La historia de Barcelona está estrechamente ligada al urbanismo y especialmente al diseño del espacio público. Lo que se ha conocido como 'Modelo Barcelona' tiene mucho que ver con el valor del espacio público, como ámbito donde la ciudad toma sentido, y donde se refleja el espíritu de la propia sociedad frente a varios momentos históricos.
La transformación de los años 80 sentó las bases estratégicas de lo que significa el espacio público en Barcelona: una herramienta para equilibrar y dotar de calidad a toda la ciudad, desde los barrios más centrales hasta los que en ese momento se consideraban barrios periféricos.
Hoy, 40 años después de esas actuaciones, las bases son las mismas pero la ciudad, y el mundo, están enmarcados en un nuevo contexto. Desgraciadamente, Barcelona es una ciudad con niveles de contaminación atmosférica y acústica inadmisibles, y su espacio público está ocupado mayoritariamente por vehículos, principal fuente emisora ââde contaminación. Además, los efectos del cambio climático ya son evidentes, con episodios de temperaturas extremas, sequías y temporales entre otros.
Ante el reto climático y el amplio consenso de que la ciudad debe ser un espacio saludable, es necesario definir un nuevo modelo de espacio público que, manteniendo los criterios de calidad y equilibrio en toda la ciudad, tenga la capacidad de dar nuevas respuestas y revertir la situación actual. No tenemos alternativa: ahora sabemos que es una cuestión de supervivencia.
La presentación del nuevo modelo de calle verde para el Eixample en el marco del plan Superilla Barcelona y los primeros proyectos que lo desarrollarán dan respuesta a este reto. Un nuevo modelo de calle basado en tres principios. Lo primero, entender la calle como un espacio para vivir, para estar, para jugar, para descansar, un espacio que priorice el bienestar de las personas. El segundo, una calle naturalizada, construida como una infraestructura ambiental, con muchos más árboles y más diversos, más verde, y por tanto con más sombra y mejor calidad de confort, que incorpora mecanismos para filtrar y retener agua, con innovaciones materiales y constructivas. Y tercero, una calle que reactiva la vida cotidiana de proximidad, fomentando la interacción social y la actividad comercial. El objetivo: impulsar un proceso de transformación sistémica en las calles de toda la ciudad, construyendo una nueva infraestructura ambiental y social para toda Barcelona.
Un nuevo modelo de calle que también representa una nueva forma de pensar y proyectar la ciudad. El modelo ha sido fruto de un amplio e intenso proceso colaborativo. Un trabajo en el que hemos participado equipos de profesionales de diversas disciplinas conjuntamente con equipos técnicos municipales, contando con las aportaciones del Consejo Asesor Superilla Barcelona y desarrollado a través de un proceso de participación que ha permitido conocer e integrar necesidades de vecinos/as, asociaciones y entidades interesadas.
Un nuevo modelo de calle como respuesta y reflejo de los retos contemporáneos, para convertir Barcelona en una ciudad saludable, amable y más justa. Una ciudad para vivir y disfrutar.
El autor firma este artículo junto con la Oficina Superilla Barcelona del ââAyuntamiento de Barcelona.