nos han ido igualando, pero el mandato es demasiado profundo para habernos librado completamente de él.
Si la mujer es peligrosa, la mujer feminista lo es aun más. Estudios de Naciones Unidas, entre otros, señalan como reivindicar el feminismo, las luchas sociales, o los derechos humanos son un factor de riesgo añadido para sufrir violencia política machista. Ejemplos sobran alrededor del mundo.
Jaume Collboni, y el PSC que se apropia también de esta lógica misógina, pretenden culpar a Ada Colau del fracaso de su gestión en Barcelona. Incluso con la inequidad actual de poder, Collboni es el alcalde de la ciudad y Ada Colau es la presidenta de un grupo de la oposición. Aún así, esa supuesta capacidad manipuladora y autoritaria de las mujeres con poder hace creíble y replicable que ella sea la culpable de todo. Se deja de lado la organización que hay detrás y el proyecto político que hace un año fijó como condición para votar los presupuestos que no se desmantelara el modelo de ciudad que se implementó los últimos 8 años, se niegan los numerosos intentos y pedidos de dialogo y propuestas para llegar a un acuerdo que llevan meses planteando los Comunes. Es más fácil hacer llegar el mensaje de que Colau es la culpable. No caigamos en esta trampa misógina.