Aún con la resaca de la derrota de la candidatura olímpica de Madrid 2020 y digiriendo el lamentable papel que la mayoría de los medios de comunicación españoles, empezando por TVE, han hecho a la hora de informar sobre el tema sustituyendo el rigor y la visión crítica por el patriotismo mesetario, casi me atraganto con el anuncio hecho por el alcalde Trias de que Barcelona formalizará la candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2022. La ciudad del sur del Mediterráneo que exporta sol y playa quiere ofrecer ahora también nieve y frío. ¿Dónde se ha visto animalada más grande y absurda?
En Barcelona ya empieza a ser una tradición que el alcalde saliente se saque del sombrero un regalito envenenado en forma de gran evento antes de irse. El primero que lo hizo fue Pasqual Maragall (si obviamos Narcís Serra y sus Juegos Olímpicos del 92) dejando sobre la mesa de Joan Clos el proyecto del Fórum de las Culturas 2004, una propuesta que nadie sabía por dónde coger y que sirvió para que unos cuantos especuladores se hicieran de oro construyendo pisos y hoteles de lujo en la parte del Besòs y encareciendo el barrio. La idea de repetir el Fórum en otros lugares del mundo ha acabado muriendo y no precisamente de éxito.
Ahora es Xavier Trias quien recoge el regalito envenenado que le dejó el relevo de Clos, Jordi Hereu, en forma de candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2022. Recuerdo perfectamente el día que se hizo el anuncio. El 13 de enero de 2010 se convocó una rueda de prensa medio clandestina en el Museo Olímpico de Barcelona. Nadie sabía nada, ni los periodistas ni los jefes de los partidos de la oposición, que fueron avisados ââpor teléfono poco antes de hacer la presentación oficial. Yo estaba en un desayuno organizado por ERC y un Jordi Portabella descolocado por la noticia y las maneras utilizadas tuvo que grabar tres veces su valoración ante las cámaras de TV3 antes de darle el visto bueno.
Toda la oposición apoyó a Hereu más por obligación que por convencimiento, consciente de que el alcalde quemaba sus últimos cartuchos intentando detener su descrédito creciente entre la ciudadanía. Sólo ICV-EUiA –el socio del PSC en el gobierno– se desmarcó y le criticó por apostar por la política de grandes eventos en plena crisis económica. También lo hizo la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). “Lo que necesitamos en un momento tan difícil como este son políticas de transformación reales orientadas a resolver los graves problemas sociales y ambientales que tiene Barcelona”, declaró.
La propuesta de Hereu que hace suya Trias esconde también un viejo sueño centralista del Novecentismo burgués de principios del siglo XX que tanto se rechaza en comarcas: el de pasar de la Barcelona-ciudad a la Cataluña-ciudad. El proyecto del Gobierno catalán de abrir en Tarragona un megacasino bajo el nombre de Barcelona World o los mismos Juegos de Invierno que quieren convertir el Pirineo catalán en el patio trasero de la candidatura barcelonesa –al limitarlo a ser la sede de las competiciones– son dos lamentables ejemplos.
Aún con la resaca de la derrota de la candidatura olímpica de Madrid 2020 y digiriendo el lamentable papel que la mayoría de los medios de comunicación españoles, empezando por TVE, han hecho a la hora de informar sobre el tema sustituyendo el rigor y la visión crítica por el patriotismo mesetario, casi me atraganto con el anuncio hecho por el alcalde Trias de que Barcelona formalizará la candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2022. La ciudad del sur del Mediterráneo que exporta sol y playa quiere ofrecer ahora también nieve y frío. ¿Dónde se ha visto animalada más grande y absurda?