Josep Rull (Terrassa, 1968) lleva más de 30 años militando en política. Él, como Carles Puigdemont, era de los pocos independentistas que había en Convergència. Ahora, tras pasar 33 días en la cárcel de Estremera, se muestra agradecido por el trato recibido por parte de los funcionarios de la prisión y apela a los ciudadanos del resto de España para convencerles de que lo que les ha pasado a los políticos independentistas que han acabado en la cárcel le puede pasar a cualquiera de ellos.
¿El paso por la cárcel ha cambiado en algo su percepción de lo que ha pasado en Catalunya en los últimos meses?paso por la cárcel
No, ha reforzado mis convicciones para trabajar y conseguir un país que sea libre y justo. El paso por la cárcel ha reforzado nuestras ideas y nuestra dignidad. No quiero que mis hijos vivan en un estado en el que la gente pueda ir a la cárcel por defender pacíficamente sus ideas. Mi compromiso político después de pasar por la cárcel es notablemente diferente, es trabajar para conseguir un país de estas características.
Esto me interpela a mí como catalán pero me gustaría compartirlo con los ciudadanos del resto del Estado español. A los soberanistas catalanes nos han metido en la cárcel y nos han intentado humillar y vejar por defender unas determinadas ideas. Nos está pasando a nosotros pero le puede ocurrir a cualquier otro ciudadano del resto del Estado.
Representantes políticos y de la judicatura subrayan que no se persiguen sus ideas y la prueba es que hay muchos dirigentes independentistas que no están en prisión.
Se intenta imputar violencia donde no la hay. Nos imputan delitos de una gravedad extraordinaria. Se nos pone al mismo nivel que Tejero o movimientos violentos cuando nosotros hemos planteado un movimiento que es radicalmente pacífico y pacifista. Y por otro lado, en España no es un delito organizar un referéndum, se despenalizó. En la cárcel tuvimos la posibilidad de hablar con gente que ha cometido delitos atroces, de sangre, homicidios, asesinatos, con una petición de pena inferior a la que se nos plantea a nosotros. Esto no es normal.
¿Si pudiese dar marcha atrás, hay alguna cosa qué haría distinta?
Hemos aprendido. Tenemos clara la cartografía que hay detrás del muro. Pero tendremos ocasión de hacer balance y ver cuáles han sido los puntos fuertes y los errores. ¿Los ha habido? Sí, pero en estos momentos la prioridad no es hacer este balance sino conseguir que aquellos que están en la cárcel salgan, que los que están en el exilio regresen y recuperar las instituciones democráticas de Catalunya. Cuando lo consigamos nuestra obligación es hacer un balance muy serio y riguroso de los aciertos y debilidades de este proceso.
Aunque no quiera aún hablar de los errores, respóndame al menos si viendo los costes personales y políticos que ha tenido cree que fue un error aprobar la declaración unilateral de independencia.
¿Qué opciones había? Teníamos un mandato democrático y una amenaza cierta de aplicación del 155. Era una amenaza clara y evidente hiciésemos lo que hiciésemos. Incluso en la hipótesis de que el president Puigdemont hubiese convocado elecciones, el 155 se hubiese aplicado igualmente con toda rotundidad. Yo lo vi personalmente.
El presidente Rajoy y el delegado Millo lo han explicado por activa y por pasiva. El candidato Albiol también. Para el PP el 155 no es una cuestión coyuntural, es hacer tabla rasa y reconocer que hubo un error en el 77 con Tarradellas, en el 78 con la Constitución y en el 79 con el Estatut. Además, la aplicación del 155 es claramente inconstitucional. Las cuatro únicas razones por las que un presidente autonómico puede ser cesado son: dimisión, moción de censura, inhabilitación o muerte.
Entiende que haya independentistas decepcionados porque se les aseguró que se estaba preparando Catalunya para la independencia y ahora las grabaciones y documentación que han trascendido demuestran que no era cierto.
Sé lo que hicimos y lo que preparamos. Pero no estábamos preparados para un escenario de uso de toda la fuerza del estado. Y el 1 de octubre vimos el despliegue de esa fuerza. Hay un límite que nunca vamos a traspasar: el de la violencia y la seguridad de la gente. Ante la fuerza rotunda del Estado no estamos preparados.
Nunca pondremos en peligro la seguridad y la cohesión del país, somos un movimiento pacífico que quiere ganar en las urnas. Lo hicimos el 27-S, el 1-O y el 21-D es una segunda vuelta del 1-O en unas urnas convocadas por el Gobierno. La pregunta clave es de estas elecciones es: ¿Se va a reconocer el resultado?
Le hablaba de los propios documentos del Govern. Incluso un excompañero suyo, Santi Vila, reconoció que él no había preparado nada.
Santi Vila era el conseller de Cultura y desde ese departamento no se tiene que preparar prácticamente nada porque las estructuras de estado están incorporadas en el propio autogobierno. Había otros ámbitos en los que evidentemente se tenía que preparar todo un paquete de iniciativas normativas, legislativas y operativas.
