“Catalunya será lo que los catalanes quieran que sea”, ha repetido en múltiples ocasiones Pablo Iglesias, líder de Podemos. El reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos, incluyendo el derecho a decidir que exige una notable parte del Parlament y una amplia mayoría de la sociedad catalana, supone una novedad si lo comparamos con la actitud negativa predominante entre los principales partidos españoles. Sin embargo, Podemos, y también Izquierda Unida (IU), son las únicas fuerzas de raíz estatal que evitan el no sistemático por respuesta y que, en base a un principio de radicalidad democrática, toleran e incluso defienden el derecho a decidir del pueblo catalán.
Agrietados los puentes tradicionales, donde destacan el pactismo de CiU con el poder de turno en España o las alianzas entre PSOE y PSC, los pocos vasos comunicantes por donde fluye el entendimiento político Catalunya-España están ahora ubicados en la izquierda alternativa. El poder hegemónico empieza a mostrar síntomas de decadencia en el Estado –PP y PSOE han perdido, entre ambos, un total de 17 eurodiputados respecto a las europeas de 2009— y, en Catalunya, CiU y PSC caen a la segunda y tercera posición, detrás de ERC. Ante este panorama, Catalunya, vista hasta el momento como un problema desde el bipartidismo y otros sectores de la política española, podría ser precisamente lo contrario: una solución.
Así lo ven algunos analistas, como el profesor de sociología de la Universidad de Barcelona, Josep Maria Antentas, que cree que Catalunya podría ser la “palanca” que hiciese saltar el “régimen surgido de la Transición”. Para Antentas, que el pueblo catalán pueda decidir su futuro libremente puede ser un elemento decisivo para desencadenar una profunda reformulación del Estado que dé paso a “un nuevo orden democrático, justo y solidario”. De hecho, formaciones como ICV-EUiA, las CUP y, también, movimientos como Procés Constituent, están reivindicando ampliar el derecho a decidir a otras cuestiones, como los recortes, la soberanía alimentaria o energética o el derecho al propio cuerpo. Una serie de reivindicaciones democráticas que enlazan directamente con la reformulación del Estado que exige Podemos, más allá de fronteras y banderas.
El analista político David Espinós detecta agotamiento, tanto en Catalunya como en España, de lo que él llama “la vieja política” y de los nuevos partidos “que nacen viejos” –como Vox, señala—. Por ese motivo, pone en valor los nuevos liderazgos, como el de Pablo Iglesias, pero también el de Oriol Junqueras (ERC), Ernest Urtasun (ICV) o Alberto Garzón (IU) a quienes ve “más capaces” para dar salida a las reivindicaciones que hoy marcan la agenda política. Insiste que las nuevas generaciones, muchas de ellas posteriores al último pacto constitucional, deberían tomar las riendas del nuevo ciclo político que, poco a poco, va pidiendo paso.
Tal y como señalan en un artículo el abogado humanista, Jaume Asens, y el profesor de Derecho constitucional de la UB Gerardo Pisarello; los procesos constituyentes que se han abierto en Catalunya —y añaden los de Euskal Herria y los que defiende ANOVA para Galicia, o Compromís para el Pais Valencià— “podrían acabar con la independencia, pero también podrían dar lugar a nuevas fórmulas de convivencia —federales o confederales—”. Segun ellos, en uno u otro caso, ni son incompatibles con otros procesos constituyentes de ámbito estatal o europeo, ni tienen por qué ser vistos como una amenaza para la gente “de debajo” de otros rincones del Estado.
La sintonía de Podemos con la izquierda alternativa catalana
La irrupción de Podemos en Catalunya ha tenido varias vías de acceso. La más importante, no cabe duda, ha sido la de los medios de comunicación. Podemos, como hizo la PAH con su portavoz Ada Colau, se ha tomado los antiestamínicos necesarios para superar la tradicional alergia a los protagonismos excesivos de los liderazgos que tanto han caracterizo a muchos movimientos de izquierdas, como le sucedió al 15M. Ahora bien, Podemos también ha tenido padrinos, más o menos explícitos. Y, en Catalunya, uno de ellos ha sido Revolta Global, la misma Izquierda Anticapitalista (IA) que, en el conjunto del Estado, ha visto en Podemos una nueva marca interesante y mediáticamente potente para llegar a los sectores descontentos con la izquierda más tradicional.
Sea como sea, y para salir de dudas, solo hace falta escuchar a Pablo Iglesias para entender que, de momento, lo que más va a caracterizar el tránsito de Podemos en suelo catalán será la prudencia y la equidistancia entre iniciativas semejantes. En una entrevista concedida a Catalunya Ràdio, hablaba así sobre el Procés Constituent: “Ha sido una de las inspiraciones más importantes para nosotros, tanto por lo que representan Teresa y Arcadi como por la cantidad de gente y de movimientos que han sido capaces de aglutinar”, y apostillaba: “ojalá la colaboración sea posible”. En el mismo nivel situó otras iniciativas: “Nos encantan las experiencias de las CUP, pero también vemos con mucha simpatía lo que hacen otras organizaciones políticas como ICV-EUiA”.
