Dos meses después de que el independentismo revalidara su mayoría absoluta, JxCat y ERC aún no se han puesto de acuerdo para formar un Govern que, al menos sobre el papel, acabe con el 155. Ambas formaciones mantienen un pulso difícil de comprender desde fuera, tanto por la profundidad de los asuntos en los que difieren como por la gran cantidad de detalles que deben pulir. Todo ello en contexto inédito de intervención de la autonomía.
Las diferencias a estas alturas ya no pasan sin embargo por asuntos de gran calado, como la investidura de Puigdemont o consensuar un nombre para sustituirlo, sea Oriol Junqueras como pide ERC, o Jordi Sànchez a quien apuntan en JxCat. En las últimas semanas la negociación ha sido capaz de avanzar más allá de eso y, sin embargo, ahora vuelve a estar encallada. El problema actual puede resumirse en una batalla entre JxCat y ERC por el número tres del Govern. Y es que, si tanto Puigdemont como su sustituto quedan fuera de la tarea ejecutiva, es el número 3 el que asumiría el peso efectivo de la Generalitat.
Recapitulemos sobre el estado de las negociaciones. La primera gran divergencia con la que se encontraron ambas formaciones tenía que ver con si Carles Puigdemont debía ser o no investido, dada su situación procesal y el cerco judicial que el Constitucional ha establecido en torno a ello. El Alto Tribunal, en un gesto que supera cualquier decisión tomada hasta la fecha, impuso unas medidas cautelares al Parlament en las que les prohibió no solo investir a Puigdemont a distancia, sino emprender cualquier iniciativa que sirviera para auparlo a la presidencia. Incluso legislar sobre dentro de sus, a priori, competencias propias.
En JxCat consideran una cuestión de principios hacer que el president cesado recupere la legitimidad en una votación de investidura, pese a las consecuencias penales para los diputados que esto puede acarrear. También pese a la segura suspensión que recaería sobre la investidura y que impediría que Puigdemont firmase ningún decreto para formar Govern, con lo que el 155 no decaería, volviendo el independentismo a la discusión inicial sobre la investidura. ERC, en cambio, opina que el riesgo penal y el embrollo político no merece la pena, tratándose la investidura de un mero gesto simbólico.
El “paso al lado” se da por hecho
Pero no es la investidura de Puigdemont lo que actualmente separa a ambas formaciones. Desde la propuesta de brindar al president cesado un reconocimiento simbólico desde el Parlament se ha ido avanzando hacia la idea que ha irrumpido en las últimas semanas: que el pacto entre independentistas reconozca a Puigdemont unos poderes ejecutivos, entre ellos nombrar a sus consellers o convocar elecciones, mediante una suerte de hombre de paja que, a efectos de la legalidad autonómica, sería el president investido.
Esta idea, que a ERC no entusiasma pero que estaría dispuesta a comprar, se complementa en el diseño pergeñado por Puigdemont desde Waterloo. Si para él se adjudica una inexistente “presidència de Catalunya”, el expresident considera que para mantener la tensión con el Estado el investido deber ser Jordi Sànchez, encerrado en la prisión de Soto del Real. Esto pondría a la justicia española ante la tesitura de tener que permitir al expresidente de la ANC salir de la cárcel para la sesión parlamentaria. Y, además, conllevaría el encierro del president de la Generalitat oficial una vez finalizado el pleno.
Con este plan se daría salida al impulso legitimista y simbólico con el que JxCat ha conseguido rescatar al espacio social de Convergència de sus peores expectativas electorales. Sin embargo, el Palau de la Generalitat estaría vacío y la tarea de rescate de las diferentes parcelas del autogobierno tras un 155 de máxima intensidad será arduo. Con un president simbólico en Bruselas y otro en Soto del Real, el número tres en el escalafón gubernamental tendrá un poder ejecutivo cercano al presidencial, al menos en las cuestiones del día a día.
Las fórmulas que ERC propone
Es aquí, en el nombre de este número tres de amplios poderes, donde JxCat y ERC chocan. Ninguna formación quiere renunciar a él. JxCat porque interpreta que el control del Govern le corresponde por derecho electoral. ERC porque entiende que si acepta que los números 1 y 2 sean de sus socios, a ellos les toca poner un 3 y 4 de alta visibilidad. “Puigdemont puede elegir al sustituto que desee, ejecutivo o simbólico es su decisión, pero no puede pretender hacer una cúpula de Govern monocolor cuando JxCat y ERC se reparten el apoyo electoral al 50%”, explican fuentes republicanas.
Las fórmulas que ERC ha puesto sobre la mesa son diversas, pero todas pasan por tener al menos una figura de peso ejecutivo en el Govern además de otra con gran visibilidad y proyección mediática. Las fórmulas de este binomio pueden ser diversas: un vicepresident y un portavoz, un conseller en cap y un conseller de la Presidencia, o diferentes combinaciones de las anteriores.
Lo que es seguro es que los republicanos quieren controlar toda o buena parte de la conselleria de la Presidencia, sin perder por supuesto Economía, la cartera que tenía Junqueras la pasada legislatura. Si JxCat no acepta que ERC controle el codiciado número 3 del Ejecutivo, la contraoferta es que Junqueras sea el investido. Al fin y al cabo, él era el número dos del anterior Govern y tiene actualmente la misma situación judicial que Sànchez, presionan los republicanos.
En JxCat, en cambio, creen que hay que tratar como cuestiones diferenciadas la estrategia de tensión con el Estado y el dibujo efectivo del Govern. En la primera se incluirían la relegitimación de Puigdemont y la investidura de Sànchez, por lo que, en la práctica, la composición efectiva del Ejecutivo comenzaría por debajo del president y su sustituto. Es decir, en el número 3, que también correspondería a JxCat por ser la lista ganadora el 21D entre las formaciones independentistas.
Los postconvergentes creen tener además la sartén de la negociación por el mango, ya que calculan que en una repetición electoral podrían superar ampliamente a ERC. Los republicanos, de hecho, opinan que esa es la agenda oculta de sus socios y la razón por la que les hacen propuestas, a su entender, tan “abusivas”.