“Hay facturas que no podemos llegar a pagar a final de mes, en ese caso recibimos ayuda”, asegura Mohamed Sabeer desde el salón del piso donde vive con su familia a cambio de pagar un alquiler social. Él, su esposa Mina Bounasser y sus tres hijos (dos niñas de 14 y 9 años y un niño de 13) han convertido en su hogar un pequeño piso situado en el barrio de Sant Joan de Llefià, en Badalona, en una zona limítrofe con Santa Coloma de Gramanet. El piso, que pertenece a una fundación promovida por Càritas, está situado en una planta baja, en un gran bloque. La luz natural no llega con fuerza pero consigue colarse entre las rejillas de la ventana. Está oscuro pero Mohamed no enciende la luz.
Los precios crecientes de la energía, la reducción de las rentas familiares o la baja calidad de los edificios son los principales aspectos que motivan una situación de pobreza energética que supone una amenaza para la salud física y mental. A pesar de que Mohamed no puede mantener su hogar a una temperatura adecuada se considera muy afortunado. “Hace cuatro años vivía en una casa donde no había agua ni luz. Cogía el agua de la fuente del parque y a la hora de dormir nos poníamos todos en la misma habitación porque por lo menos así había calor humano. Desde Cáritas me ayudaron a tener una vida más o menos normal. Aquí tenemos agua, luz y gas pero lo usamos sólo lo que podemos”, explica.
Por la noche, cuando hace más frío, todos se sientan en el sofá con su manta a ver la televisión y el radiador permanece apagado. “Sólo se enciende cuando viene el técnico para comprobar si funciona”, asegura.
Peor salud mental
El frío en una vivienda se asocia a problemas circulatorios, respiratorios y de salud mental, según recoge el estudio inglés Impactos para la salud de viviendas frías y pobreza energética. Además, el frío y la humedad permanentes pueden agravar enfermedades o problemas de salud ya existentes.
“Las familias que viven en pobreza energética muchas veces tienen que elegir entre mantener sus hogares a temperaturas adecuadas o experimentar otros tipos de privación”, asegura Marc Marí, investigador de la Agencia de Salud Pública de Barcelona. Según explica, las condiciones -ya sea a través de mecanismos psicológicos y fisiológicos directos, o por vías indirectas- se han relacionado a importantes efectos en la salud física, mental, y en ciertos importantes determinantes de la salud. “En la salud física se ha encontrado una asociación entre la exposición al frío y mayor morbilidad y mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias”, añade.
“A nivel físico no nos ha afectado tanto porque somos jóvenes y fuertes y de momento con las mantas nos apañamos”, responde Mohamed al preguntarle por si ha experimentado problemas que puedan relacionarse con el frío. “Pero sí que nos ha afectado la salud mental. Somos personas y cuando sientes que no puedes hacer nada al respecto para mejorar una situación, esa impotencia te afecta, no es salud mental porque estás sufriendo por tu situación”, admite.
Carme Manich, psicóloga de Càritas, explica a este periódico que el hecho de no tener una vivienda en condiciones adecuadas genera una sensación de ansiedad e inquietud que si se mantiene en el tiempo “puede tener efectos a nivel psicológico porque la persona no ve una salida”. “Es una situación de estrés emocional que afecta la persona y su relación con los demás”, dice.
Según explica Mohamed, los niños lo viven de otro modo porque tanto él como su mujer se preocupan de que sus hijos no sufran. “Sé lo que yo sufro pero mis hijos nunca van a notarlo. Son niños y no tienen que saber lo que necesitamos porque no merecen sufrir. Dejé mi país, Marruecos, hace diez años por ellos y no es fácil cuando tus planes no salen perfectamente…”, dice.
Con todo Manich explica que a menudo el sufrimiento de los adultos salpica a los niños. “Por ejemplo, si los niños ven que el padre o la madre se angustia cuando llega la factura porque no puede pagarla pero no entienden lo que pasa pueden incluso llegar a culpabilizarse”, dice.
Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las condiciones de la vivienda en Europa, hay distintas razones potenciales por las que una situación de pobreza energética puede generar un impacto en la salud mental. “Es estresante en muchos aspectos: más preocupaciones sobre riesgos y seguridad (particularmente si en el hogar viven menores o personas mayores frágiles), problemas con el mantenimiento y preocupaciones financieras relacionadas no sólo con el alquiler sino con el pago de facturas”, recoge el documento.
También muestran la relación entre la salud mental y la pobreza energética las cifras que reveló una investigación llevada a cabo per The Warm Front y el Scottish Community Health Partnership. El estudio mostró que vivir en situación de pobreza impacta en la salud mental de adultos, apareciendo síntomas de ansiedad y depresión. Además, se demostró que los residentes de viviendas con una temperatura de 21 grados tenían el 50% menos de posibilidades de sufrir una depresión que aquellos que vivían en temperaturas de 15 grados.
En el caso de Mohamed, a la situación actual se le añade la presión que supone el hecho de no tener papeles. Sin embargo recuerda que a diferencia de su caso, hay personas que sí que trabajan pero que tampoco pueden pagar la luz. “Hay mucha gente aquí que está sufriendo ¿Si les cortas la luz cómo van a sobrevivir?”, se pregunta.
De momento gracias al sueldo de su mujer, que trabaja como limpiadora doméstica en algunas casas, y a algún trabajo puntual que él consigue, además de la ayuda que reciben de Cáritas, pueden vivir con sus tres hijos en este barrio de Badalona, en una de las zonas donde las desigualdades en salud azotan con más fuerza en Catalunya.
La pobreza energética afecta a 5 millones de españoles
La incapacidad de un hogar para mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud está lejos de ser una excepción y afecta miles de familias en España. Según el último estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), los hogares españoles que se declaran incapaces de mantener su vivienda a una temperatura adecuada (datos de 2014) son ya el 11,1% del total, por encima de la media europea (10,2%). O dicho de otro modo, alrededor de 5 millones de personas padecen pobreza energética en nuestro país, una cifra que no ha cesado de crecer en los últimos años según los datos recogidos por ACA.
Este último estudio pone especial énfasis en las consecuencias que tiene para la salud el hecho de vivir en unas condiciones inadecuadas. En el texto la ACA alerta que en 2014 la mortalidad adicional de invierno promedia en España fue de 24.000 muertes por lo que más de 7.000 fallecimientos prematuros estarían asociados a la pobreza energética.