Entre tanta sintonía, la pieza disonante es la del ex fiscal jefe anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, ex militante de ICV, muy crítico con el apoyo de los ecosocialistas al derecho a decidir. Sus duras declaraciones en contra de la consulta soberanista han dibujado un interrogante sobre la veracidad de las palabras de Iglesias en relación a esta cuestión. Por cierto, Villarejo dejará su escaño en el Parlamento Europeo tras presentar la directiva contra la corrupción política que lleva su nombre. Tania Sánchez, una joven activista asturiana, será su sustituta.
¿Quién votó a Podemos en Catalunya?
Una semana después de conocer el resultado electoral, las formaciones han hecho números. Según los cálculos de ICV-EUiA y las CUP el ascenso de los de Iglesias no va en contra de sus intereses políticos. Las dos formaciones que, por semejanza programática y por el perfil de sus votantes, más podría rivalizar con Podemos, ven con buenos ojos la entrada de Podemos en escenario político español y catalán. Si en el consejo nacional de los ecosocialistas el mismo Joan Herrera, secretario general de ICV, celebraba como propios los cinco eurodiputados de Podemos, poco después era Quim Arrufat, segundo de a bordo de las CUP, quién les daba la bienvenida.
Esta tranquilidad aparente se entiende, en parte, con los resultados en la mano. Podemos ha entrado con fuerza en zonas donde ni ICV-EUiA ni las CUP tienen especial arraigo. En Barcelona, por ejemplo, la irrupción de Podemos rompe esquemas en zonas populares y de raíz castellanoparlante como Torre Baró (10,3% del voto), Canyelles (9,2%) o Ciutat Meridiana (8,3%); ante resultados más discretos en barrios de tradición catalana, como Gracia (4,4%), donde los ecosocialistas son la tercera fuerza. Más allá de la capital catalana, los porcentajes son significativos en el denominado Cinturón Rojo, como El Hospitalet (10%), El Prat (9%), Viladecans (8%), Sant Boi de Llobregat (7,8%) o Cornellà (7%), sobre todo si los contraponemos a los de las provincias de Girona (2,4%) y Lleida (2,2%), donde menos apoyos recogió la formación.
El jefe de campaña de ICV, Marc Rius, hace un dibujo aproximado del votante de Podemos en Catalunya: “Se trata mayoritariamente de gente joven, situada en zonas castellanoparlantes y en barrios muy afectados por la crisis. Con altos índices de precariedad y en donde es más habitual consumir medios de fuera de Catalunya”. Para Rius, la formación de Iglesias es más fuerte en zonas abstencionistas y, especialmente, donde cosecharon buenos resultados partidos como PSC y Ciutadans en las últimas autonómicas de 2012. De hecho, Rius encuentra similitudes de forma entre Podemos y C’s, pese a divergir programáticamente en todo. “Ambos apuestan claramente por acceder al votante vía medios masivos, entonan el concepto de casta política, y eluden el eje izquierda-derecha para, en el caso de Podemos, hablar de los de arriba y de los abajo”.
Veamos ahora qué sucede en el caso de las CUP. Podemos logró en Catalunya un total de 117.096 apoyos, es decir, el 4,66% de los votos. Hace dos años, en las elecciones al Parlament, la CUP-AE consiguió 126.435 votos –el 3,47%–. Con estos resultados en la mano, más de uno podría pensar que, al no presentarse la CUP en las europeas, Podemos ocupó su lugar. Jordi Salvia, uno de los responsables de comunicación de las CUP señala que “alguno de nuestrros votantes puede que les haya dado apoyo, pero no observamos un gran trasvase de votos”, asegura.
De hecho, observando el voto a las CUP en 2012 y el de Podemos el pasado domingo 25 de mayo, se hace difícil encontrar correlaciones, tanto en el área metropolitana de Barcelona como en el conjunto de Catalunya. Por ejemplo, en el mencionado barrio de Canyelles, Podemos obtuvo el 9,2% de los votos, mientras que las CUP en 2012 sólo llegaron al 2,6%. Y, en el sentido contrario, en Gracia la CUP obtuvo el 8,1% del voto, y Podemos el 4,4. Otro caso significativo es el de Sabadell, donde las CUP sacaron solo el 3,57% de los votos y Podemos un considerable 7,11%.
Además, Salvia destaca el respeto mostrado por Podemos a procesos abiertos en Catalunya que llevan tiempo trabajando “desde abajo”, como es el caso de su formación y Procés Constituent. De ahí, dice, el “perfil bajo” de la campaña que Podemos ha realizado en Catalunya, lo que explica que los resultados de los de Iglesias sean menos espectaculares en Catalunya que lo que han sido en España.
En base a estos resultados, se puede concluir que el espacio que ha abierto Podemos en Catalunya tiene un perfil propio. Es decir, pese a la pluralidad que existe en Catalunya a la izquierda de los socialistas, hay un espacio político que Podemos puede ocupar. Habrá que ver a partir de ahora cómo la formación de Iglesias es capaz de administrar organizativamente el apoyo electoral recibido y qué escenarios abre en España y Catalunya. A juzgar por la oleada indiscriminada de descalificaciones que ha recibido la formación y su líder, parece seguro que el papel que le tocará jugar podría ser clave para desencallar múltiples déficits democráticos que arrastra el Estado. En Catalunya, como mínimo, las fuerzas que defienden el derecho a decidir ya tienen un interlocutor más. Y con raíz madrileña.