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OPINIÓN | El 'caso Peinado' y los múltiples culpables, por Rosa María Artal

El 'caso Peinado' y los múltiples culpables

Archivo. Tellado, portavoz del PP,  muestra un auto del juez Peinado en el Congreso. Uno de los casos más publicitados de la historia.

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El caso Peinado que ha impactado en España como un meteorito está siendo tan grotesco que no puede deberse a la casualidad sino a algo buscado para demostrar y reafirmar quién manda en este país. Hasta qué grado de indefensión se puede estrujar a las víctimas y cuánto de impunidad conseguir. Llegados a este punto, se concluye que los culpables de lo que ocurre son múltiples.

Los hechos son conocidos pero conviene sintetizar algunos datos clave. Un juez a punto de jubilarse –obtuvo del CGPJ en enero una prórroga de dos años, hasta los 72– admite a trámite una denuncia de organizaciones de ultraderecha basada en recortes de prensa, incluso con noticias falsas de la bulosfera. El objetivo es la esposa del presidente del Gobierno, a la que acusan de tráfico de influencias. Es un paso más en una serie de ataques prolongados en donde hasta se cuestionaba su identidad sexual a modo de insulto. Begoña Gómez desarrolla una actividad profesional autónoma. Y utiliza la que es su casa transitoriamente, la Moncloa, para realizar parte de su trabajo.

Daría lo mismo lo que hiciera. Es el eslabón débil de Pedro Sánchez, el presidente que no quieren la derecha y la ultraderecha: ni la política, ni la mediática, ni la judicial, que parecen ejercer una labor de equipo muy bien engrasada. Son ya 100 días de investigaciones sin hallar una sola prueba de culpabilidad, pero Peinado insiste. La unidad correspondiente de la Guardia Civil, la UCO, asegura en dos informes que no hay signos de delito en el cometido de Begoña Gómez y el juez los obvia.

Curiosamente desaparece de la actualidad el novio de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Ha defraudado a Hacienda en gruesas cantidades, lo ha admitido y ha intentado eludir el juicio y la cárcel. Ayuso miente sobre el tema, esparce acusaciones impertérrita. Ella es intocable para la justicia y no sabemos por qué. Ni siquiera le ha exigido “la justicia” responsabilidad alguna por el Protocolo de la Vergüenza que aplicó Madrid, y solo Madrid, por el que murieron sin asistencia médica, asfixiados y solos 7.291 ancianos a su cargo, de los que 4.000 pudieron haberse salvado según estudió a través de meses la Comisión de la Verdad. Eran días en los que Ayuso vivía en dos áticos de lujo, uno de ellos solo “para trabajar”, que alquiló a su amigo Kike Sarasola. No se han investigado los descomunales incrementos del presupuesto del Zendal, un presunto hospital que no sirvió para nada. Ni el aumento de las concesiones de la Comunidad a la misma empresa sanitaria que es la principal clienta de su pareja. Solo por anotar lo más potente de las actividades dudosas de Ayuso, de las numerosas de las que se han ido publicando (no en “sus” medios).

El caso Peinado contra Begoña Gómez –y cualquiera que pase por su lado– y la absoluta dejación sobre Ayuso coinciden en el tiempo. Y coinciden con las amenazas a medios de su valido Miguel Ángel Rodríguez, y se producen tras la llamada de José Maria Aznar a que “el que pueda hacer que haga”y vaya que se aplicaron– para echar por la brava al Gobierno de Pedro Sánchez. Amenazas, llamadas al golpismo, y un juez buscando algo debajo de las piedras.

Peinado ha imputado al empresario oscense Barrabés, relacionado profesionalmente con Gómez, al que se empeñó en interrogar como testigo cuando, gravemente enfermo, se encontraba en régimen de aislamiento en el Hospital Doce de Octubre de Madrid. Dijo que había que hacerlo por si acaso moría, según leí. “Un asunto de vida o muerte”, por lo que se ve. Y acaba de citar a un presunto entrenador de esquí, según le ha recomendado “de oídas” otro ultra de la colección, que fue condenado por pagar a una niña para que le masturbara.

Los expertos en Derecho consideran que Peinado practica una “Investigación prospectiva de manual” prohibida por nuestro ordenamiento jurídico.

Ascendiendo en el bochorno, Peinado llama también a declarar como testigo al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y quiere llevar cámaras a La Moncloa para que el resto del aparato se explaye. Para que tengan la foto equívoca –no está imputado– con la que enervan a sus tropas de avispas venenosas que pueblan las redes, las cafeterías o los mercados. Los que ya mandaron Aznar y Aguirre a colgarlo como un muñeco a las puertas de la sede del PSOE en Ferraz. Y lo están haciendo a la vista de todo el mundo. De Europa también. Esa Europa que anda anidando ultraderechas varias.

Begoña Gómez ha recurrido la citación a Pedro Sánchez y su abogado asegura que el juez invoca dos artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que no existen. La Fiscalía también ha recurrido citando las disfunciones que aprecia en la instrucción del juez.

