Lo diré tan alto y claro como sé: estoy hasta las narices, de los unos y de los otros, y de esta situación estrambótica en la que nos han metido unos y otros. Sí, lo digo desde la trinchera de la equidistancia, esa palabra hoy tan maldita para aquellos que hace años la reivindicaban para situarse a medio camino entre socialistas y convergentes.
Estoy hasta las narices de la apropiación indebida que muchos líderes y creadores de opinión independentistas hacen del concepto “pueblo de Cataluña”, y estoy hasta las narices de su retórica manipuladora. Dejen de hablar de referéndum, porque ni sus mismos observadores internacionales lo consideran como tal, y dejen de hablar de mandato de las urnas porque no hubo ninguno. Frenen la DUI, la DI o como le quieran llamar. Cuando se llega a un callejón sin salida lo más lógico es recular y buscar otra vía. La otra opción es darle al gas y estamparse contra la pared. No, gracias.
Estoy hasta las narices del seguidismo de los medios catalanes respecto a todo aquello que sale de las mentes pensantes y bocas parlantes de los señores y señoras del sí. Defenderemos a los medios públicos en caso de intervención, por supuesto, pero también hay que decir que nunca antes, ni en los años más gélidos del pujolismo, habían sido tan dóciles y acríticos con la gestión del Govern de la Generalitat. Pongo un ejemplo: el Govern dijo que el 1 de octubre los Mossos habían cerrado el doble de colegios electorales (yo prefiero llamarles puntos de votación) que la Policía Nacional y la Guardia Civil juntos, y que lo habían hecho sin ningún incidente. Si esto fuera cierto, ¿cómo es posible que no hayamos visto ni una sola imagen de estos cierres? Muy sencillo. Porque contaron como cerrados por parte de los Mossos puntos de votación que no se llegaron a abrir o bien otros puntos donde el responsable fue a entregar las urnas a la comisaría una vez ya estaba hecho el recuento. Lo sabe todo el mundo. O sea que en realidad los Mossos no cerraron nada, pero en los medios públicos se siguen repitiendo como loros este tipo de cosas (el cuento de las presuntas presiones para que las empresas se vayan sería otro ejemplo), simplemente porque las han dicho los buenos, y luego se ofenden cuando se pone en entredicho su profesionalidad.
También estoy hasta las narices de la frivolidad con la que muchos políticos catalanes recurren al franquismo para atacar a España, a su Gobierno o al partido de su Gobierno. Tenemos unos cuántos hijos de la LOGSE que se pasan el día dando lecciones de antifranquismo y maldiciendo el régimen del 78, el mismo que les ha dado la oportunidad de llegar donde han llegado. ¡También la inmersión lingüística es hija del 78! Aceptemos de una vez que somos unos privilegiados y que no vivimos bajo ninguna dictadura, y la prueba y a la vez paradoja es que por eso mismo muchos líderes y tertulianos indepes tienen la libertad de decir que sí que lo es, ¡algunos desde la misma tribuna del Congreso! Tanta memoria y sensibilidad que dicen tener y no se dan cuenta, o sí pero les importa un comino, hasta qué punto representa un insulto para los millones de personas de este mundo que verdaderamente sufren la opresión de un régimen despótico o sanguinario. Me caería la cara de vergüenza si le tuviera que explicar el drama catalán a un kurdo, un saharaui, un palestino, un checheno o un rohingya, o en general a cualquiera de la mitad de los habitantes del planeta Tierra que viven en condiciones de miseria. El mundo nos mira, sí, y ve que vivimos muy bien y que nos quejamos de todo. Es ridículo.
Ahora los otros. Estoy hasta las narices del manual de la intolerancia de FAES, que tanto mal ha causado a la convivencia y en cambio tantas mayorías ha proporcionado al PP. Sus votantes les consideran el garante de la unidad, cuando de hecho ustedes han sido el principal causante de la desunión, o de la desafección, e insisto que no hablo del 78, que fue un modelo de acercamiento y transacción, sino del funesto cuadrienio 2000-2004, el del Aznarato desenfrenado. Señores del PP (y de Cs), ¡sin ustedes y su manual de estilo el auge indepe sería sencillamente inexplicable! Ustedes son los máximos responsables, o sea que si realmente pretenden acercar posiciones, tendrán que empezar por cambiar la forma que tienen de entender España, con gestos tan simples como permitir el uso de las lenguas cooficiales en el Senado ¿No se dan cuenta del profundo repelús que genera la forma con la que acostumbran a expresar su españolidad? Pero sobre todo genera una enorme repulsión que su contraataque al independentismo se base en razonamientos tan demagógicos y ofensivos como que las escuelas catalanas adoctrinan, o que no se enseña la lengua española u –otra variante clásica del argumentario FAES– que en Cataluña el español es una lengua perseguida.
Estoy también hasta las narices de la falta de mano izquierda de este gobierno, acomplejado y acobardado ante su ala dura política y mediática, y que con cada nuevo paso que da lo único que consigue es alimentar de razones a la tropa indepe. Abandonen sus tics inquisitoriales, liberen a Sànchez y Cuixart (personajes por los que no siento ninguna simpatía y que han disfrutado de una escandalosa sobrerepresentación mediática, pero que de ningún modo merecen este trato); condonen la demencial multa del 9N a Mas, Rigau y compañía (tampoco ninguna simpatía, pero no les deseo la ruina); retiren el procedimiento contra Forcadell y el resto de la mesa del Parlament por permitir un debate; den tiempo al diálogo congelando al menos unas semanas el 155... En otras palabras, échenlo todo atrás, y no nos vengan con la excusa de la separación de poderes, que es aplicable en muchos casos (si hay medio Partido Popular en el banquillo es por algo), pero no en otros (la juez no habría decretado la prisión incondicional y sin fianza para Sànchez y Cuixart si el fiscal no lo hubiera pedido).
¿Saben en que coinciden ustedes y ellos? Pues que los dos hacen lo posible por asimilar España con su partido y su capital. Ustedes quieren una España uniforme. Y lo mismo quieren ellos, los indepes, porque cuanto más se asemeje España a Madrid y/o al PP, menos catalanes querrán formar parte de ella. Es así de simple y lo es desde hace muchos años, lo cual les podría haber invitado a reflexionar un poco sobre sus acciones y su imagen. Pero esta evidencia nunca les preocupó porque preferían seguir leyendo y escuchando a los medios y creadores de opinión que les lamen el pompis cuando se ponen toreros y les dan un coscorrón cada vez que aflojan.
Mi pequeño vía crucis, creo que compartido con otros, es que en este puñetero asunto sólo puedes estar hasta las narices de unos y no de los otros. Pero algunos nos sentimos así, hasta las narices de todo y de todos, o sea en tierra de nadie. Yo rehúso las trincheras, ni soy indepe ni antiindepe, pero al final tendremos que acabar cavando la de desafectos contumaces al patrioterismo español y al patrioterismo catalán. Sé de unos cuantos que esta condición de no alineados la llevan muy mal, en un estado de ahogo semidepresivo causado por el hedor a salvapatrias que nos rodea. Por suerte, y a pesar de este gran lío, las trincheras son todavía permeables y la sangre no ha llegado al río y tenemos que hacer todo lo posible para que nunca lo haga. Los catalanes continuamos conviviendo y queriéndonos, alguna vez los ánimos se encienden y tenemos que buscar otros temas de conversación, pero la cosa no pasa de aquí. Ya lo he dicho antes. Ni Madrid es Myanmar ni Barcelona es Aleppo.