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Una ONG de Gambia acusa a la Universitat Autònoma de quedarse con 18.000 euros de un premio por su labor

Pol Pareja

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La antropóloga Adriana Kaplan se enteró por la prensa de que su labor al frente de una entidad contra la mutilación genital femenina en Gambia —más de tres décadas de trabajo— había ganado el premio Jaime Brunet que concede la Universidad Pública de Navarra (UPNA). A día de hoy, con el galardón ya entregado, todavía espera que alguien se lo notifique oficialmente. 

Fue el rector de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Javier Lafuente, quien recogió el premio el pasado viernes en Pamplona en nombre de la Fundación Wassu UAB, una entidad dirigida por Kaplan hasta hace un año y creada por la universidad en 2012 para albergar un Observatorio transnacional sobre la mutilación genital femenina con dos bases de investigación y transferencia: Gambia y España.

“La fundación trabaja sobre el terreno y también formando a mujeres africanas para que actúen como agentes de salud”, aseguró Lafuente en su discurso tras obtener el premio. No mencionó que, en marzo de 2022, la universidad disolvió la entidad por falta de fondos, despidió a Kaplan y no ha renovado los proyectos existentes en Gambia. 

“Unos hacemos el trabajo y otros recogen los premios”, apunta Kaplan, que presentó ella misma la postulación al galardón antes de saber que iban a desmantelar la entidad. “El rector de la UAB nunca movió un dedo por este proyecto”.

Tanto Kaplan como los miembros de la ONG Wassu Gambia Kafo (la pata del proyecto que ha realizado todo el trabajo sobre el terreno en nombre de la fundación de la UAB y que sigue todavía en activo) han reclamado sin éxito a la UPNA que los 18.000 euros del premio no se los quede la Autònoma de Barcelona. Creen que la universidad no tiene “ni liderazgo, ni recursos humanos, ni conocimiento ni experiencia” y piden que el dinero se canalice al país africano para continuar con su labor.

“Ese dinero es prácticamente nuestro presupuesto anual en Gambia”, explica por teléfono desde el país africano uno de los trabajadores humanitarios locales (prefiere que no se revele su nombre). “¿Qué harán ellos con esa cantidad? Todo el trabajo lo hemos hecho siempre aquí, en Gambia, y en Barcelona se hacía el papeleo”, añade. “Se nos trata como actores secundarios en lugar de socios igualitarios, no es digno de una universidad europea”.

Desde la universidad navarra explican que, una vez conocido el conflicto, el jurado del premio instó a la Fundación Wassu UAB que el dinero del galardón se destinase a la lucha contra la mutilación genital femenina. “Nos respondieron que se comprometían a hacerlo”, señalan desde la UPNA. 

La Autònoma asegura a este diario que “hará un uso legítimo del premio” y que los fondos se destinarán “a la misión de la Fundación Wassu”, que gestiona ahora otra fundación de la misma universidad. Recuerdan, además, que la ONG de Gambia no aparecía formalmente en la solicitud del premio (aunque sí que se destacaba su labor en el texto): “Esa entidad no ha sido galardonada, no se trata de un premio conjunto”, afirman.

También explican que el rector de la Universidad no hizo ninguna mención en su discurso al hecho de que la Fundación premiada ha sido disuelta porque “formalmente existe” hasta que se formalice la disolución en el protectorado de fundaciones en Madrid. “El proyecto y los objetivos de Wassu, que han motivado el premio, continúan vivos”, insisten.

Un proyecto de éxito 

El galardón que recogió el rector de la UAB premia una labor contra la mutilación genital femenina liderada durante más de 30 años por Kaplan, doctora en antropología, primera catedrática de transferencia social del conocimiento del país y considerada una de las principales referencias internacionales en el abordaje de esta práctica. 

En 1999 creó la ONG Wassu Gambia Kafo, que ha llevado a cabo un reconocido trabajo sobre el terreno durante años que logró, entre otros éxitos, la promulgación en 2015 de una ley que prohíbe la mutilación genital femenina en el país así como una fatwa (resolución) contra la ablación femenina por parte de los líderes religiosos de África Occidental.

