Yo soy “el hijo de Guillamet”, que sale citado algunas veces en el libro póstumo de Francisco Candel, El gran dolor del mundo. Diarios 1944-1975 , recién publicado. Joan Guillamet era un profesor de instituto de literatura española, que había llegado de Figueres en 1966. Escribió en los periódicos - El Noticiero Universal, El Correo Catalán, La Vanguardia y Avui, entre otros -y fue autor de libros sobre el estraperlo, las brujas, los gitanos y, sobre todo, el Empordà.
Vivíamos en el paseo de la Zona Franca, junto a la calle Fundición, ahora Foneria. Desde el balcón se veía una masía rodeada de huertos, donde ahora hay una gasolinera. Más abajo las fábricas de Phillips y Lámparas Z, donde ahora está la biblioteca. Los Guillamet enseguida se hicieron amigos de los Candel.
Aquella masía y aquellos huertos nos recordaban los que había en Figueres, detrás de casa. Todo había cambiado bastante en relación al barrio que Candel había conocido antes de la Guerra Civil y descrito algunos años antes en sus primeras novelas. Pero después ha cambiado mucho más. Él lo vio, y después se ha convertido en una figura de este paisaje, honrada con el nombre de esta magnífica biblioteca, donde presentamos el libro el pasado 31 de mayo, en un acto organizado por la Fundación Paco Candel.
Un día visité Candel en su estudio de la calle de los Ferrocarriles Catalanes, 37-39, no lo recuerdo bien. Era el primer piso donde habían vivido. Me impresionó la modestia del escritor y la solemnidad, sobria y discreta, del antiguo comedor lleno de libros, su máquina de escribir, sus papeles... Su disposición para la conversación. Yo tenía dieciocho años y había comenzado en la universidad. Pocos años después, nos encontrábamos en la redacción de Tele/eXprés, donde él venía a llevar el artículo de cada sábado, el día antes a mediodía. “Lo que Cuenta Candel”.
Un día contó mi boda, no en un artículo, sino en un libro, Diario para los que crean en la gente (1973, p. 352-353), dedicado a José María Huertas Clavería, almas casi hermanas. Todo era verdad menos los nombres, Javi y María Luisa, los Caballé. Nos hizo literatura. También el narrador se había dotado de un seudónimo, Felipe Blasco. Ahora salimos con nuestros nombres a los Diarios , p. 739, entrada del domingo 6 de febrero de 1972. “Ayer se casó el hijo de Guillamet”. Había gente del semanario Presencia de Girona, donde él había colaborado, que había sido suspendido hacía poco. No falta la nota política del momento.
En los libros de Candel sale mucha más gente, y más importante en su vida, pero me ha parecido que esta nota personal servía para explicar mi presencia como presentador de sus diarios de juventud y bajo la dictadura franquista, ahora publicados con este título cautivador - El gran dolor del mundo“ - sacado de una de las entradas antiguas de los periódicos.
Testigo bajo censura
El periodismo y la literatura de Candel son el testimonio de su vida, de su gente, de su época. Lo había escrito más de una vez. En el prólogo de su libro Aún más sobre los otros catalanes (1985) lo dijo y repitió, se definió así como escritor. Una vez dice “Yo creo que he hecho una literatura de observación y testimonial” . Y otra: “En realidad, he sido una persona que lo ha contado todo en sus libros y lo seguiré haciendo”.
Y he aquí que ahora tenemos estos diarios que son un gran documento personal, social y político. He mirado qué escribía Candel en septiembre de 1966, cuando nosotros llegamos de Figueres. Estaba a punto de publicar Ser obrero no se ninguna ganga (1968) y nos habla -se habla a sí mismo- de sus problemas para escribir y, sobre todo, para publicar. Es un retrato muy fresco de cómo funcionaba el mundo editorial y, sobre todo, la censura. La relación con la censura es muy importante en la vida de Candel, es determinante en la formación de su obra literaria, de un éxito tan inmediato y potente.
Candel escribió bajo censura gran parte de sus libros, especialmente los que le dieron más prestigio. Esto ha pasado con muchos escritores, en muchos países, en muchos regímenes. Es menos habitual el caso de escritores sociales y políticos como Candel. Pero está el caso excepcional de Larra, a primeros del XIX, el primer gran autor de la literatura española contemporánea.
Sus primeros ocho libros fueron escritos y publicados bajo el imperio de la censura más estricta, antes de que la pequeña liberalización de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 aflojara también un poco el rigor de la censura de libros:
Ocho libros bajo la censura más estricta: Hay una juventud que aguarda , 1956; Donde la ciudad cambia sume número , 1957; Han matado un hombre, han roto el paisaje , 1959; Temperamentales , 1960; Los importantes: Pueblo , 1961; Los importantes: Élite , 1962; ¡Dios, la que se armó! ; 1964; Los otros catalanes , 1964; y Los otros catalanas , 1965.
Durante estos años Candel también escribió en la prensa, sometida a la censura de una ley de guerra de 1938: empezó a La Jirafa , semanario literario de corta duración en los años 50 donde habló por primera vez de los otros catalanes, y seguir, entre otros, a Destino , donde conoció otro tipo de censura, menos cruenta, la del propietario. Josep Vergés no le publicó un reportaje encargado sobre el antiguo matadero de Barcelona, porque había demasiada sangre, pero le pagó. Después lo publicó y volvió a cobrar, y mucho mejor, a Solidaridad Nacional , el diario falangista! Cosas...
