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Vacíos urbanos: ¿donde centramos la mirada?

Helena Cruz (@hel_cruz) y Raül de Castro (@RauldeCastro_)

Descampados en las entradas de las ciudades y solares vacíos en la trama urbana están presentes en los paisajes de nuestras ciudades desde hace décadas pero debido al estallido de la burbuja inmobiliaria se han multiplicado, esparciendo en muchos rincones un paisaje desolador que también acoge esqueletos de edificios inacabados o carcasas abandonadas. Actualmente, los vacíos urbanos representan uno de los principales retos de la gestión urbana y en muchos municipios la ciudadanía hace tiempo que presiona por la apertura de solares y la reapropiación de estos espacios medio olvidados. Como respuesta, varios ayuntamientos han iniciado programas de reactivación temporal de solares o de equipamientos públicos, a pesar de que la mayor parte de los huecos son de propiedad privada. Sin embargo, aun se han hecho pocos esfuerzos para estudiar el fenómeno y para analizar su incidencia en nuestras ciudades.

Sorprende la poca existencia de cartografías de vacíos urbanos de nuestras ciudades (pese a su impacto negativo), ya sean impulsadas por el gobierno o por la ciudadanía. Sin embargo, su representación territorial nos permite comprender su magnitud y pone en evidencia la calidad del espacio público de la ciudad. De hecho, cuando los huecos se cartografían se observa que son un virus que se extiende y que su localización no siempre responde a una lógica territorial: encontramos en los centros de los núcleos urbanos, en sectores periféricos de nuevos crecimientos y en las urbanizaciones de baja densidad. Precisamente, la representación gráfica de su localización en una ciudad media de la segunda corona metropolitana barcelonesa muestra como las urbanizaciones de baja densidad acogen gran parte de los vacíos: más de la mitad de los solares vacíos, alrededor de la mitad de los edificios residenciales a medio construir y casi un cuarto de los edificios residenciales en desuso. Estos datos muestran como la problemática de los vacíos urbanos afecta con mayor virulencia las urbanizaciones de baja densidad. Pero ¿tiene el mismo impacto un hueco en una urbanización que en el núcleo urbano?

Si bien una cartografía de vacíos urbanos nos permitiría tener una fotografía a nivel general, este es sólo el punto de partida para poder valorar las características del fenómeno. Un inventario de vacíos urbanos de la ciudad nos ofrece una valoración cuantitativa, que en cierto modo podría considerarse parcial o sesgada. Si hemos de apuntar las posibles líneas de actuación en la gestión de los vacíos urbanos, en tanto que una de las principales políticas de transformación territorial de las ciudades actuales, necesitamos también hacer un análisis cualitativo. No podemos pues hacer políticas de transformación urbana sólo a partir de una cuantificación de los vacíos urbanos sino que hay que valorar su relevancia: impacto poblacional, carácter de bien común, situación estratégica, naturaleza histórica, posibles usos a desarrollar, etcétera. Hay que tener en cuenta que el actual contexto de falta de recursos económicos hace que la inversión pública tenga que priorizar aquellas actuaciones que permitan impactos óptimos en la ciudad.

En la tradicional diatriba entre ciudad compacta y urbanización dispersa, los vacíos urbanos también tienen un rol diferenciador. En las urbanizaciones de baja densidad algunos de los huecos incluso no ofrecen un paisaje vacuo, sino que en muchos casos los solares son parcelas forestales que actúan como espacios ambientales, incluso como conectores biológicos. Por el contrario, en el casco urbano tienen una afectación mayor en términos poblacionales, suelen ser espacios que han tenido vida previa, comprenden un amplio abanico de tipologías (solares vacíos, equipamientos vacíos, edificios a medio construir, edificios residenciales en desuso, comercios desocupados) y se sitúan en espacios referenciales. Así pues, la heterogeneidad de los vacíos urbanos centrales ofrece más posibilidades a la hora de darles vida y permite un impacto exponencial en tanto que pueden favorecer a más población. Por otra parte, conviene resaltar que en las urbanizaciones de baja densidad la reactivación de algunos huecos pueden incrementar los escasos espacios de encuentro. Sin embargo, estos entornos urbanos requieren de actuaciones mucho más significativas para corregir sus problemáticas estructurales.

En definitiva, en la nueva agenda urbana, las actuaciones para dar vida a los vacíos urbanos deberían desarrollarse en base a una nueva lógica, huyendo del modelo especulativo que ha caracterizado el urbanismo en los últimos años, con el fin de no caer en los mismos errores que nos han llevado a la situación actual. Para empezar, únicamente si superamos el carácter efímero de las actuaciones hasta ahora propuestas conseguiremos transformar el espacio público, huyendo de actuaciones puntuales y poco ambiciosas, alcanzando el máximo impacto con el mínimo de recursos. En segundo lugar, la gran mayoría de actuaciones realizadas hasta la fecha se limitan a reactivar vacíos urbanos públicos pero convendría ser valientes y abarcar todas las titularidades del suelo. Finalmente, dentro de una lógica de política urbana transformadora, la reactivación de los huecos debería permitir la creación de espacios vividos y generadores de equidad social.

En resumen, las actuaciones de los vacíos urbanos no deberían circunscribirse allí donde más se cuentan, sino allí donde más cuentan. Sólo tendrán éxito aquellas que tengan un alcance colectivo y que respondan a un modelo de ciudad donde la calidad del espacio público sea su piedra angular.

Descampados en las entradas de las ciudades y solares vacíos en la trama urbana están presentes en los paisajes de nuestras ciudades desde hace décadas pero debido al estallido de la burbuja inmobiliaria se han multiplicado, esparciendo en muchos rincones un paisaje desolador que también acoge esqueletos de edificios inacabados o carcasas abandonadas. Actualmente, los vacíos urbanos representan uno de los principales retos de la gestión urbana y en muchos municipios la ciudadanía hace tiempo que presiona por la apertura de solares y la reapropiación de estos espacios medio olvidados. Como respuesta, varios ayuntamientos han iniciado programas de reactivación temporal de solares o de equipamientos públicos, a pesar de que la mayor parte de los huecos son de propiedad privada. Sin embargo, aun se han hecho pocos esfuerzos para estudiar el fenómeno y para analizar su incidencia en nuestras ciudades.

Sorprende la poca existencia de cartografías de vacíos urbanos de nuestras ciudades (pese a su impacto negativo), ya sean impulsadas por el gobierno o por la ciudadanía. Sin embargo, su representación territorial nos permite comprender su magnitud y pone en evidencia la calidad del espacio público de la ciudad. De hecho, cuando los huecos se cartografían se observa que son un virus que se extiende y que su localización no siempre responde a una lógica territorial: encontramos en los centros de los núcleos urbanos, en sectores periféricos de nuevos crecimientos y en las urbanizaciones de baja densidad. Precisamente, la representación gráfica de su localización en una ciudad media de la segunda corona metropolitana barcelonesa muestra como las urbanizaciones de baja densidad acogen gran parte de los vacíos: más de la mitad de los solares vacíos, alrededor de la mitad de los edificios residenciales a medio construir y casi un cuarto de los edificios residenciales en desuso. Estos datos muestran como la problemática de los vacíos urbanos afecta con mayor virulencia las urbanizaciones de baja densidad. Pero ¿tiene el mismo impacto un hueco en una urbanización que en el núcleo urbano?