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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La España de Verines

Seguramente los medios de comunicación no contarán lo que acaba de ocurrir en la Casona de Verines, en el pequeño pueblo asturiano de Pendueles, pero algo ocurrió, quizá algo muy humilde pero bueno y significativo. Se celebraban treinta años de los encuentros literarios organizados por la Universidad de Salamanca, o sea por Víctor García de la Concha, y todos estos años tuvieron como característica propia y completamente inusual que los escritores y críticos asistentes pertenecían a las distintas lenguas escritas en España.

Hace unos meses Víctor García de la Concha, que había sido su fundador, y Álex Susanna, que había pasado por allí hace años como poeta y que ahora dirige el Institut Ramon Llull, se encontraron y discutieron, lo normal hoy en esta España confundida y que se discute a si misma. Susanna le dijo a De la Concha que todos los puentes entre lenguas y culturas estaban rotos y que había que recuperar el “espíritu” de aquellos encuentros de Verines. De la Concha no compartía el diagnóstico y defendía que ese espíritu seguía vivo. Discutieron y discutieron sin ponerse de acuerdo, pero se emplazaron a comprobarlo.

Así llegaron enfrentados y sin ponerse de acuerdo a la Casona de Verines estos pasados días 19 y 20 de septiembre. Para el evento de este año sumaron al Consello da Cultura Galega y al Etxepare Euskal Institutua. Pocas veces se da una colaboración y una reunión tan inclusiva. Y allí fuimos convocados veinte escritores y escritoras y críticos, para hacer un balance de “30 años de creación y diálogo” recelosos, suspicaces y alerta. Y, efectivamente, se discutió y mucho de política y de lenguas. ¿Fatiga? ¿Aburrimiento de esos asuntos? No, se discutió con dureza, hubo reproches, análisis, informaciones interesantes. Se perdieron los papeles, se encontraron de nuevo. Como tenía que ser porque, efectivamente, España está como está. Lo que también quedó claro es que es posible sentarse a la misma mesa, es posible decirse las cosas, gritarse, disculparse, discutir, conversar e incluso reír. Siempre que se intente encontrarse, como nos encontramos allí.

Falta que Víctor García de la Concha y Álex Susanna, principalmente, hagan un balance y una reflexión sobre el encuentro. No quedó claro quien de los dos tenía razón, parece que los dos. Si es así en años sucesivos debieran seguir pasando por allí escritores y escritoras de todas las generaciones y de todas las lenguas para hablar de literatura, de lenguas y de lo que sea, decirse cosas, gritarse, disculparse, discutir, conversar e incluso reír. Aunque sea desde posturas no sólo distintas sino contrarias y antagónicas, con más motivo. El encuentro de Verines fue un encuentro humilde pero es algo que ya parece impensable y lo organizaron las instituciones de las lenguas del Estado. ¿No merece la sociedad española ser informada de ello? Vuelvo a mi pregunta, ¿qué papel están jugando los medios de comunicación madrileños y españoles en general en esta situación a la que hemos llegado? Pero ése es otro tema.

Seguramente los medios de comunicación no contarán lo que acaba de ocurrir en la Casona de Verines, en el pequeño pueblo asturiano de Pendueles, pero algo ocurrió, quizá algo muy humilde pero bueno y significativo. Se celebraban treinta años de los encuentros literarios organizados por la Universidad de Salamanca, o sea por Víctor García de la Concha, y todos estos años tuvieron como característica propia y completamente inusual que los escritores y críticos asistentes pertenecían a las distintas lenguas escritas en España.

Hace unos meses Víctor García de la Concha, que había sido su fundador, y Álex Susanna, que había pasado por allí hace años como poeta y que ahora dirige el Institut Ramon Llull, se encontraron y discutieron, lo normal hoy en esta España confundida y que se discute a si misma. Susanna le dijo a De la Concha que todos los puentes entre lenguas y culturas estaban rotos y que había que recuperar el “espíritu” de aquellos encuentros de Verines. De la Concha no compartía el diagnóstico y defendía que ese espíritu seguía vivo. Discutieron y discutieron sin ponerse de acuerdo, pero se emplazaron a comprobarlo.