Illa no tiene prisa y confía en el callo negociador del PSC

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Si Ada Colau consiguió repetir como alcaldesa en el 2019 fue porque el PSC cogió el teléfono y llamó a Manuel Valls, de quien la dirigente de los Comuns había abominado en campaña. “No haré ningún tipo de alianza extraña con el señor Valls. Está totalmente descartado esto”, aseguró solo una semana antes. No hizo falta que lo hiciese ella. Se encargaron los socialistas, que la misma noche de las elecciones vieron clara cuál debía ser la jugada para evitar que el republicano Ernest Maragall se convirtiese en alcalde.

En las últimas municipales pasó algo parecido. Ya con Jaume Collboni por delante de Colau pero por detrás de Xavier Trias, y pese a que el socialista había afirmado que si no llegaba primero no intentaría ser alcalde, el PSC volvió a jugar sus cartas. Y volvió a ganar. Pasó lo que parecía imposible, que Comuns y el PP se situasen en el mismo bando. El objetivo en ese caso fue cerrar el paso a Trias. Collboni se hizo con la vara y ahora se apoya en ERC a la espera de cerrar un acuerdo con los republicanos para integrarles en su equipo de gobierno.  

En la sede del PSC no es que reinase el entusiasmo con la negociación de Pedro Sánchez con Junts para asegurarse que podía quedarse en la Moncloa. Pero puestos los pros y contras en la balanza y viéndose capaces de explicar la ley de amnistía, hicieron suyo un acuerdo que implicaba que todos se comiesen sus palabras, también Carles Puigdemont cuando proclamó que sus votos nunca servirían para investir a Sánchez.

Así que, desde la experiencia de pactar a izquierda y derecha para conseguir sus propósitos, los socialistas se lo toman con calma. Primero porque como todos los partidos, y especialmente el PSOE y el PP, tienen marcado en rojo el 9 de junio, la fecha de las elecciones europeas. El calendario establece como límite para la constitución del Parlament el día siguiente, el 10 de junio. Y a partir de entonces es cuando empezará en serio cualquier negociación para la investidura del próximo president.   

El temple de Salvador Illa está más que acreditado y no tiene ninguna prisa. No quiere atosigar a ERC ni aparecer públicamente presionando a los republicanos mientras estos deciden cómo enfocan su particular travesía del desierto. Una vez anunciada la decisión de Pere Aragonès de retirarse de la primera línea política, el líder del PSC le dedicó un tuit en el que le expresó todo su respeto personal y político. “Pese a las diferencias políticas, le agradezco el trabajo realizado durante estos años al Gobierno de la Generalitat”, escribió en la red X. 

La primera opción de los socialistas sigue siendo la de convencer a ERC. No lo tienen fácil porque los republicanos están por borrarse de las negociaciones y que tanto Illa como Puigdemont se busquen los apoyos que puedan recabar. ERC asegura que estará en la oposición y eso cierra la puerta a la propuesta del líder de Junts, que además necesitaría que los socialistas le dejasen pasar, algo a lo que el PSC se niega. Así que por más que Junts quiera jugar una prórroga y llegado el caso intentar forzar unas elecciones, Illa sale mejor posicionado para ser investido sin que haya que descartar la opción de una repetición de los comicios.

Igual que ERC tendrá presión para evitar un bloqueo que no le conviene electoralmente, también el PP recibirá su 'pressing' para que permita que por primera vez desde la etapa de José Montilla (2006-2010) la presidencia de la Generalitat no recaiga en un político independentista. Con el sí del PP y los Comuns, a Illa solo le faltaría la abstención de ERC o de Vox. El presidente de la Generalitat valenciana y barón del PP, Carlos Mazón, ha sido el más conciliador al señalar que hace falta una reflexión “en positivo” para ver cómo se empieza a “construir entre los constitucionalistas” y ha abogado por hacerlo “con generosidad”. 

Feijóo recibirá presiones de dentro para ayudar a Illa (no del ayusismo, claro) y lo que es fácil de pronosticar es que las tendrá sobre todo de los sectores empresariales, especialmente los catalanes que, descontada la sociovergència, ven en el candidato socialista al presidente de la Generalitat que más les puede convenir. Por sus relaciones con el Gobierno central (eso es algo que siempre tienen muy en cuenta) y por el modelo económico que defiende el PSC de Illa y que les satisface bastante (aunque preferirían que se aviniese a bajar impuestos).

Si el líder del PP quiere tener contento al empresariado catalán, el mismo que arruga la nariz por sus pactos con Vox, puede tener aquí una oportunidad. Falta mucho para comprobarlo y lo dicho, hasta después de las europeas, paciencia.