Inasequible al desaliento, el PP se apunta a hundirse en el mismo despropósito del juez y a la vista también de todo el mundo. Feijóo ya ha pedido otra vez la dimisión de Sánchez. Tellado y Ayuso se han descarado igualmente al hablar de Peinado como un juez perseguido. Más que nadie en el planeta, se diría. Demuestran su connivencia con el caso, su aquiescencia desde luego; su entusiasmo, a todas luces. Feijóo no consigue digerir que perdió la oportunidad de gobernar España porque nadie quiere pactar con él, solo Vox y ahora, encima, lo ha plantado. Y no por diferencia ideológica porque hasta al racismo antinmigración se ha unido aquel señor que dijeron tan moderado, el que le dio el puntapié a Casado, por cierto, a la orden de Ayuso. Menudo emplasto tenemos en España, como si el mundo fuera una balsa de aceite y nos pudiéramos permitir estos sobresaltos.

Hay muchos culpables de todo esto. Culpables, no solo causantes, que es diferente. Lo del juez Peinado es de pasmo, es como si estuviera de cruzada campo a través. Quizás quiere culminar así su carrera. En buena lógica, si algo queda de justicia, le va a pasar factura. Pero el Poder Judicial caducado no ha dicho ni media palabra cuando son más que cuestionables sus prácticas. La hija de Peinado es concejala en Madrid, subordinada y amiga de Ayuso. Pero eso podría ser hasta anecdótico si no conociéramos el paño que se gastan en el PP de Madrid.

Y en el PP nacional. Todos los que han intervenido con acusaciones e insidias viendo las irregularidades del caso han quedado incapacitados para la política. Sé que es una entelequia, pero un partido decente en un país decente los echaría a la calle.

Lo de los medios que subvencionan no tiene nombre, y a menudo TVE, a cuyos telediarios no les hace falta subvencionar con publicidades, pero adolecen de una concepción de la información con fallos que no pueden ser solo casuales.

Vuelvo a insistir en el jefe del Gobierno y sus competencias. Porque el principal problema no es que estén embistiendo a un señor llamado Pedro Sánchez, sino a la democracia. Estas prácticas de lawfare de libro atacan a la democracia y tiene graves repercusiones sobre la socieded que es la que importa. Ya lo dije tantas veces, como se lo han hecho a Podemos y a sus dirigentes, a Mónica Oltra y a otros muchos, sí, la lista de víctimas es larga. Y tienen toda la razón quienes se quejan de que Pedro Sánchez en estos casos no hizo nada por ellos. Pero las personas decentes no se alegran del mal ajeno y, sobre todo, los demócratas saben ver que esto no va de tumbar a Sánchez sino de dañar la democracia. Más de lo que está realmente.

Ha habido tiempo y posibilidades de haber afrontado los graves daños que aquejan a la democracia que nos dejaron el franquismo y sus herederos bipartidistas de los primeros gobiernos. Era difícil, pero visto lo visto, algunos ejercieron con esmero el atado y bien atado del dictador.

Siembra muchas dudas –o certezas– que el PSOE pacte con este PP y su política sucia el CGPJ. Haber dejado en manos de los populares el que ahora cesa ha traído escandalosas actuaciones de la justicia. Como la de Peinado, ahora en plena efervescencia. El colmo ha sido en la tarde este martes en el Congreso celebrar el acuerdo judicial llamando a Sánchez “depredador del Estado de Derecho”. Ha sido por boca de la Secretaria General del PP, Cuca Gamarra, quien ha añadido también que “con este pacto, el final de Sánchez está más cerca”. Es tan bochornoso que escama. Sánchez tiene tiempo aún de solucionar lo que no ha hecho hasta ahora. Mucho en determinados aspectos, pero apenas nada en sacar a la democracia de este hoyo de putrefacción.

Las hordas fascistas involucradas en la tarea de odiar a Sánchez y cuanto representa, o debería representar, parecen incapaces de ver lo que está a los ojos de todos. La liquidación de los servicios públicos, con la jugosa sanidad en cabeza. Si se pueden sacar millones de ella en comisiones con gobiernos centrales de centro-izquierda, imaginen en manos de estos desaprensivos.

No precisan mucha imaginación. Vean a Milei y sus destrozos en Argentina. Aquí, Ayuso, que le dio una medalla de oro, ya ha demostrado el valor que le da a la vida humana. Y así con todo, con todo.

Yo no he trabajado toda mi vida –por los sueldos de los periodistas habituales además, las grandes cifras se reparten mucho más entre los corruptos o los muy famosos–para que mi familia y las familias de muchas más personas se queden sin sanidad pública decente, sin la posibilidad de información rigurosa para que puedan reaccionar.

Unos políticos que, en rigor, deberían estar paseando en barca, con amigos narcotraficantes o sin ellos, o disfrutando de áticos sin fin con el fruto de comisiones de la sanidad y de fraudes, o forrados hasta las pestañas tras haber perpetrado la gran mentira sobre los cadáveres de los asesinados el 11M, así, sin hacer más daño, buscan ser los beneficiarios de gigantescas y burdas trampas. No sean idiotas, usen el cerebro, que está muy claro todo. Y exijan. No queda otra.

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