¿Y eso estaba?
Eso estaba.
ERC dice que hay que votar a Junqueras porque aunque el 21D ganase Puigdemont, a la que pise suelo español será detenido y no podrá ejercer de presidente. ¿Por qué habría que votar a Puigdemont?
Para que vuelva a ser presidente de la Generalitat. Mejor dicho, para restablecer el gobierno legítimo de Catalunya de manera operativa. Para mí, Carles Puigdemont es el presidente legítimo de Catalunya. Lo es. Operativamente está en el exilio bajo riesgo de ser arrestado. Quien puede sacar a los presos de la cárcel y conseguir que regresen el president y los consellers en el exilio es la ciudadanía de Catalunya.
Una victoria clara del soberanismo es la manera de inyectar legitimidad y fuerza democrática para restablecer las instituciones que han sido atacadas. Y desde esta perspectiva, la mayoría de las encuestas dicen que la mayoría de los catalanes quieren que el presidente sea Carles Puigdemont.
Pero el proceso judicial sigue su curso. ¿Se podría dar el caso de que Puigdemont ganase, lograse ser investido sin haber regresado, y siguiese viviendo en Bruselas?
Esa es la anormalidad y por eso no nos resignamos a que haya gente pacífica encerrada en la calle acusada de un delito de violencia. No nos resignamos a que el president de la Generalitat tenga que estar fuera para evitar la vejación a la que fuimos sometidos. O que haya candidatos como es mi caso que tengamos la libertad de expresión limitada.
No me ha contestado. ¿Puede ser que después del día 21, si Puigdemont gana, ejerza de president desde Bruselas?
Puede ser. Vamos a ver los escenarios. ¿Puede ser? Puede ser todo. Nuestro objetivo es que el president Puigdemont pueda volver a su despacho de la plaza Sant Jaume como presidente legítimo y operativo de Catalunya. No se puede ignorar ni encarcelar la voluntad de la gente expresada libremente.
Me quedé escandalizado escuchando al portavoz socialista, el señor Ábalos, diciendo que “en función de quien gane o de que color sea el gobierno vamos a mirar si seguimos o no con el 155”. O sea es lo mismo que decir “o ganamos nosotros o apartamos a los otros”. Este no es un problema que afecte a los soberanistas es un problema que interpela a todos los demócratas españoles.
Insiste mucho en que no es un problema sólo de los independentistas. ¿Ha echado de menos que desde el resto de España hubiese más voces que denunciasen que el proceso judicial planteaba dudas?
He visto cómo han respondido la mayoría de partidos y de los poderes fácticos. Pero también nos hemos encontrado con muchos ciudadanos anónimos que nos decían 'en mi nombre no'. Hemos recibido centenares de cartas muy emocionantes de gente de Catalunya, que nos escribían en catalán y en castellano, y cartas de otros muchos puntos. De Asturias, Galicia, Santander, Castilla, Valencia...que nos decían 'yo no comparto la independencia de Catalunya, les queremos dentro de España, pero lo que he visto no quiero que ocurra en mi país'.
Recuerdo una carta de un asturiano que decía: 'He oído que a ustedes les pusieron grilletes por la espalda. Yo discrepo radicalmente de la independencia pero esto no puede pasar en mi país'. Este es un sentimiento que puede ser muy amplio en España y este es el sentimiento con el que nos gustaría sintonizar y conseguir amplios espacios de empatía. Lo que nos jugamos es la calidad democrática en España y en Europa.
De todos los mensajes que ha recibido, ¿cuál es el que más le ha sorprendido?
Me han sorprendido algunas ausencias. Me ha sorprendido el silencio inquietante de personas de otros partidos con las cuales hemos trabajado durante mucho tiempo en el Parlament. Me ha sorprendido en positivo, muy en positivo, la actitud de mi alcalde, que va a ser siempre mi alcalde, Jordi Ballart [presentó su dimisión como alcalde de Terrassa y dejó el PSC por estar en contra del 155]. Ballart es una persona de una honestidad increíble y es uno de los que dijo 'no en mi nombre a amparar el 155 y la encarcelación de gente que yo conozco que no han tenido ninguna posición violenta'. Nosotros no es que defendamos instrumentos pacíficos sino que hemos militado en el pacifismo. Ante la jueza de la Audiencia Nacional algunos recordaron la militancia en la objeción de conciencia. Estos somos nosotros.
Pero aunque sea de manera pacífica se han saltado la ley.
¿Puede haber un elemento de desobediencia? Quizás. ¿Hay un delito de rebelión o sedición? Sin duda, no. ¿Hay un ejercicio de la violencia? Rotundamente, no. Que se impida salir de la cárcel a los dos 'Jordis', a Quim Forn y a Oriol Junqueras básicamente con el argumento de que pueden seguir organizando actos violentos, con todo el respeto a la Justicia, no es aceptable, no lo puedo compartir de ningún modo. Con todo el respeto pero tendremos que discrepar y muy contundentemente.