Aportando evidencias científicas, haciendo estudios clínicos y compartiendo la información obtenida con la población local durante años, la entidad logró convencer a la mayoría de responsables políticos, sanitarios y religiosos de los efectos adversos que tiene esta práctica. También se propuso un rito alternativo que no implicaba ninguna mutilación y cuya aceptación ha ido creciendo con el paso de los años. 

El porcentaje de profesionales sanitarios que se oponen a esta práctica se ha doblado prácticamente desde 2009, gracias a una propuesta que ha sido reconocida por múltiples agencias internacionales como modelo de buenas prácticas y ha sido exportada a otros países africanos. Se calcula que solo en Gambia más de 12.600 personas han sido beneficiarias directas del trabajo de la ONG.

El trabajo de Kaplan en Gambia lo compaginaba también con su labor en España, donde miles de migrantes de países africanos continuaban con esta práctica, reconocida en la esfera internacional como una forma de violencia de género.

En 2004 se creó, en el seno de la UAB, el observatorio transnacional de investigación aplicada a la prevención y atención a la mutilación genital femenina. En 2012, como uno de los proyectos estratégicos de la UAB, se creó la Fundación Wassu UAB para albergar el mencionado observatorio.

“Los primeros años solo teníamos buenas palabras por parte de la UAB”, explica una persona que estuvo en el patronato (prefiere que no se revele su nombre). “Nos decían que era una de las fundaciones que mejor funcionaba y uno de los proyectos más relevantes de la universidad porque mezclaba trabajo solidario, investigación, acciones a favor de la mujer”, prosigue. “Fue llegar el nuevo rector y todo fueron problemas”.

Un disolución “a espaldas del patronato”

La entidad tuvo siempre las cuentas saneadas, pero los dos años de pandemia la dejaron en números rojos. Varios de los responsables de la Fundación y trabajadores humanitarios acusan a la UAB de haber disuelto el proyecto de un día para el otro mientras les aseguraban que se estaban buscando vías para salvarlo. 

El 17 de marzo de 2022 se acordó en una reunión del patronato crear una comisión formada por la Secretaria General de la UAB y dos personas más para buscar alternativas que no implicaran el cierre de la entidad. Dos días antes, sin embargo, el Consejo de Gobierno de la propia UAB había decidido aprobar su disolución, según se muestra en la documentación consultada. 

Preguntados por esta cuestión, desde la Universidad señalan que la comisión que se creó solo tenía como objetivo “analizar posibles alternativas para la gestión del proyecto” y en ningún caso se ideó para plantear alternativas a la disolución de la fundación. “Nunca llegó una propuesta alternativa a la presidencia del Patronato”, añaden.

Al disolver el proyecto, la UAB lo integró dentro de la Fundación Autónoma Solidaria (una entidad de la Universidad que alberga distintos grupos de trabajo) y así podría continuar su labor en Gambia. Desde ese país, sin embargo, aseguran a este periódico que no ha sido así y que los proyectos se están cerrando y no se van a solicitar nuevas ayudas.

“Se ha desmantelado todo”, explica un trabajador desde Gambia. “Estamos buscando financiación en otros países pero hay posibilidades muy altas de que el proyecto tenga que cerrar de manera definitiva”. La UAB, además, ha reclamado 15.000 euros a la ONG que son necesarios para poder liquidar la fundación.

“No se han desmantelado proyectos, sino que ha finalizado [el proyecto] y no se han solicitado nuevos porque la contraparte gambiana no ha hecho ninguna propuesta para trabajar conjuntamente”, responden desde la UAB. “Los proyectos en marcha en el momento de la disolución han continuado en los términos previstos”, especifican desde la Universidad. “Lo que no ha habido son propuestas desde la ONG para iniciar nuevos proyectos conjuntos”, remachan.

Según ha podido comprobar elDiario.es, el pasado febrero esta ONG pidió a la UAB alargar uno de sus programas que acababa en junio hasta diciembre, sin coste alguno. La respuesta que recibió fue negativa por parte de la Universidad.

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