El periodista del Financial Times Simon Kuper (Kampala, Uganda, 1969) llegó a la Universidad de Oxford en 1988 sin saber que entraba en la principal cantera de líderes conservadores de su país: desde 1940, 13 de los últimos 17 primeros ministros del Reino Unido, incluido los cinco últimos, se formaron en esa universidad.
¿Por qué casi todos los primeros ministros británicos vienen de Oxford? Es lo que se preguntó Kuper, uno de los periodistas más prestigiosos sobre fútbol y autor de distintos libros sobre este deporte.
En Amigocracia (Capitán Swing), el periodista analiza por qué haber pasado por ahí garantiza a los líderes conservadores una red de contactos y una formación ideal para gobernar el país. Según el autor, el ambiente y el tipo de formación de Oxford fue el caldo de cultivo ideal para crear una generación de políticos ensimismados con el Brexit, hasta el punto de asegurar que si no hubiesen estudiado en esa universidad el Reino Unido seguiría perteneciendo a día de hoy a la Unión Europea.
Llega a Oxford en 1988. ¿Qué se encuentra ahí?
No conocía muy bien el Reino Unido, había pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero y me encontré una sociedad muy estructurada por las clases sociales. En Oxford el ambiente era de clase alta tradicional. La gente con la que interactué, sin embargo, era de clase media y había muchos estudiantes con el síndrome del impostor. Pensaban que gente como ellos no tenía lugar en una universidad tan elitista. Fue una experiencia antropológica muy interesante, me permitió descubrir el país y sus traumas de clase.
Cuenta en el libro que había tres categorías de estudiantes: los stain, la clase baja que quería medrar, los tug, que venían de escuelas privadas de rango medio y los toffs, los que se educaron en la elitista escuela de Eton. ¿Dónde estaba usted?
Yo formaba parte de la gran clase media, como tantos otros estudiantes. No éramos conscientes de que el acceso al poder político ya empezaba en Oxford. No imaginábamos que existía esa transmisión de poder y que los chicos que habían ido a escuelas como Eton ya sabían que si participaban en el Oxford Union [el club de debate de la universidad] empezaban a preparar su camino para el poder. No entendíamos el sistema.
El club de debate Oxford Union es donde se foguean estos líderes conservadores.
No entendía exactamente qué era un club de debate, no lo había conocido nunca. Asistí a algunos porque escribía en el periódico de la universidad y realmente, si lo piensas, es apasionante tener a primeros ministros y altos cargos debatiendo a cinco minutos de tu habitación.
Los debates eran monopolizados por una pequeña casta de hombres de la clase alta que después fueron los actuales políticos del partido conservador.
¿La diferencia de clases se notaba más ahí dentro?
Los estudiantes que participaban en los debates eran hombres que venían de escuelas con experiencia en este campo como Eton. El funcionamiento de estos debates es un juego reglado y nosotros no conocíamos las normas. Las mujeres tampoco, ni siquiera las que se educaron en escuelas de clase alta. Los debates eran monopolizados por una pequeña casta de hombres de la clase alta que después fueron los actuales políticos del partido conservador.
Entiendo que esta endogamia no era similar en el caso de los laboristas.
No, casi no. Los políticos de izquierdas no participaban en esa época en el Oxford Union. El partido laborista boicoteó ese club de debate durante 20 años porque creían que era un espacio privilegiado de la derecha.
En el libro argumenta que si Johnson, Gove, Hannan y Cummings no hubieran sido admitidos en Oxford con 17 años jamás se habría producido el Brexit.
Creo que sí…
¿No es exagerado? ¿Realmente si hubiesen ido a otra universidad no hubiesen defendido el Brexit?
En Gran Bretaña todo el poder está concentrado en Londres. Si llegas a la ciudad con 21-22 años y has estado en Oxford, conoces a mucha gente de la clase política, ya tienes esa red de contactos y también tienes la confianza y la credibilidad que te da haber estado en esa universidad. El 99% de los británicos no han ido ni a Oxford ni a Cambridge y hay un respeto un poco exagerado, casi reverencial. Decir que has estado en Oxford implica tener el acento, la confianza, la retórica… Es una manera de convencer a los votantes de que sabes lo que el país necesita.