Sobre las ausencias que le han sorprendido. ¿Miquel Iceta, Inés Arrimadas, Xavier García Albiol o Xavier Domènech se han puesto en contacto con usted?
No, que me conste. Hay algunas cartas que no recibimos. Hay un millar de cartas que nos dieron en unas cajas al irnos. Podría ser, quiero ser prudente. Pero intuyo que no. Yo me sentaba delante de Inés Arrimadas en el Parlament y tuvimos muchas ocasiones de hablar. Nos conocimos en Terrassa, antes de que fuese diputada en el Parlament. Tú puedes discrepar radicalmente del otro pero hay algunos elementos de humanidad que vale la pena desarrollar. La última cosa que comenté con Inés Arrimadas fue cuando hubo una persona de mi partido que planteó que fuese declarada persona non grata en Sant Andreu de Llavaneres. Yo me indigné y le dije a Inés Arrimadas 'esto no es aceptable y voy a hablar con gente del partido para enmendar esta situación'. Esta fue la última conversación que tuve con Inés Arrimadas.
Quien sí me ha hecho llegar un mensaje es la portavoz socialista, Eva Granados. También estoy muy agradecido a Janet Sanz y Mercedes Vidal, del Ayuntamiento de Barcelona. Con ambas compartía consejo de administración en la Autoridad Metropolitana del Transport.
Hay elementos que en la vida y la política no son menores. Ahora quizás entre en un tema personal. Yo tengo un hijo de tres años y uno de ocho años y para mí lo peor de la cárcel fue que durante 33 días sólo los vi una vez. Una vez. Tú puedes estar de acuerdo o no con las ideas políticas del otro, con los hechos del otro, pero hay un elemento de una cierta sensibilidad que se había mantenido siempre en Catalunya. Yo trabajaré para que este elemento se vuelva a recuperar. Nosotros no lo hemos perdido.
Hemos salido de la cárcel sin una sombra de rencor. Desde el rencor no se construye nada y esta Catalunya que queremos ofrecer a todos los ciudadanos, hablen catalán o hablen castellano, hayan nacido o no en Catalunya, quieran o no la independencia, debe construirse desde el respeto y la cordialidad.
¿En algún momento pensó que tendría que haberse ido a Bruselas?
No. Tuve la posibilidad. Lo que sí he pensado y así se lo he trasladado al president es que él hizo bien en irse a Bruselas. Porque no es Carles Puigdemont, es el president Carles Puigdemont. Ha hecho bien en preservar la presidencia de la Generalitat. A nosotros se nos ha pretendido humillar. No sé si es normal en un estado de derecho que la jueza esté mirando el móvil. Soy abogado, y para mí no lo es. Y cuando salimos de la Audiencia Nacional, nos dieron el auto de ingreso a cárcel, unos policías nos estaban esperando y nos pusieron las esposas por detrás para bajar unas escaleras e ir a los calabozos. ¿Es necesario esto?
No había riesgo de fuga ni de actuación violenta, ¿es normal que nos manden a las cárceles con grilletes, algunos por delante y otros por detrás? Para un desplazamiento de una hora. ¿Esto tiene sentido? O que el día que declaré ante el juez del Supremo lo hiciese absolutamente mareado por el viaje. Y hay gente que dice: 'Pero ustedes se lo merecen'. Aquí ha habido un punto que no es normal. Los policías belgas quedaron escandalizados cuando los periodistas les preguntaron si Puigdemont y los consellers habían entrado esposados a declarar.
¿Le gustaría repetir como conseller?
Me gustaría repetir como conseller de Territori i Sostenibilitat. Me gustaría que el Govern de la Generalitat, que todos, el president, el vicepresident y los consellers que quisieran pudiesen volver a la normalidad. Quiero agradecer el apoyo del personal de mi departamento. Nosotros queremos la normalidad democrática. Las urnas nos dan esta oportunidad, no hay mal que por bien no venga. Son unas urnas impuestas pero nosotros siempre que hay urnas las abrazamos y las exprimimos al máximo para conseguir algo tan importante como la legitimidad.
En estos momentos está gobernando Catalunya una fuerza política que tiene el 8% de los diputados del Parlament, que de 135 diputados tiene 10 y que según algunas encuestas puede bajar a 6 diputados. El PP puede ser extraparlamentario en Girona y en Lleida. Son los que están gobernando Catalunya en estos momentos. Esto no puede ser normal.
Antes ha comentado que dada su situación judicial tiene limitada la libertad de expresión. ¿Hay algo que hubiese querido decir en esta entrevista y que se haya callado?
Sí, pero soy prudente. Quiero acabar esta campaña en la calle y no en la cárcel y por lo tanto no lo voy a decir.