El relato de los 130 presidentes que ha tenido la Generalitat desde la Edad Media presenta una imagen casi milenaria de continuidad histórica de la nación catalana, pero esconde páginas esenciales como la lucha por la democracia y por los derechos sociales de la edad contemporánea.
Es como resultado del triunfo del catalanismo democrático de izquierdas que se recupera por dos veces en el siglo XX el nombre de la institución medieval: en 1931 como recambio pactado de la República Catalana proclamada por Francesc Macià y en 1977 como recuperación simbólica de del Estatuto de 1932.
Ninguno de estos detalles ha sido suficientemente visible en el discurso oficial de estas semanas, exagerado emocionalmente en el título de “tierra de presidentes” para la población natal de Carles Puigdemont.
El discurso plano, repetitivo y acrítico dominante en los medios no ayuda a entender de qué 130 presidentes se habla, ni a qué tipo de institución pertenecían los 121 anteriores a Macià.
Antes de 1714, el título del presidente de la Generalitat se refiere al diputado de las Cortes Catalanas que por rango y preeminencia protocolaria tenía la función de presidir los actos y encabezar los documentos de la Diputación del General.
Este era el nombre de la comisión permanente establecida en 1289 para el cobro de un impuesto conocido como 'derechos de General' o 'generalidades', que comenzó a tener funciones políticas entrado el siglo XV.
El título coetáneo era el de diputado residente. Como el primero, el obispo de Girona Berenguer de Cruïlles (1358), todos fueron miembros del brazo eclesiástico de las Cortes, con la excepción de Joan I de Empúries (1376), diputado del brazo militar o noble, por ser miembro de la familia real. Nunca lo fue ningún diputado del brazo real, formado por representantes de ciudades y villas.
El público más atento puede haber pensado en Pau Claris -canónigo de la Seu d’ Urgell y 94 presidente-, que en 1641 proclamó la república catalana amparada por Francia, cuyo rey Luis XIII fue proclamado conde de Barcelona.
Setenta años después, la Guerra de Sucesión fue dirigida por la Junta de Brazos, que dependía de ella, y no por la Generalitat -con Josep de Vilamala, sacristán de Sant Esteve de Banyoles, como 121º presidente.
El relato nacional de los 130 presidentes enlaza directamente con el milenario de Cataluña celebrado durante la presidencia de Jordi Pujol, en 1988, y la celebración reciente, poco matizada, del tricentenario de la derrota de 1714.
Un gran agujero negro de 300 años se traga los fundamentos de la contemporaneidad: revolución liberal, republicanismo, movimiento obrero, incluso los orígenes y crecimiento del catalanismo. Incluso el relato democrático que inspiró la lucha antifranquista y la política unitaria de la transición.
El título oficial de presidente de la Generalitat, se estrenó con Francesc Macià durante la II República, continuó con Lluís Companys -fusilado por Franco- y en el exilio con Josep Irla y Josep Tarradellas, que volvió en 1977, conservando el título al frente de una Generalitat provisional reconocida por la monarquía.
Los antecedentes medievales fueron un argumento útil en la negociación -por el vínculo con la monarquía catalano-aragonesa-, en sentido inverso a como lo habían sido en 1931, como referencia histórica de unas instituciones propias.
En aplicación del Estatuto de Autonomía de 1979 fueron elegidos Jordi Pujol y Pasqual Maragall y en aplicación del nuevo estatuto de 2006 lo han sido José Montilla, Mas y Carles Puigdemont.
Es el cien trigésimo o el noveno presidente de la Generalitat, Puigdemont? No puede plantearse como una cuestión nominal ni resolverse en una discusión que siempre será interpretativa. En todo caso, no se debe obviar que la Generalitat contemporánea es un resultado de las luchas democráticas del siglo XX, de las que estos nueve presidentes son exponentes institucionales.