¿Esto no pasa con los estudiantes de Cambridge?
Cuando iba a hacer el libro pensé que realmente Oxford y Cambridge producen la clase política del Reino Unido, pero no es verdad. No ha habido primeros ministros de Cambridge en los últimos 90 años.
¿Por qué?
Porque las redes de contactos en el mundo político son mucho más fuertes en Oxford. Hay un Cambridge Union, pero no tiene el prestigio del Oxford Union. También en Oxford puedes estudiar un grado que se llama Política, Filosofía y Economía que es la licenciatura de los primeros ministros. Cuando has hecho este grado sabes todo lo que se necesita para liderar un país y es el grado que hicieron Sunak, Cameron, Hunt… La combinación de Oxford Union y este grado, que no existe en Cambridge, hacen que la universidad tenga casi un monopolio en la formación de la clase política.
Es una formación también válida para ser periodista como lo fue Boris Johnson durante años.
Exacto, por eso Johnson fue un periodista relevante años antes de ser primer ministro. Es una formación que te permite hablar y escribir bien. Son las cosas más importantes de esa educación, el contenido es mucho menos importante.
A pesar de su populismo, se ha dicho de Johnson que es un político muy formado, un tipo que ha leído todos los clásicos. ¿Es una leyenda urbana?
Creo que fue un niño muy inteligente y a la edad de 15 años entendió que como tenía carisma y hablaba bien no tendría la necesidad de estudiar, trabajar y absorber conocimientos. Antes de una reunión con otro primer ministro, él cree que no tiene por qué leerse los papeles y va a sobrevivir gracias a su retórica. Eso lo aprendió en Eton y después en Oxford: cómo funcionar sin un gran conocimiento y aparentarlo.
Contrasta la imagen internacional que se tiene de Oxford con lo que relata en el libro: una universidad en la que se valora más el origen que los méritos académicos, más la oratoria que los conocimientos.
Ahí hay estudiantes que trabajan duro, que absorben muchos conocimientos. Las tutorías son individuales cada semana con un profesor, tienes la oportunidad de aprender mucho. Tener una hora a solas con uno de estos profesores es un lujo, una gran oportunidad que casi no existe en ninguna otra universidad. Si quieres trabajar, Oxford te da la oportunidad de aprender mucho, pero hay muchos estudiantes que no lo hacen.
¿Sigue siendo así?
Creo que ahora ha cambiado, es un poco distinto, hay más exigencia. En mi época si no querías trabajar no había ninguna obligación.
Esta endogamia de Oxford que describe en el libro la hemos vuelto a ver con el regreso de Cameron a la primera línea de la política británica.
Cameron también se aprovecha de la credibilidad, del acento, estilo y currículum que le da haber estado en Oxford. Hace que la gente no crea que es tonto. Además es un hombre y tiene redes de contactos: conoce a todo el mundo y ya los conocía a los 20 años. De hecho, a Johnson no le hizo ninguna gracia que Cameron llegara a primer ministro antes que él, porque Johnson había sido mucho más conocido, importante y carismático en Oxford que Cameron.
Cameron también se aprovecha de la credibilidad, del acento, estilo y currículum que le da haber estado en Oxford
Cuenta que esta generación de tories, a diferencia de las anteriores, no ha vivido ninguna guerra. Los describe como “una generación sin tragedia” que tomó el Brexit como proyecto generacional.
Sí, para luchar por algo. Para hacer la vida política un poco más interesante y emocionante. En el Brexit está la idea de grandeza, un aspecto que ha faltado en Inglaterra en los últimos 60 años.
¿Ha molestado a la universidad lo que explica en su libro?
He tenido cuatro invitaciones para volver a Oxford para debatir sobre el libro. Creo que el libro se leyó más allí que en ningún otro lugar. Estaba en los escaparates de las librerías, me invitaban a los debates… La mayoría de las respuestas de la gente fueron positivas, me confirmaban que los problemas descritos en el libro existen.