Nuevo libros más se publicaron entre 1966 y 1975, bajo la vigilancia de la Ley Fraga, antes de la muerte de Franco: Viaje al Rincón de Ademuz , 1968; Brisa del Cerro , 1970; Historia de una parroquia. Los avanguardistas y la guerra , 1971; Los que nunca opinan , 1971; Ser obrero no se ninguna ganga , 1972; Aún más sobre los otros catalanes / Algo más sobre Los otros catalanas , 1973; Diario para los que crean en la gente , 1973; Carta abierta a un empresario , 1974; A cuestas con mis personajes , 1975.
En esta época, los problemas con la censura ya eran visibles en el caso de la prensa. Revistas y periódicos no pasaban censura previa, pero podían ser penalizados después por el gobierno y eso era noticia que ponía en evidencia la represión y, a menudo, su estulticia. Por ejemplo, una multa de 2.000 pesetas en el editor de Canigó, abril de 1970, por un artículo que ridiculizaba un sargento 'chusquero' del ejército.
En esta época más reciente, la censura de libros, que continuaba siendo previa pero menos dura, daba lugar a largos procesos de revisión y negociación que Candel explica muy bien en su diario.
La existencia de la censura significa que los funcionarios del gobierno deben revisar cualquier libro o artículo antes de autorizar su publicación. En este régimen de arbitrariedad absoluta, sin posibilidad de recurso a instancias superiores, y menos independientes, los autores quedaban absolutamente a merced de los censores.
Hay un hecho previo que no hay que olvidar. Antes de enviar los textos a la oficina de censura, los autores ya se han censurado a sí mismos. Ya han mirado que su texto se adapte a las limitaciones vagamente concretadas que el régimen les exige. Antes de la censura, ya ha habido la autocensura. Si el periodista y el escritor quieren publicar sus textos y las empresas periodísticas y editoriales quieren mantener su negocio estas son las condiciones de una dictadura. Sin menospreciar su obra posterior, el gran Candel es el primero, hecho bajo y contra la censura.
testigo íntimo
Y ahora tenemos este libro magnífico: El gran dolor del mundo. Diarios 1944-1975 , Debate, editado por Anna Caballé y Gabriel Jiménez de la Universidad de Barcelona. Estos diarios son el testimonio del Candel más auténtico, sin pasar por la censura porque escribe para sí mismo y se desahoga de las dificultades que la censura le produce. Es el Candel íntimo. Es un libro que no estaba destinado a ser publicado. Acaso no había leído nunca nadie más que a él mismo.
No es un caso infrecuente en la literatura la publicación póstuma de diarios íntimos de los autores, siempre con la autorización de los herederos. En el caso de autores testimoniales como Candel, ofrece el interés añadido de poder contrastar lo que pudieron publicar con que lo que verdaderamente habrían podido escribir en libertad.
Es muy interesante, como he dicho, todo lo relativo con los problemas de la censura y de sus mecanismos de aplicación. Pero lo es más su crónica personal de los acontecimientos de la época, tanto la reacción ante acciones oficiales del franquismo, como sobre las actividades de la oposición clandestina, ya sea ligada al catalanismo católico o al comunismo, el eco de las huelgas y conflictos obreros o la represión.
Pienso en un equivalente soviético, el caso del escritor ucraniano Vassily Grossmann, conocido muy por Vida y destino , la gran novela sobre el asedio de Stalingrado, que se ha comparado con Guerra y paz de Tolstoi. Un escritor en guerra. Vasili Grossman a Ejército Rojo, 1941-1945 , es un libro menos conocido, que recoge una selección de sus anotaciones que luego le sirvieron para la novela y para las crónicas periodísticas.
La lástima es que éstas no han sido traducidas al castellano y no sabemos hasta donde pudo narrar la guerra, más allá del canto del heroísmo de los soldados soviéticos durante la II Guerra Mundial, condición inexcusable en el diario Estrella Roja por lo que escribía y que era el diario oficial del Ejército.
De Candel tenemos los artículos al alcance pero falta reunirlos y estudiarlos. Hemos hablado alguna vez desde la Universidad Pompeu Fabra con su hija María y la Fundación. Estaría bien poder hacernos una idea precisa del periodismo de Candel, actividad tan importante como los libros a la hora de ganarse la vida. Es una carencia que se da en muchos casos, incluso en Josep Pla, de quien de la obra periodística sólo conocemos la conversión literaria. Su literatura se alimenta mucho de la colaboración previa con periódicos y revistas, pero tampoco tenemos un estudio específico de su periodismo.
Estos diarios del primer Candel tienen varios niveles de lectura. Se deben leer, ante todo, sin prisas, porque son muchas notas de 30 años y 900 páginas. Leer despacio y digerir bien! Sobre muchos hechos, muchos lugares, muchas personas. Es un relato polifacético de la vida de Candel que se define como un escritor que observa.
Una vez dentro, hay diferentes niveles de lectura:
· La peripecia personal y colectiva de unos barrios donde “ la ciudad cambia sume número ”, elegante eufemismo de las afueras pobre y desaliñado hace medio siglo.
· El registro testimonial íntimo e introspectivo del gran cronista literario de la inmigración española de los años centrales del siglo XX.
· El registro informal de numerosos hechos y datos de la vida política -oficial y clandestinamente, sufridor de la primera y solidario activo de la segunda.
· El registro también de las condiciones de vida de un escritor de libros y de periódicos, con datos concretos de ganancias y retribuciones de mucho interés para los estudiosos.
· Un índice de nombres muy extenso, entre los que destacan por el número de veces citados los de sus familiares y amigos más directos, con la única excepción de Francisco Franco -no necesitan comentarios-, con su “voz de grillo cebollero ”, como dice en la nota del 20 de noviembre de 1975 que cierra el libro.
· Un índice que invita también a una lectura de picoteo, siguiendo los nombres que salen.
Un libro para ir leyendo y recordando vivencias personales y colectivas, para continuar recordando y amando este gran amigo de todos que fue el Paco Candel.