Después de invocarla durante meses, la “unidad estratégica” del independentismo se ha acabado pudriendo antes de florecer. A cuatro días de la Diada, no solo no hay pacto sobre la respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo sino que los partidos mayoritarios, JxCat y ERC, ya no disimulan que tienen visiones antagónicas sobre la estrategia a seguir desde el Govern. Ni camino compartido, ni coincidencia en el diagnóstico ni, casi, se expresan en un lenguaje mútuamente inteligible.
La bronca escaló hasta la primera línea de los partidos después de varias semanas de intercambios más o menos soterrados. Este viernes, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont se embarraron en una discusión pública sobre un posible avance electoral como respuesta a las condenas. El expresident había asegurado el miércoles que las elecciones que propone ERC “claramente debilitarían las instituciones”, a lo que el dirigente republicano replicó: “¿Desde cuándo el ejercicio democrático del derecho de voto debilita las instituciones de un país?”.
El encontronazo entre los dos líderes es la señal externa de una herida profunda que ha dividido a los partidos independentistas, el Govern que comparten, y también el movimiento social que el próximo miércoles volverá a movilizarse como cada año de los últimos siete. Y eso que dirigentes de JxCat y ERC han pasado el verano lanzando mensajes a los suyos para bajar las espadas, con la promesa de presentar antes de la Diada un guión conjunto para responder al Supremo.
Las conversaciones se han sucedido, en público y en privado, entre todos los agentes que tienen algo que decir en el universo independentista. Quim Torra abrió la ronda de contactos en junio, mientras que las direcciones de ERC y JxCat han ido viéndose durante el verano para tratar sobre la respuesta a la sentencia, la última vez la semana pasada en Ginebra. Pero de todo ello no han trascendido conclusiones claras, más allá de la vaga idea sobre la “confrontación con el Estado” que Torra avanzó hace dos semanas, recogiendo unas palabras de Puigdemont, y que volvió a proponer en Madrid este jueves sin acabar de concretar.
Las desavenencias en el campo independentista son de tanto alcance que ambos partidos asumen como posible llegar al día en que se dicten las sentencias sin poder presentar un plan conjunto para dar la batalla desde las instituciones. La que debía ser la “Diada de la recuperación de la confianza”, en palabras de Torra, amenaza con convertirse en la fiesta de la desconfianza entre independentistas y, el día después de las sentencias, en una guerra sin tregua entre socios de Govern.
Una “confrontación” que no aterriza
Los partidarios del expresident se agarran a la idea de la “confrontación democrática” sin acabar de llenarla de contenido. Consideran que la mejor forma de reaccionar a las condenas es volver a abrir un periodo de conflictividad institucional con el Estado, similar al de octubre de 2017. Pero, para ello, necesitan encontrar una fórmula que, como en su día fue el referéndum del 1 de octubre, pueda servir ahora de mecha para esa “confrontación” a la que aluden.
Para ese fin se barajan varias opciones, como publicar la declaración de independencia en el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC), una propuesta apadrinada por la ANC que ERC ha bloqueado en el Parlament. Retomar la investidura de Puigdemont, saltándose la prohibición explícita impuesta por el Constitucional, es otra idea con adeptos en el espacio de JxCat. Con todo, no está claro hasta qué punto lanzar el nombre del expresident a la arena es un plan tomado en serio en el Palau o solo un espantajo electoral contra ERC.
El propio Torra utilizó esta táctica para cargar contra Roger Torrent la semana pasada, después de que el presidente del Parlament propusiera un “gobierno de concentración”. La reacción desde el Palau fue trasladar a los medios que más valía que Torrent se preparase para una eventual investidura de Puigdemont, algo que después rebajaron.
ERC: presupuestos o elecciones
Pero, en las filas de Esquerra, más que prepararse para investir a Puigdemont están pensando en cómo abrir una nueva etapa política aprovechando su buen momento electoral. Los de Junqueras no contemplan volver a meterse en una crisis constitucional a corto plazo y proponen mover ficha en el ámbito institucional. Eso pasa por una remodelación del Gobierno o por un adelanto electoral, ambos escenarios en los que Torra tiene la última palabra. En ERC se miden sus fuerzas para empujar al president en alguna de esas dos direcciones.
De entrada, tanto el vicepresident del Govern, Pere Aragonès, como el presidente del Parlament, Roger Torrent, han propuesto abrir la puerta del Govern al resto de fuerzas soberanistas, los 'comuns' y la CUP, para formar un gobierno de concentración tras las sentencias. Una opción sobre la que JxCat ha evitado pronunciarse y que los dos partidos interpelados han enfriado mucho en los últimos días. Hasta el punto de que ambos han advertido a ERC que ni siquiera ven fácil apoyar los presupuestos.
Las cuentas del año que vienen se han convertido en una obsesión en la vicepresidencia que dirige Aragonès, quien vincula su aprobación a continuar la legislatura. “En el año 2020 será insostenible esta situación [de prórroga presupuestaria] y los servicios públicos no se lo pueden permitir”, aseguró el vicepresident, lanzando en un mensaje de socorro a los grupos de izquierdas y, a la vez, advirtiendo a Torra de que su respuesta a la sentencia no puede alejarles de ninguno de sus potenciales socios.