Los organizadores del concierto experimental de Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi de Barcelona, sin distancias pero con test de antígenos y mascarilla, han anunciado este martes que se puede afirmar con claridad que no fue un evento de “supertransmisión”. De todos los asistentes que permitieron que se consultasen sus datos sanitarios con posterioridad, 4.592 de los 5.000 que acudieron al recinto, se detectaron en los 14 días siguientes un total de seis positivos. Esto supone –han concluido– una incidencia equivalente a 130 casos por cada 100.000 habitantes, inferior a la que hubo esas semanas de finales de marzo en Barcelona.
“Son datos muy positivos”, aseguraba en rueda de prensa el coordinador científico Josep Maria Llibre. De los seis positivos detectados a posteriori, concluyen que cuatro de ellos se puede descartar que se contagiaran dentro, según se desprende de las entrevistas y estudios de contactos que les hicieron, que hicieron aflorar sus respectivos casos índice fuera del concierto. De los otros dos casos, no lo pueden afirmar.
El concierto se celebró el pasado 27 de marzo y fue un experimento sin comparación en España y Europa para comprobar si se pueden celebrar conciertos multitudinarios y con menos restricciones, más parecidos a la experiencia anterior a la pandemia. El evento, organizador por los principales festivales de música catalanes, autorizado por la Generalitat y supervisado por científicos de la Fundació Lluita contra la Sida (del Hospital Germans Trias i Pujol), se planteó como el segundo paso después del ensayo clínico en la Sala Apolo de Barcelona, un concierto con unas 500 personas y también sin distancias que acabó sin ninguna persona contagiada.
Esta vez, el evento no fue técnicamente un ensayo clínico, sino que era una prueba piloto de un evento comercial acompañada de un “estudio observacional”, según el grupo científico que lo diseñó y monitorizó. Los asistentes pagaron su entrada y no estaban obligados a que se les hiciese un seguimiento de salud posterior, sino que esto se hizo solo con los que quisieron ceder sus datos del Servei Català de la Salut (CatSalut). Esto hace que el experimento tenga limitaciones importantes, como por ejemplo la posibilidad de que hubiese positivos asintomáticos posteriores al concierto que no llegasen a ser diagnosticados en sus centros de salud.
Aun así, Josep Maria Llibre ha asegurado que incluso en un escenario en el que todos los asintomáticos escapasen a su control, la incidencia seguiría siendo inferior a la de la población de Barcelona por esas fechas y en esas franjas de edad (259.5 casos por 100.000 habitantes). Por eso defiende que no solo se puede afirmar que no fue un evento de “supertransmisión”, sino que todo parece apuntar a que directamente no hubo transmisión.
Los organizadores y las instituciones participantes (Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona) han celebrado que estos resultados abran la puerta a organizar futuros eventos con medidas parecidas. Entre las más importantes de las que se adoptaron para este concierto, destaca el cribado con tests de antígenos al que se sometieron todos los asistentes ese mismo sábado. Los que dieron positivo –y sus contactos estrechos– no pudieron acceder al Sant Jordi. “Hemos demostrado que se puede cribar a 5.000 personas en una mañana de forma fluida”, destacaba en este sentido Llibre.
A los que acabaron entrando, al llegar al recinto se les entregó una mascarilla FFP2 que no debían quitarse durante todo el concierto y se les distribuyó entre tres grandes zonas –de 1.800 personas como máximo– dentro del estadio, que había sido desinfectado previamente y en el que se adaptó la ventilación para lograr una regeneración del aire parecida al exterior, según los organizadores. También se permitía al público consumir bebidas, pero solo en las áreas de restauración y no en la pista de baile.
Los festivales quieren eventos parecidos en verano
Los organizadores, entre ellos los festivales barceloneses Primavera Sound, Sonar o el Cruïlla (agrupados en torno al colectivo Festivales por la Cultura Segura) tenían depositados en este evento buena parte de sus esperanzas para mantener la actividad del sector, aunque algunos de ellos ya han suspendido sus citas para este verano. También las instituciones, desde el Ayuntamiento de Barcelona hasta la Generalitat, avalaron esta iniciativa con el objetivo de poder recuperar poco a poco la normalidad en el ámbito de la música en vivo.
En este sentido, el director del Cruïlla y coorganizador, Jordi Herreruela, ha asegurado que “este verano habrá eventos” de este tipo. “Lo haremos con medidas seguras, con la tutela y el rigor de trabajar con profesionales médicos”, ha defendido, aunque la gran incógnita es si todo el abanico de medidas, especialmente el cribado masivo, sigue haciendo viables económicamente los conciertos. En el caso del Sant Jordi, los promotores tuvieron que poner de su bolsillo parte de los costes, que no se cubrían solamente con la entrada.
Sea como sea, para Festivales para la Cultura Segura, el objetivo es que este modelo genere nuevas propuestas “en el marco de un plan estratégico de pruebas piloto”. La consellera de Cultura, Ángeles Ponsa, ha afirmado al respecto que ya han recibido los “proyectos” de algunos de los promotores y festivales interesados, pero que todavía se está trabajando en el marco de la comisión de los Departamentos de Cultura y Salud para fijar un “conjunto de prácticas que puedan hacer posible que estos conciertos sean una realidad este verano”. “Nos faltan detalles metodológicos y como abaratar costes, pero estamos convencidos de que podemos aplicarlos”, ha aventurado .
El primer teniente de alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni, ha corroborado que a la vista de los resultados de la prueba del Sant Jordi “se ha demostrado que es posible desescalar” y que “es posible combinarlo con la recuperación de la vida cultural de la ciudad”. “Muchas ciudades del resto de España y del resto del mundo se pusieron en contacto con nosotros y estoy seguro de que hoy estarán pendientes”, ha añadido.