Adama Boiro, de origen senegalés, es mediadora comunitaria en Girona y miembro fundador de la asociación Jokkere Endam, que centra la actuación en los derechos sexuales y reproductivos de mujeres migradas residentes en Catalunya.
Entre otras tareas Boiro se dedica a la prevención y la concienciación sobre la mutilación genital femenina (MGF), una práctica consistente en la lesión del genital femenino que es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. “Hace muchos años era de las personas que creía en las mutilaciones”, admite. Ahora es de las que se dedican a convencer a familias que residen en Catalunya de por qué no hacerlo.
Según datos de Unicef, más de 130 millones de mujeres en todo el mundo han sufrido mutilación genital femenina. ¿Por dónde pasa la erradicación de esta práctica, que es considerada una violación de derechos humanos?
Falta mucho por hacer, mucha concienciación y sensibilización, sobre todo a aquellas personas que pueden sufrir de alguna manera directamente -chicas de 16, 17 o 18 años- o a aquellas madres que tienen hijas que corren el peligro de ser mutiladas. Por otra parte también hay que trabajar mucho con los hombres, concienciarlos y que lo vean como una vulneración de derechos de una persona y como un riesgo para la salud.
¿Qué supone para una mujer o una niña ser mutilada?
Cuando hablamos en el ámbito de la salud, por ejemplo, muchas mujeres no relacionan problemas de salud que sufren con la mutilación pero en muchos casos es así, como infecciones de orina. También puede provocar una hemorragia en el momento de la mutilación y complicaciones en el parto. Aparte de esto, también puede suponer un problema en las relaciones sexuales a la hora de sentir placer porque muchas mujeres sienten dolores.
¿Cuál es la situación en Catalunya de las mujeres migrantes respecto a la práctica de la MGF?
Aunque yo siempre pienso que se puede hacer más, reconozco que Catalunya es una de las comunidades pionera en prevención. Un ejemplo es la jornada que se hizo el año pasado en Girona el 6 de febrero (Día Internacional de Tolerancia Cero con la MGF). Allí quedó claro que hay conciencia y conocimiento que la mutilación genital femenina es una vulneración de derechos humanos, un delito, pero aún falta información sobre las consecuencias que tiene esta práctica para la salud.
Debemos hacer más hincapié en este punto, también porque las relaciones que tienen los profesionales de la salud con el resto de la ciudadanía no la podemos tener desde otros ámbitos. Cuando tienes una niña pequeña hay que hacer una serie de revisiones médicas con el pediatra y hay una relación muy fluida con los profesionales sanitarios, que tienen posibilidades de trabajar este tema porque tienen información real de las consecuencias de la mutilación.
¿Hay suficiente formación entre profesionales sanitarios sobre MGF?
Los profesionales tienen claro que si es necesario, hay un protocolo que deben activar. Ahora bien, la parte de prevención, de informar, etc., de la que también tienen responsabilidad, queda reducido un poco al criterio personal del profesional. No hay una revisión o un seguimiento personalizado de los casos. Por ejemplo, cuando se hacen jornadas formativas muchas veces vemos personas del ámbito del trabajo social o del cuerpo de Mossos y no tanto profesionales sanitarios.
Desde 2002 las administraciones públicas catalanas trabajan el abordaje de la MGF con el protocolo que comentaba. ¿En qué consiste?
El protocolo normalmente se activa cuando hay un viaje inminente en que hay un riesgo. En este caso la escuela avisa a los servicios sociales, que pueden contrastar con el CAP si la familia ha ido a hacer la revisión. Desde el CAP se puede citar a la familia para una revisión y pedir la firma del documento de compromiso de no mutilación. Si la familia no quiere firmarlo, en este caso se activa a los Mossos, que pueden derivar el caso a la justicia. El problema del protocolo es que se activa cuando ya es tarde. Además, llegar al juzgado tampoco es bueno y el sufrimiento de la niña, la familia y los trabajadores implicados... podría evitarse. Haciendo más prevención y actuando con más antelación lo ideal sería no tener que llegar a activar el protocolo.
¿Cuál es el colectivo en que esta práctica tiene cabida? ¿Qué tipo de familias?
Es difícil enmarcar la práctica en un tipo de familia. Nos podemos encontrar que si en una familia la madre es de etnia wolof, que no practican la ablación, pero el padre es de otra etnia que sí y que es patriarcal debemos considerarlo como una familia de riesgo. Si es al revés, podríamos decir que no hay tanto riesgo aunque el riesgo sigue existiendo siempre. A veces te encuentras familias aquí que tienen claro que no mutilarán pero dentro de la familia están los que siguen en el país de origen y estos no tienes tan claro que no estén a favor de la mutilación. A menudo las niñas pasan las vacaciones con estos familiares y los padres se quedan aquí, por tanto en general puede haber riesgo.
¿Es cierto que muchas familias llegaron aquí como defensoras de la ablación y que han abandonado esta idea?
Sí. Esto lo podemos decir claro. En Catalunya realmente te das cuenta que cada vez salen más mujeres de grupos de prevención y trabajo que entienden por qué no defender la ablación y por qué está penado por ley. También cada vez salen más hombres que tienen claro que no lo harán. Si comparamos la situación actual con los años 98 o 99, cuando se comenzó a trabajar aquí el tema, se nota mucho la mejora.
¿En parte es gracias a la prevención y la concienciación?
Sí. Yo hace muchos años era de las personas que creía en las mutilaciones, no lo veía un problema. El día que tuve muy claro que esta práctica tenía muchas consecuencias para la salud y que vulneraba los derechos de los niños y las mujeres, vi que de la misma manera que me habían convencido a mí yo quería convencer a otros. De alguna manera esto es lo que me ha llevado a hacer este trabajo.
¿Qué rol juega en todo esto [en la prevención] su tarea como mediadora?
Trabajar de mediador entre la sociedad autóctona y la sociedad que tiene otro origen, como yo, ayuda a llevar a cabo esta tarea de hacer entender todas las consecuencias que tiene una mutilación para una mujer y también a la hora de ser madre. La mutilación es una práctica pero hay todo un proceso después y eso es lo que hay que contar.
¿Cómo ve la evolución del programa de la sanidad pública de la Generalitat para una reconstrucción de clítoris en las mujeres que han sufrido una ablación? Según datos del Departament de Salud, 9 mujeres han podido someterse a esta intervención desde la puesta en marcha del circuito en 2015.
Lo veo muy positivo aunque siento que se debe informar muy, muy bien sobre qué es. La mujer no debe pensar que al día siguiente o al cabo de dos meses de someterse a la operación será una mujer con placer sexual completo. El placer sexual no sólo está en el clítoris, hay mujeres que piensan que con la reconstrucción el placer será pleno. He hablado con mujeres que después de la reconstrucción se sienten mejor pero también recuerdo una mujer a quien el hecho de someterse a la reconstrucción le hizo revivir la mutilación. Debemos vigilar que, en casos como este último caso, haya un acompañamiento psicológico.