¿Está haciendo algo la universidad para cambiar la cultura que describe en su texto?
Sí. Me consta de que se avergüenzan muchísimo de haber producido a líderes como Johnson, Gove, Cummings… Son gente que ha hecho la promesa retórica del Brexit sin contenido, charlatanes que han destruido el futuro del país con métodos aprendidos en Oxford: la retórica del club de debate pero también de las tutorías. Johnson ha supuesto un momento de reflexión para toda la universidad.
¿Esta enseñanza de la retórica en Oxford es lo que ha producido líderes populistas?
El exceso de énfasis en la retórica tiene el riesgo de producir gente con un discurso que puede engañar. También la falta de contenido y conocimiento, la falta de trabajo… Tengo un amigo que es profesor de Historia en Oxford y dice que Boris Johnson, a día de hoy, no sería admitido. Alguien que solo habla bien pero no es trabajador a día de hoy no tiene espacio en Oxford. Espero que sea verdad.
En su periódico, el Financial Times, hubo una época en la que prácticamente no entraba nadie que no hubiese pasado por Oxford o Cambridge.
Es cierto. Cuando entré en el periódico, hace 30 años, todos los becarios veníamos de Oxford o Cambridge. Creo que era uno de los principales criterios para ser admitido. Toda la gente del staff también había ido a esas universidades. Ahora la cultura ha cambiado: ya no se cree que la universidad a la que entras con 17 años sea tan determinante para tu vida. El periódico también es mucho más internacional. La directora [Roula Kalaf] es una mujer de origen libanés que no estuvo en Oxford ni Cambridge.
En el libro habla de la sensación de impunidad de estos jóvenes elitistas en Oxford. En algunos casos, como el de las fiestas de Johnson durante la pandemia, vemos que aún la siguen sintiendo. ¿Son una generación a la que nunca se les ha dicho que no?
Totalmente. Es muy de Oxford. Describo también lo que era el Bullingdon Club [un club al que solo podía acceder la clase más pudiente, conocido por su exhibicionismo del privilegio y por una sensación de impunidad]. Downing Street en la época de Johnson fue bastante como el Bullingdon Club. El sentimiento de impunidad se ve ahora también con Cameron: ha sido un desastre como primer ministro, rompió el país y siete años después vuelve a una gran posición. Esto también es impunidad y no existe de la misma manera en la clase media o trabajadora. Si vienes de esas clases y eres un responsable político y fracasas, tu carrera ha terminado. Si vienes de Eton, no sucede lo mismo.
Saltando de la política británica al fútbol, usted ha asimilado a Johnson con el presidente del F.C. Barcelona, Joan Laporta. ¿Qué tienen en común?
Veo similitudes: ambos son carismáticos, dicen cosas que saben hacer que parezcan atractivas, los dos son retóricamente fuertes y sin mucho contenido. Johnson no tenía la capacidad de comprender la ciencia de la pandemia y Laporta no es un hombre con gran conocimiento de economía. En esta fase, creo que en el Barça es más determinante Goldman Sachs que Laporta. El presidente está perdido en los problemas económicos que tiene el Barça pero, como Johnson, sabe venderse bien hacia fuera.
¿Podríamos comparar al Barça con el Reino Unido en cuanto a esa grandeza perdida? Eso de no saber adaptarse a los nuevos tiempos…
Si, un poco. Reino Unido fue un superpoder hasta 1945. El Barça lo fue hasta 2019 con la derrota contra el Liverpool. El Barça es todavía un equipo muy bonito y con buenos jugadores, pero pasa algo similar con el Reino Unido: no es un absoluto desastre, no es un país pobre pero no tiene la importancia de antes y es posible que el Barça vaya en el mismo sentido.
¿Ve al equipo capaz de sobrevivir en esta era de fútbol global con clubes tan ricos como el PSG o el City?
Va a sobrevivir pero no al mismo nivel que antes. En el mundo político también están ahora EEUU y China, que son más importantes que el Reino Unido. Ahora hay un nivel de clubes con una capacidad económica que el Barça no tiene. Pero también tengo que decir que el Real Madrid no es muy distinto en esto.