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La separación por niveles en la ESO aumenta el riesgo de abandonar de algunos alumnos

Cuando muchos institutos separan a sus alumnos en función de su nivel académico, incluso si lo hacen pensando que así todos pueden aprender mejor, lo que podrían estar fomentando es todo lo contrario: reforzar el fracaso y el abandono escolar entre los jóvenes que acaban encuadrados en los grupos de rendimiento más bajo. Un estudio de la Fundació Jaume Bofill presentado este martes alerta que los grupos por nivel en la ESO aumentan el riesgo de que algunos jóvenes opten por no seguir estudiando cuando terminan la Secundaria.

El mercado laboral no es el único factor que ayuda a explicar por qué hay jóvenes que no continúan estudiando. Es cierto que los trabajos atractivos y accesibles de antes de la crisis empujaron a muchos jóvenes a dejar las clases, y que esa tendencia se ha reducido en los últimos años. Pero con esto solamente no se explica una tasa de abandono prematuro –jóvenes de entre 18 y 24 años que no estudian y sólo tienen la ESO– que en España se encuentra en el 20%, muy superior a la media europea.

“El factor del mercado de trabajo no se debe negar, pero tenemos que ver también cómo el sistema educativo repercute en el abandono, para saber qué margen de mejora tiene”, expone Aina Tarabini, profesora de Sociología de la UAB y autora del informe. Además de los grupos en función de su rendimiento, el estudio también señala la segregación escolar y el papel del profesorado como factores que pueden incidir en las decisiones de los jóvenes a la hora de acortar su trayectoria académica.

Sobre la separación por niveles, apenas hay datos en Catalunya para saber si es una práctica muy extendida, qué tipos de grupos se hacen y para qué asignaturas. El Departament d'Ensenyament no ha recogido nunca datos en este sentido y lo único que se sabe, a partir de PISA 2015, es que un 26% de los centros en esta comunidad autónoma agrupa a los alumnos según sus capacidades como estrategia de atención a la diversidad. Por este motivo, el estudio presentado por la Fundación Jaume Bofill es de carácter cualitativo y no cuantitativo, es decir, que recoge las experiencias de los jóvenes en cinco centros de Secundaria, pero no dispone de datos del conjunto del sistema.

Rebajar las expectativas de los estudiantes

Con todo, Tarabini asegura que juntar estudiantes por niveles hace que quienes quedan relegados al grupo de rendimiento más bajo acaben reforzando su percepción de que son jóvenes que no están hechos para estudiar. “Los grupos de bajo nivel no sólo están sobrerrepresentados por alumnos de origen migrado y de estatus socioeconómico bajo, sino que además tienen efectos muy negativos sobre la motivación, el rendimiento y las expectativas de los estudiantes”, sostiene la autora en su informe.

La visión de futuro de uno mismo, sostiene la autora, se ve influida por factores a los que a veces se presta poca atención, como por ejemplo el hecho de si todos los compañeros tienen ganas de seguir estudiando. O si el profesor te trata como un alumno que puede rendir mucho o poco. Y esto suelen cambiar en función del grupo de nivel. “El docente tiende a estimular más el aprendizaje en los grupos de los buenos, porque cree más en ellos”, lamenta Tarabini.

La frontera de qué grupos son positivos y cuáles negativos, sin embargo, es difusa. ¿Significa lo mismo para un alumno haber ido toda la ESO a un grupo de bajo nivel en la mayoría de asignaturas que haber ido solamente durante un trimestre a una aula de refuerzo? Probablemente, no. “Agrupar no es bueno o malo, depende del objetivo”, expone Tarabini, “pero cuanto más homogéneo, más largo en el tiempo y más malos docentes tenga el grupo de nivel, peor”. De hecho, precisa que hacer grupos pequeños y variados en una misma clase no es una mala estrategia a la hora de “personalizar” el aprendizaje

Para Xavier Murillo, director del instituto Sant Andreu de Barcelona -uno de los que ha participado en el estudio-, es un error pensar que la segregación por niveles puede servir para combatir el fracaso, aunque el profesorado se piense que esto permite hacer refuerzo a los que más les cuesta. “El fracaso no se resuelve reforzando las asignaturas instrumentales, porque lo que bloquea los aprendizajes va mucho más allá de eso, tiene que ver con el entorno, con si el alumno se siente valorado, cómodo, acompañado”, defiende.

En su instituto, que por norma general nunca han hecho grupos de este tipo, sí tenían tradición de tener algunos grupos de refuerzo, que ahora también están desmontando. “Sólo hacerlos salir del aula, aunque sea pocas horas a la semana, les supone una etiqueta negativa, y a esto se le añade a veces la mirada del profesor”, admite Murillo. “No es fácil tener todos los alumnos en una misma clase, tiene sus problemas, pero es la manera que tengan una experiencia educativa similar”, añade.

Mejor para los 'mejores', peor para los 'peores'

A pesar de que no existe ningún estudio en Catalunya sobre grupos en el conjunto del sistema educativo, sí es cierto que el Institut Català d'Avaluació de Polítiques Públiques (Ivàlua) y la misma Fundación Jaume Bofill promovieron en 2015 una revisión de varias investigaciones internacionales sobre el tema. La conclusión era suficientemente clara en cuanto a los grupos de nivel: “Mientras que algunos estudios concluyen que no existe un efecto diferencial entre los estudiantes [...], un grueso importante de evaluaciones observan una tendencia de estos grupos a beneficiar a los estudiantes de los grupos de nivel competencial alto y perjudicar los de nivel bajo”.

Ismael Palacín, director de la Fundación Jaume Bofill, lamentó que después de tantos años de tener unas tasas tan elevadas de abandono -de las más altas de la Unión Europea- se haya normalizado esta lacra. “Hemos naturalizado que uno de cada cinco jóvenes abandone, pero con nuestro nivel de desarrollo económico esto no debería estar pasando”, ha criticado, en referencia a que países con unas características similares a las de Catalunya tienen una tasa de abandono inferior.

Aparte de señalar los grupos de nivel como una práctica contraproducente, el estudio, publicado este miércoles, también lanza una serie de propuestas para combatir el abandono escolar, algunas de las cuales apuntan a un replanteamiento del modelo de educación Secundaria para que tenga “como prioridad la centralidad del alumnado en los procesos de aprendizaje”. Es el caso de garantizar que se haga más trabajo globalizado y el trabajo cooperativo en los centros, promover la co-docencia o “elaborar” un nuevo plan de acompañamiento u orientación personalizado del alumnado.

El informe también señala medidas que tienen que ver con la “protección” de los centros de entornos más desfavorecidos, que son los que tienen jóvenes con mayor riesgo de dejar los estudios. Apunta a que se les debería fijar una ratio máxima de 20 alumnos por clase, ampliar el tiempo de formación y coordinación de sus docentes y, en definitiva, garantizarles un “financiación no lineal”. Es decir, que puedan disponer de más recursos dado que tienen también más dificultades para salvar.