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25-N: Inmigración y soberanismo

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La hegemonía del debate sobre la crisis y lo que puede implicar la salida soberanista está monopolizando el debate político previo a las elecciones del 25 de noviembre. Parece como si nos hubiéramos olvidado de lo que era uno de los temas más significativos en los últimos diez o quince años en Cataluña, la inmigración y cómo generar lógicas de acomodación e integración de los miles y miles de recién llegados. Incluso parece que hayan desaparecido los racistas y xenófobos, cuando hace sólo unos meses, en las elecciones municipales, constatamos su presencia y su capacidad de aprovechar sentimientos de miedo y rechazo para obtener representación política. Sabemos perfectamente que los más golpeados por el desempleo, por los desahucios, por el recorte de becas comedor, por las restricciones a la sanidad pública, son los inmigrantes. Las cifras nos hablan de impactos valorados en más del doble de los que afectan a personas nacidas o residentes aquí desde hace muchos años. Sin embargo, su invisibilidad social y política está siendo una de las características de esta campaña y de lo que dicen y explican los medios de comunicación. Si no votan, no cuentan. Y esto ocurre también con los niños y los jóvenes, mucho más que con los mayores. Unos no votan -porque no pueden o no quieren-, los demás votan. Unos sufren recortes, los otros no sufren tantos.

¿Pero qué pasará si, como todo hace suponer, se plantea una consulta para decidir sobre el futuro de Cataluña, y esta consulta se hace sobre el padrón y no sobre el censo electoral? ¿Qué votarán los inmigrantes, que como empadronados tendrán el derecho de hacerlo? ¿Los estamos incluyendo en el debate nacional y social que estamos teniendo? ¿Qué piensan? Estamos hablando de una parte considerable de la población de Cataluña. Y sabemos que en situaciones similares, como Quebec, el tema ha sido muy relevante. La organización Sos Racismo, que ha estado siempre al lado de los inmigrantes, desde un punto de vista político y de defensa de sus derechos, ha impulsado una campaña que lleva por título “Por igualdad de derechos y oportunidades, construyamos una Cataluña antirracista ”. La perspectiva que lleva es acertada y positiva. Justamente la contraria de lo que proponen la Plataforma per Catalunya (PxC) de Anglada, el PP que representa Garcia Albiol en Badalona, ​​o algunos dirigentes de CiU que, en varias ocasiones y lugares, han tonteado con estas cuestiones. Tenemos un buen punto de partida en el Pacto Nacional para la Inmigración que tiene ya un largo recorrido. No lo dejemos de lado en momentos de transformación como los actuales, y no olvidemos que Cataluña no podrá hacerse contra una parte muy importante de sus actuales habitantes.

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La hegemonía del debate sobre la crisis y lo que puede implicar la salida soberanista está monopolizando el debate político previo a las elecciones del 25 de noviembre. Parece como si nos hubiéramos olvidado de lo que era uno de los temas más significativos en los últimos diez o quince años en Cataluña, la inmigración y cómo generar lógicas de acomodación e integración de los miles y miles de recién llegados. Incluso parece que hayan desaparecido los racistas y xenófobos, cuando hace sólo unos meses, en las elecciones municipales, constatamos su presencia y su capacidad de aprovechar sentimientos de miedo y rechazo para obtener representación política. Sabemos perfectamente que los más golpeados por el desempleo, por los desahucios, por el recorte de becas comedor, por las restricciones a la sanidad pública, son los inmigrantes. Las cifras nos hablan de impactos valorados en más del doble de los que afectan a personas nacidas o residentes aquí desde hace muchos años. Sin embargo, su invisibilidad social y política está siendo una de las características de esta campaña y de lo que dicen y explican los medios de comunicación. Si no votan, no cuentan. Y esto ocurre también con los niños y los jóvenes, mucho más que con los mayores. Unos no votan -porque no pueden o no quieren-, los demás votan. Unos sufren recortes, los otros no sufren tantos.