Las posturas entre el Gobierno y la Generalitat siguen muy alejadas pero el consenso ya no es únicamente mantener una vía de diálogo sino, además, que no tenga fecha de caducidad. Esta fue la principal y casi única coincidencia a la que los presidentes Pedro Sánchez y Pere Aragonès llegaron en el encuentro que mantuvieron en Barcelona, previo a la nueva reunión de la mesa de diálogo en la que se certificó esta estrategia. “Sin prisas, sin pausas y sin plazos”, afirmó el presidente del Gobierno. “Nos importan más las concreciones que los plazos”, coincidió el jefe del Govern.
Tal como había apuntado Sánchez en los días previos, Aragonès reconoce que la negociación requerirá “tiempo”, pese a la presión que le imponen los acuerdos firmados con Junts y la CUP, que dan a la mesa un plazo de dos años para dar frutos. De esta forma socialistas y republicanos han blindado una negociación que había quedado al borde del abismo esta misma semana, cuando las discrepancias en el seno del Govern por la elección de los miembros que debían acudir al encuentro acabaron con Aragonès dejando a Junts fuera de la delegación catalana.
Finalmente este miércoles ambos presidentes se han reunido durante cerca de dos horas y tras el encuentro se ha resaltado el compromiso mutuo por el diálogo. “Supone la voluntad de buscar soluciones basadas en el acuerdo y el diálogo”, ha subrayado Sánchez, que ha constatado que el problema se ha generado a lo largo de la última década, por lo que no puede esperarse una resolución inmediata. “Lo importante es avanzar sin poner fechas a este conflicto”, ha dicho.
Después de la reunión cara a cara de los presidentes, las delegaciones de ambos han celebrado una nueva sesión, más enfocada en establecer la mecánica de la negociación. Según han explicado ambas partes, el acuerdo es celebrar a partir de ahora “reuniones periódicas” y “trabajos discretos”. Pero ninguna concreción más: ni método de trabajo ni planificación temporal. Hace año y medio, cuando se reunió por primera vez el organismo pactado por PSOE y ERC, las delegaciones entonces encabezadas por Sánchez y Quim Torra establecieron reuniones mensuales para las delegaciones y semestrales para el “plenario” en el que participarían presidentes y vicepresidentes –que lo harían también en caso de que hubiera que ratificar acuerdos–. Entonces la pandemia y la posterior ruptura en el Govern desactivaron la mesa de diálogo hasta ahora.
“¿Periodicidad? La consellera Vilagrà ya dijo que la siguiente sería antes de Navidad”, explicaban desde el Palau este miércoles, pese a que se negaban a entrar en concreciones. “Una buena negociación necesita de discreción para que salga bien”, se justificaban, blandiendo este secretismo como la mejor prueba de la voluntad sincera de negociar en ambas partes.
Discrepancias sobre los temas de la mesa
Más allá de esa voluntad mutua de hablar, solo hay diferencias. Aragonès ha vuelto a llevar ante Sánchez su apuesta por una salida basada en el referéndum sobre la independencia y en una amnistía que sirva para solucionar el resto de causas judiciales, más allá de los indultos. Una opción que, como es sabido, el Gobierno rechaza de plano. “Para nosotros no es posible, no solo porque no se incorpore desde el punto de vista de la Constitución, sino porque la sociedad no puede sufrir más desgarros y fracturas”, rechaza Sánchez.
Además, el Govern ha insistido tras el encuentro de las delegaciones en que la mesa puede abordar exclusivamente la “resolución política del conflicto” ya que entiende que cuestiones como las infraestructuras, las inversiones o las competencias ya se tratan dentro de los mecanismos bilaterales entre el Estado y la Generalitat. “El conflicto es sobre la independencia de Catalunya”, ha asegurado tajante el president del Govern.
Sin embargo, Moncloa quiere empezar precisamente por esos temas en los que considera que ambas partes pueden llegar a entenderse y ha vuelto a plantear la Agenda para el Reencuentro en la que recopila 44 de los 45 puntos que los anteriores presidentes independentistas han hecho llegar al Gobierno en la última década. Lo que Sánchez ha entregado a Aragonès ha sido una “actualización” en la que desglosa cada petición y el grado de cumplimiento en el que se encuentra desde que los socialistas llegaron al poder en 2018. Los avances en materias como la desjudicialización de la política, las inversiones, el levantamiento de peajes o cuestiones de la agenda legislativa sostienen en el Ejecutivo central que han contribuido a mejorar el “clima político” en Catalunya. Y es ahí donde quieren poner el foco para ir desinflamando la situación.
Sánchez está convencido, además, de que el independentismo ya no atraviesa su mejor momento. “Debemos ser conscientes de que la pandemia ha recolocado el orden de prioridades de la ciudadanía y por ello deben hacerlo también sus representantes políticos y sus gobiernos”, advirtió desde el Palau, donde además de la Agenda para el Reencuentro abogó por centrar cualquier actuación en la superación de la pandemia, la recuperación económica y la gestión de los fondos europeos “para modernizar” la economía y “ganar el futuro”. No es baladí que tras la reunión con Aragonès el presidente del Gobierno fuera a tomarse un café con Salvador Illa, su exministro de Sanidad y gran apuesta socialista en los comicios catalanes con buen resultado.
Importante para ambos
Pese a las diferencias mutuas el encuentro de este miércoles era de gran importancia para ambos gobiernos, para los que es un objetivo central mantener una buena relación mutua y evitar que la situación en Catalunya vuelva a incendiarse. En total, ambas delegaciones han estado reunidas cerca de cuatro horas, entre las dos de la primera cita entre presidentes y la hora y tres cuartos que han estado debatiendo las delegaciones de ministros y consellers.
Las sensaciones por ambas partes son precavidamente optimistas, después de constatar que la otra parte también tiene interés en preservar la mesa de diálogo de distorsiones externas. Tanto en el equipo del Gobierno como en el de la Generalitat apelan a la necesidad de tejer complicidades a nivel institucional para poder llegar a compromisos y acuerdos más adelante.
Para Aragonès además la apuesta por esta mesa se ha convertido en un empeño personal y en todo un símbolo diferenciador respecto al resto de formaciones independentistas, que desconfían abiertamente de este mecanismo. En el equipo del president las valoraciones eran muy positivas. “Hemos conseguido que se sienten a negociar por fin”, indicaban fuentes del Palau. Además presumían de que finalmente hubiera habido una fotografía de Sánchez en la propia mesa, algo que al inicio se había descartado.
Para Sánchez el diálogo con la Generalitat es una de sus apuestas más arriesgadas y de la que en buena medida depende su permanencia en Moncloa. No obstante, en las filas socialistas han sido escépticos respecto a los frutos que pueda dar la mesa y fían buena parte de su éxito a una desinflamación del independentismo. Aún así, ante la reactivación de la mesa la consigna es apostar por su futuro. “Estamos alejados pero hay ganas de que funcione”, expresa un miembro del Gobierno.