Los catalanes son cada vez más tolerantes con la inmigración a pesar de la llegada de la ultraderecha, según un estudio

Pol Pareja

Barcelona —

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La sociedad catalana es más tolerante con la inmigración que la de hace veinte o treinta años. El aumento de los extranjeros —de unos 100.000 a principios de siglo a más de un millón en la actualidad— no ha supuesto un aumento de las posturas xenófobas, según un estudio del Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona.

Este organismo, que realiza sondeos anuales desde hace décadas, ha comparado las respuestas actuales sobre los fenómenos migratorios con las que obtuvo entre 1992 y 2007, año en que dejó de preguntar por la cuestión.

El resultado, en líneas generales, es un aumento significativo de las respuestas favorables a la inmigración: aumenta el desacuerdo en limitar la llegada de extranjeros, en la justificación de las acciones violentas contra estos o con la gravedad asociada a tener un vecino migrante o una mezquita cerca de casa. Todo ello coincidiendo con la irrupción de la ultraderecha —Vox en 2021, Aliança Catalana en 2024—en el Parlament.

Casi el 60% de los entrevistados está de acuerdo con la inmigración y un 22% en contra, un porcentaje que ha bajado respecto al 30% de rechazo de principios de siglo. En treinta años, el acuerdo con la limitación de la entrada de migrantes ha caído 20 puntos y el desacuerdo ha crecido 23 puntos. Sigue habiendo, sin embargo, un 44% que actualmente está de acuerdo con limitar la llegada de este colectivo a Catalunya. 

Prácticamente toda las personas entrevistadas no consideran grave tener un vecino migrante (96%) y la mayoría (73%) no ve grave que se edifique una mezquita cerca de su domicilio. Las respuestas positivas ante esta última hipótesis han aumentado más de 20 puntos porcentuales respecto a principios de siglo, un porcentaje similar al retroceso de las respuestas negativas.

El estudio sirve también para desmontar algunas ideas preconcebidas que se tiene sobre los segmentos más xenófobos de la población como, por ejemplo, que los hombres jóvenes son los más contrarios a la inmigración.

Los más reacios, según el informe, son hombres de más de 64 años o mujeres de más de 49, con estudios secundarios o inferiores, pertenecientes a la clase de propietarios —que incluye “agricultores con empleados o sin”, “empresario con asalariados” o “autónomo”— o trabajadores manuales, con especial incidencia entre las personas que llevan a cabo tareas del hogar no remuneradas.

Las mujeres jóvenes son las más tolerantes con la inmigración, especialmente las que tienen entre 18 y 34 años. El desacuerdo en limitar la entrada de migrantes está más extendido entre los encuestados con estudios universitarios. En general, apunta el documento, cuánto mayor nivel académico, más tolerancia se tiene con la llegada de extranjeros.

Cambio del eje del debate acerca de la migración

Entre las notas negativas respecto a la evolución de la tolerancia ante la inmigración, el estudio destaca cómo se ha modificado el eje del debate sobre la llegada de extranjeros. Si hace 20 o 30 años el principal motivo para el rechazo era económico —“nos van a quitar el trabajo”— ahora los motivos que se aducen son eminentemente culturales: “Porque no aceptan nuestras costumbres” o “porque tienen religiones distintas”.

“Es un cambio muy significativo porque modifica el eje del debate acerca de la inmigración desde una perspectiva eminentemente económica, por tanto resoluble, o como mínimo, negociable”, apunta el estudio, “a una perspectiva de raíz cultural, que propicia una dialéctica de choque, de confrontación irresoluble”.

El informe, con todo, considera que “dice mucho de las actitudes de la ciudadanía catalana” que la multiplicación por diez del número de extranjeros no haya venido acompañada de un aumento de la xenofobia sino al contrario. “Es un hecho que se debe subrayar”, concluye el documento, “sobre todo si se tienen en cuenta los discursos que se escuchan últimamente”.

La encuesta considera que, vistos los resultados, el “debate” sobre la inmigración “parece responder” más a una “voluntad de crear una opinión” desde algunos partidos que a una “auténtica demanda social” sobre el asunto.