Llevamos semanas hablando de la jornada del 25 de noviembre y de la importancia que tendrá para el futuro de Cataluña a corto y medio plazo. Hay muchas cosas en juego: la posible mayoría absoluta del “gobierno de los mejores” en los recortes, la configuración soberanista del Parlamento y la más que probable entrada en el mismo de una fuerza rupturista como la CUP-Alternativa de Izquierdas. El 25N, en definitiva, se deciden muchas cuestiones de interés para el conjunto de la sociedad y, particularmente, para aquellas y aquellos que llevamos años librando una interminable batalla contra los privilegios del 1%, que apostamos por otra forma de hacer política y que defendemos el derecho de los pueblos a decidir sobre su futuro.
Dicho esto, se está hablando mucho menos de un hecho de enorme importancia para los feminismos. Más allá de ser (y antes, de convertirse en) jornada electoral, el 25N era (y es) el Día Internacional contra la Violencia Machista, y cada año se celebra en Barcelona una manifestación contra la impasibilidad social y política y en recuerdo de las víctimas, que va de Canaletes hasta Plaza Sant Jaume. Este año, sin embargo, la Junta Electoral la ha prohibido. Por qué razón? Porque “coincide con la jornada de votación correspondiente a las próximas elecciones al Parlament de Catalunya”. Ya sabemos cómo van las cosas para la ciudadanía profana: el día 24 sólo se autoriza la reflexión electoral puertas adentro y la única política permitida el 25 será el discreto acto de depositar una papeleta en una caja transparente.
No debería sorprendernos que CiU haya convocado las elecciones catalanas en esta fecha, obviando así su importancia social, política y simbólica. Al fin y al cabo, durante esta legislatura Mas y su ejecutivo han llevado a cabo una silenciosa, pero no por ello menos hostil, cruzada contra numerosas victorias obtenidas por los feminismos durante los últimos años, tal y como ilustran, entre otras acciones, su supresión poco después de llegar al poder del programa específico contra la violencia machista del Departamento de Interior o la eliminación de la dirección general de igualdad de oportunidad del extinguido Departamento de Trabajo. Tampoco debería sorprender la prohibición de la Junta Electoral de la movilización organizada y convocada desde el movimiento feminista para este domingo. No es la primera vez que este organismo se erige como garante de la perpetuación del status quo político-institucional y criminaliza la libertad de expresión y manifestación. ¿O es que no recordamos las abusivas y arbitrarias imposiciones de recogida de avales a cualquier fuerza política extra-parlamentaria que se ha presentado a unas elecciones? Eso por no hablar de la prohibición de múltiples manifestaciones por parte de juntas electorales y tribunales judiciales diversos con motivo del 8 de marzo durante las elecciones generales del año 2008 o de las decenas de acampadas surgidas en plena ebullición del movimiento 15M durante los comicios municipales de 2011.
No creo que haya que argumentar mucho la importancia de denunciar la persistencia de la violencia machista. Sigue existiendo y es inherente a nuestra sociedad, nuestra economía y nuestras relaciones. Es estructural. Debemos decir basta; debemos visibilizarla; debemos eliminarla. Y por eso, este domingo por la tarde, cuando los colegios electorales inicien la cuenta atrás para cerrar sus puertas, todas las que soñamos, trabajamos y luchamos por un mundo libre de injusticias y desigualdades nos encontraremos en Canaletes para dejar bien claro que si tocan a una nos tocan a todas y todos. No es tarea esta, sin embargo, sólo de los feminismos ni de las mujeres, sino de todos y todas las rebeldes y desobedientes. No nos dejéis solas. No os quedéis solos. A pesar de la desidia del Gobierno y el autoritarismo antidemocrático de la Junta Electoral, que corra por las redes, que lo escuche todo el mundo: este domingo no sólo hay elecciones; este domingo tenemos un recorrido que hacer. Pasamos, a las 18 horas, del # 25N a secas al # 25NenlaCalle.
Llevamos semanas hablando de la jornada del 25 de noviembre y de la importancia que tendrá para el futuro de Cataluña a corto y medio plazo. Hay muchas cosas en juego: la posible mayoría absoluta del “gobierno de los mejores” en los recortes, la configuración soberanista del Parlamento y la más que probable entrada en el mismo de una fuerza rupturista como la CUP-Alternativa de Izquierdas. El 25N, en definitiva, se deciden muchas cuestiones de interés para el conjunto de la sociedad y, particularmente, para aquellas y aquellos que llevamos años librando una interminable batalla contra los privilegios del 1%, que apostamos por otra forma de hacer política y que defendemos el derecho de los pueblos a decidir sobre su futuro.
Dicho esto, se está hablando mucho menos de un hecho de enorme importancia para los feminismos. Más allá de ser (y antes, de convertirse en) jornada electoral, el 25N era (y es) el Día Internacional contra la Violencia Machista, y cada año se celebra en Barcelona una manifestación contra la impasibilidad social y política y en recuerdo de las víctimas, que va de Canaletes hasta Plaza Sant Jaume. Este año, sin embargo, la Junta Electoral la ha prohibido. Por qué razón? Porque “coincide con la jornada de votación correspondiente a las próximas elecciones al Parlament de Catalunya”. Ya sabemos cómo van las cosas para la ciudadanía profana: el día 24 sólo se autoriza la reflexión electoral puertas adentro y la única política permitida el 25 será el discreto acto de depositar una papeleta en una caja transparente.