El 11 de septiembre vuelve a marcar el inicio del curso político catalán
A partir de la masiva movilización del 11 de septiembre del año pasado, la tensión política en Catalunya no ha parado de aumentar. Y la sensación es que el tono seguirá subiendo. Es imposible predecir si se celebrará la consulta soberanista o si Catalunya será finalmente un Estado independiente, pero sólo hay que vivir en Cataluña y tener los ojos abiertos para percibir que el camino emprendido, sea cual su final, sigue abierto. En el último año han transcurrido muchos cambios, tanto en la calle como en el Parlament, pero todos los indicadores avisan de que el curso que ahora comienza será aún más intenso.
El punto de partida volverá a ser el 11 de septiembre. Una fecha que, en esta ocasión, los organizadores quieren aprovechar para hacer una cadena humana que enlace el territorio de norte a sur. La Assemblea Nacional Catalana (ANC) anuncia la proeza de esta Via Catalana como “la antesala de la independencia”. Todavía faltan días para la Diada, pero se prevé una nueva demostración de fuerza del independentismo que no sólo sigue creciendo sino que, además, está muy activo, consciente de que se enfrenta a su gran oportunidad. Según la ANC, salvo algunos tramos en las tierras del Ebro y uno en La Junquera, la cadena humana está completa en todo el territorio y no quedará un palmo de tierra sin cubrir. Desde el Govern se apoya la convocatoria, y aunque el president Artur Mas no participará -por “razones institucionales”-, sí lo harán la mayoría de consellers.
De la calle al Parlament
Mientras la sociedad organiza una mobilización tan ambiciosa, los partidos políticos observan expectantes antes de ficha. El president Artur Mas es consciente del momento histórico -tanto a nivel de derechos sociales como nacionales- que afronta Cataluña y también de las dificultades que tendrá su equipo para resistir a la cabeza. Mas tiene por delante un curso complicadísimo. Uno de los retos más importantes, como suele ocurrir en política, es interno: Unió Democràtica de Catalunya (UDC), y en especial su líder, Josep Antoni Duran i Lleida, no tiene para nada clara la apuesta independentista, y las fricciones en el seno la federación son constantes y se incrementarán a según avance el proceso. La rotura de la federación CiU sería nefasta para los intereses de ambos, pero la agenda catalana tensa progresivamente la cuerda.
Pero demás de intentar poner orden en el propio partido, Artur Mas deberá defender la prórroga de los presupuestos del año pasado para este ejercicio y pactar unos nuevos con ERC de cara al 2014. Las cuentas del actual ejercicio contienen unas décimas inesperadas de oxígeno -del 1,2% del techo de déficit permitido se ha pasado al 1,58%- pero estas migajas no calmarán una sociedad que ve con miedo cómo se recorta drásticamente en sanidad, educación y bienestar social. Las protestas en defensa del Estado del bienestar no han descansado por vacaciones y nada hace pensar que vayan a suavizarse respecto al curso pasado.
Además, Artur Mas deberá ponerse también de acuerdo con ERC para decidir cuándo se convoca la consulta y en qué condiciones, en función de si el Estado la autoriza o no. Estos pasos son muy delicados porque Unió y ERC estiran la cuerda desde los extremos opuestos y Mas, en medio, intenta que no se rompa. Por si no tuviera suficiente asignaturas pendientes, el líder convergente ha de afrontar también los diferentes casos de corrupción abiertos que afectan a su partido, sobre todo el del Palau de la Música, donde se investiga la financiación ilegal de la formación a través de comisiones cobradas a constructoras a las que se adjudicaban obras públicas.
La única bolsa de oxígeno para el president, paradójicamente, le llega desde la oposición. Y es que si CDC tiene un año complicado por delante, el PSC aún lo tiene más difícil. El debate independentista parece haber convertido el partido de los socialistas en un matrimonio al borde del divorcio, donde los reproches y las expresiones hirientes se han impuesto a la convivencia.
ERC, con el viento a favor
El principal beneficiado del camino trazado por la sociedad catalana es ERC, que junto con la CUP es el único partido nítidamente independentista. Los republicanos, además, han jugado con éxito su papel de socio del gobierno catalán en la sombra, sin desgastarse por la complicada situación económica y las políticas de austeridad. Desde ERC son conscientes de su fuerza creciente. Si ahora se celebraran elecciones, volverían a arañar un buen puñado de votos a Convergència i Unió y muy probablemente -así lo anticipan las encuestas- se convertirían en el primer partido de Cataluña. Todo el viento les sopla a favor y el único reto que tienen, que no es menor, es la discusión y aprobación de los presupuestos para el 2014.