El tradicional 'seny' [sentido común] catalán remite a unos valores que, en los últimos años, han encontrado poco espacio en la polarización del 'procés'. Pero truncado el programa independentista con la aplicación del artículo 155 y ante las elecciones del día 21D, la referencia al 'seny' ha vuelto con fuerza entre los partidos constitucionalistas que desean ocupar la nueva centralidad.
“Recuperem el seny”, rezaba la pancarta con la que Sociedad Civil Catalana llenó las calles de Barcelona el pasado 8 de octubre. “Aliança pel seny i pel catalanisme” se llama ahora el acuerdo que el PSC acaba de firmar con Units per Avançar, herederos de la Unió de Josep Antoni Duran i Lleida, para concurrir juntos a las elecciones del 21D. Su líder, el exconseller Ramon Espadaler, acudirá en el número 3 de la lista de los socialistas por Barcelona, que encabezarán Miquel Iceta y Eva Granados.
El PSC busca en este acuerdo los 100.000 votos democristianos que quedaron sin representación en las elecciones del 2015. Un importante botín que, además de colocar a los de Iceta en un espacio nacionalista moderado en el eje nacional, no les resta capacidad para rascar votos de la frontera que tienen con Ciutadans.
El acuerdo, de paso, cierra al PDeCAT la opción de una marcha atrás en sus postulados independentistas al tiempo que complica una candidatura de Santi Vila en solitario. Los socialistas saben que el espacio que les brinda su nueva alianza, correspondiente al nacionalismo moderado que ha gobernado en Catalunya durante décadas, será uno de los más disputados en estas elecciones.
Ciutadans y la Catalunya del 78
En Ciutadans también son muy conscientes de esta realidad. Hace tiempo que los naranjas trabajan para dejar atrás su imagen de activistas contra la inmersión lingüística y de azote de CiU. Inés Arrimadas, en quien la formación naranja ha depositado todas sus apuestas para llegar al Palau, reivindica para los suyos una idea de Catalunya como piedra angular del consenso del 78 que entronca con los valores del catalanismo pactista.
En los discursos de la líder de la oposición no es raro escuchar referencias a una Catalunya moderna, dinámica y con respetables particularismos, que Arrimadas asegura que admiraba en su infancia jerezana. Tampoco suena a nadie extraño que Ciutadans haya decidido celebrar actos propios en las diadas del 11 de septiembre, una fecha que aseguran querer “rescatar” de su significación independentista. En el 40 aniversario de la vuelta de Josep Tarradellas a Catalunya, el partido que lleva por nombre la frase más célebre del histórico president no se ha cansado de elogiar su figura.
Tanto ha sido así que durante la pasada legislatura algunas voces cercanas, como Albert Boadella o el exdiputado Antonio Robles, han llegado a recriminarle estos guiños al espacio catalanista. Sin embargo, la estrategia es avalada desde la dirección de Albert Rivera, consciente de que Catalunya puede convertirse en la palanca estatal de la formación.
De Josep Piqué a Sociedad Civil
Las estrategias electorales del PSC y Ciutadans se enmarcan dentro de una evolución acelerada que el antiguo espacio del unionismo de derechas está llevando a cabo para convertirse en una oposición al independentismo mucho más transversal. El fichaje de Josep Borrell como cabeza de cartel de los mítines de Sociedad Civil Catalana (SCC) ha abierto la organización hacia la izquierda.
Con esta estrategia los partidos tratan de dejar atrás la confrontación de banderas para buscar la seducción al votante nacionalista que rechaza el independentismo y, lo que es más importante, pasar página al apoyo que han dado al 155.
La búsqueda de votos en caladero catalanista tiene precedentes históricos, como el desembarco de Josep Piqué a la candidatura catalana del PP en las elecciones de 2003. El hasta entonces ministro con José María Aznar tenía un perfil amable para el nacionalismo de una CiU que daba en aquel momento el relevo de Jordi Pujol a Artur Mas. En aquel momento las fuerzas del catalanismo proponían la mejora del autogobierno, un impulso que se plasmaría en la redacción del nuevo Estatut. La propuesta funcionó, recuperando buena parte de los 120.000 votos perdidos por Alberto Fernández Díaz.