Parecía que nunca iba a llegar, pero ya está aquí. El caso Palau, el escándalo que cubrió de barro el oasis catalán, llega a juicio este miércoles ocho años después de su estallido. En el banquillo de los acusados se sentarán los exgestores y saqueadores confesos de la institución cultural, Fèlix Millet y Jordi Montull, aunque la clave del juicio será determinar si, como sostienen el instructor y el fiscal, Convergència camufló a través del Palau de la Música comisiones de Ferrovial a cambio de obra pública.
Los focos de la corrupción de los que el partido huye –ha llegado a refundarse en el PDECat para ello– volverán a iluminarle durante los cuatro meses que se alargará el juicio. Todo ello en la recta final del proceso independentista, o como le suelen apodar los neoconvergentes, de la “desconexión” con España.
Convergència llega al juicio del Palau como responsable civil por beneficiarse presuntamente del expolio de la institución cultural. El fiscal Emilio Sánchez Ulled tiene claro que el saqueo del Palau y la financiación irregular de Convergència van de la mano: según su tesis, mientras Millet y Montull se llenaban los bolsillos, el Palau fue la tapadera a través de la que el partido recibió 6,6 millones –cantidad que pide decomisar a CDC– de Ferrovial a cambio de obras públicas del último gobierno de Jordi Pujol. Una de ellas es la Ciudad de la Justicia, el edificio donde se celebrará el juicio.
Está por ver cómo aguanta el juicio la nueva imagen y marca convergente, el PDECat, y también cómo afecta a la relación con sus socios independentistas de ERC y la CUP. Pese a la nueva hornada de dirigentes que dirigen el PDECat, el presidente del partido es la misma persona que ocupaba la secretaría general de CDC en la época de los hechos que se juzgan: Artur Mas.
Con todo, el único convergente que se sienta en el banquillo es el extesorero de CDC, Daniel Osàcar. Han quedado fuera del macrojuicio dos miembros del partido clave en la trama: el extesorero Carles Torrent (falleció en 2005) y el exdiputado Jaume Camps –su responsabilidad penal prescribió y declarará como testigo el 10 de abril. En la misma fecha testificará Àngel Colom, actualmente vinculado a CDC, que llegó a estar imputado en el caso por los 75.000 euros que le entregó Millet para saldar las deudas del Partit per la Independència (PI).
Otras fechas marcadas con rojo son el 8 de marzo, cuando empezarán a declarar los acusados –Millet, Montull, Osàcar...– y así hasta completar los 16 encausados el 17 de marzo. El partido y el resto de responsables civiles, como las hijas y la mujer de Millet, declararán la semana del 20 de marzo. Un mes después será el turno –como testigo– de Andreu Viloca, tesorero de CDC actualmente investigado por el 3%. El goteo de testigos convergentes ilustres lo completarán el 27 de abril los exconsellers de Obras Públicas de los últimos gobiernos de Pujol, Felip Puig y Pere Macias.
“El inefable Fèlix Millet”
Todo empezó con una carta anónima a Hacienda en 2002 en la que se denunciaba que “el inefable Fèlix Millet” gastaba dinero del Palau de la Música en cruceros, viajes, coches y obras en sus casas. No fue hasta 2009 cuando la Fiscalía presentó una querella y los Mossos registraron los despachos de Millet y su mano derecha, Jordi Montull.
Millet, otrora prohombre de la cultura y descendiente de una de las sagas que han ejercido el poder en la sombra durante generaciones en Catalunya, confesó en septiembre de 2009 haberse apropiado de al menos 3,3 millones. La Fiscalía eleva el desfalco hasta los 25 millones. La instrucción lleva prácticamente terminada desde 2013.
El “peaje”, en palabras del fiscal, cobrado a Ferrovial para participar en el mercado de obra pública se canalizaba a través del Palau. Sánchez Ulled sostiene que Ferrovial pagaba un 4% en comisiones, que se dividían entre CDC (2,5%), y Millet y Montull (1,5%), por su labor de intermediación y disimulación de los pagos. Posteriormente los exreponsables del Palau, siempre según el fiscal, se repartían ese porcentaje en un 80% y un 20%, respectivamente.
El partido –a diferencia de Millet y Montull, saqueadores confesos– viene negando durante los ocho años que lleva abierto el caso haberse lucrado o financiado a través del Palau. La defensa del partido ha señalado siempre que no existen irregularidades en los concursos públicos investigados. De hecho, el fiscal sostiene que los pagos que constituyen la presunta financiación de CDC se “disfrazaban” por tres vías: 3,7 millones a través de dinero en efectivo entregado al tesorero del partido, facturas falsas de empresas por valor de 2,3 millones, y convenios de colaboración cultural “falsos” con la Fundación Trias Fargas, vinculada a CDC.
Sin responsables políticos
¿Qué jefes de CDC urdieron o consintieron la trama? Es una de las preguntas sin respuesta del caso Palau. “La lógica apunta a que Osàcar y Torrent debieron de contar como mínimo con el asentimiento de altos responsables del partido, extremo que no ha podido ser suficientemente acreditado”, señala el escrito de acusación del fiscal Sánchez Ulled.
La única sorpresa que podría deparar el juicio sería que Jordi Montull proporcionara datos para confirmar la presunta financiación irregular de CDC y descargar así de responsabilidad a su hija Gemma, exdirectora financiera del Palau y que se expone a 26 años de prisión por tener un papel “determinante”, según el fiscal, en la confección de las facturas falsas hacia CDC. En cualquier caso, una eventual condena quedaría por debajo de las penas solicitadas provisionalmente –la Fiscalía pide 27 años y medio de cárcel para Millet y Montull– por las dilaciones que ha sufrido el proceso y porque los dos ya devolvieron parte del dinero al Palau.
El primero en declarar será Millet. El hombre que en su niñez jugaba con el Rolls Royce de las tías del conde de Godó afronta el juicio con 81 años recluido en su casa de l'Ametlla del Vallès, alejado –que no expulsado– del mundo de las élites catalanas en el que nació y destacó. El propio Millet lo resumía así en el libro L'Oasi Català (Planeta, 2001): “Somos unas cuatrocientas personas que nos encontramos en todas partes y siempre somos los mismos. Nos encontramos en el Palau, en el Liceu, hay un núcleo familiar y nos vemos coincidiendo en muchos sitios, seamos o no parientes”.
Millet lo fue todo en Catalunya. Se sentó en consejo de La Caixa, de Agrupació Mútua, de la sociedad del Gran Teatre del Liceu y de la fundación del F.C. Barcelona, entre otras empresas y fundaciones. Su labor más destacada, sin embargo, fue la de devolver a la primera línea al Palau y al Orfeó Català, emblema del nacionalismo catalán fundado por su bisabuelo Lluís. Bajo el liderazgo de Fèlix Millet, el Palau llegó a coger el testigo del Liceu como lugar de reunión predilecto de las élites. También tuvo tiempo para saquearlo.