En pleno barrio de Gràcia en Barcelona, uno de los más gentrificados de la ciudad, se levanta un refugio para los amantes del cine. En 2014, nacieron los Cinemes Texas, que tomaron el relevo de una sala de proyecciones que echó el cierre a causa de la crisis que ya empezaba a notar el sector debido al surgimiento de las plataformas y el auge de las series.
Pero el Texas estaba decidido a no repetir la suerte de su antecesor. Se caracterizó por apostar por películas en catalán y, sobre todo, por entradas a precios muy módicos. Esto, en una época en que ir al cine era un pequeño lujo, conquistó el corazón de los vecinos. Su buen hacer le supuso incluso ser nombrada la mejor sala de cine de toda España en 2016.
El Texas tenía el viento de cara, pero llegó la pandemia. En octubre del 2020, bajaron la persiana debido a los estragos de la Covid y las dificultades financieras que acarreaba su gestión, en propiedad entonces del guionista catalán Ventura Pons. Pero un grupo de vecinos, que no estaba dispuesto a quedarse sin su cine -que atraía, también, a gente de toda la ciudad- se organizó en la plataforma 'Salvem el Texas'.
Pocos días después del cierre, recopilaron más de 12.000 firmas que ayudaron a visibilizar el caso. Es en parte esa campaña la que ha conseguido que más de 2.000 personas participaran en un crowdfunding que ha recogido casi 154.000 euros. Eso, sumado a otras aportaciones privadas y a los 270.000 euros recibidos por parte de la Generalitat, el Ayuntamiento y el Ministerio de Cultura, ha permitido salvar al Texas.
Este mes de octubre, justo tres años después de bajar la persiana, ha visto la luz el renovado Espai Texas, que será gestionado por dos promotoras culturales que lo han convertido en un lugar de ocio pionero en Catalunya, con propuestas de cine, teatro y conciertos. “Ha sido un gran acierto incorporar una nueva sala de artes escénicas”, valora Anna Baró, portavoz de Salvem El Texas, satisfecha del proceso de reinvención y mejora a la que han asistido los históricos cines de su barrio.
“Hemos aportado mucho movilizándonos desde las calles y las redes sociales para evitar la desaparición de este importantísimo lugar de reunión cultural”, declara Baró. La integrante de esta plataforma de organización vecinal recalca que han puesto todo su empeño por mantener en el barrio de Gràcia estas instalaciones, ya que el cierre del Texas no significaba sólo la pena de perder un cine, sino el temor de enfrentar el negocio que vendría.
Se oían campanas de que el Texas se podría transformar en en un supermercado o unos grandes almacenes. “Temíamos que los cines cerraran porque Gràcia está experimentando una fuerte gentrificación por el crecimiento del turismo”, apunta Baró, que observa con preocupación cómo la desertificación de negocios tradicionales y locales afecta a la ciudad de Barcelona.
Este verano se ha saldado con el cierre de los Cines Yelmo Icària, que han bajado la persiana tras 27 años de proyecciones en versión original. No se ha librado tampoco el icónico recital de poesía L’Horiginal, desahuciado del bar La Rubia después de 22 años en el barrio del Raval. Y ha tenido que decir adiós el Milano Jazz Club, epicentro del jazz desde 2007 que se convertirá en restaurante italiano de franquicia.
Una reivindicación cultural compartida
“La gente tiene muchísimo cariño al Texas, porque siempre ha representado algo más que un simple cine: es un punto de encuentro y una tradición arraigada para la gente del barrio”, comparte Baró, que añade: “Para muchas personas, era la forma perfecta de pasar los domingos”.
Por eso, la plataforma 'Salvem el Texas' reunió a tanta gente, que en seguida se puso en contacto con el Ayuntamiento de Barcelona. “Dialogamos con el consistorio porque queríamos conocer los detalles del caso y las partes implicadas en la gestión de los Cines Texas”, asegura Marta Alberti, una de las residentes de Gràcia que se unió a la movilización.
Bajo el lema “Salvem la cultura, salvem els Cinemes Texas!”, esta plataforma ciudadana, surgida de varias redes de ayuda y cooperación que se formaron durante los primeros meses de confinamiento, empezó a difundir el caso en redes sociales.
En cuestión de semanas, los apoyos se multiplicaron por parte de entidades culturales y personalidades de la industria del cine como la guionista y directora ganadora de un Goya Isona Passola, quien acabaría siendo una de las promotoras del nuevo Espai Texas, que repetirá la fórmula de precios populares y cine en catalán de Ventura Pons. “Al final, se trata de preservar la cultura”, expresa Alberti, conmocionada por el poder que tuvo la movilización popular.
‘Espai Texas’: un proyecto polivalente y pionero
“Ha sido toda una epopeya llegar hasta aquí”, confiesa Passola, cuya productora, Cinema Illa Messina, es una de las que llevará a cabo la gestión del nuevo espacio. Esta se encargará del ámbito del cine, mientras que Texas Teatre, de Anna Rosa Cisquella, se encargará del teatro. El nuevo equipo del Espai Texas cuenta con una docena de profesionales procedentes de la Sala FlyHard, miembros de Dagoll Dagom, el equipo de la productora Barc y el productor de cine Joan Teixidor.
Inspirada en salas multidisciplinares de Berlín y París, Passola imaginó para el nuevo Texas “un espacio polivalente”. Y también, un bar en la entrada, para “retomar la cercanía y el encuentro después de la pandemia”, cuenta con ilusión.
El actual espacio escénico, con una capacidad para 200 espectadores, apoyará especialmente a las producciones pequeñas, “de autoría catalana y que necesiten trascender desde las salas más íntimas”, explica Cisquella, destacando que empezarán a trabajar con los éxitos que la productora FlyHard ha logrado en recintos pequeños.
La construcción de este espacio surge de la unión de dos de las antiguas salas de cine. El tamaño intermedio de la sala buscará la máxima versatilidad de las actividades que se programen, por lo que también se celebrarán conciertos, recitales de poesía o monólogos.
Cisquella remarca que Texas Teatre también dará cobijo a nuevos artistas emergentes. “En Barcelona, hay muchos profesionales esperando una sala que se adapte a sus necesidades y les permita actuar”, afirma la productora teatral, consciente de que cada año se presentan a las administraciones públicas cientos de programas para los cuales no siempre hay salas disponibles.
“La gente podrá venir al Espai Texas y disfrutar de una amplia variedad de opciones culturales a precios asequibles”, señala Cisquella. “La cultura puede que no sea rentable económicamente, pero es una iniciativa ilusionante en respuesta a las demandas de la comunidad y a la situación del catalán”, añade Passola.
La amplia respuesta de la ciudadanía respalda las palabras de Passola: la sed de cultura, encuentro y ocio de calidad -y en catalán- de buena parte de los vecinos podrá ser saciada gracias a la conservación de este espacio, que se ha salvado de un cierre que parecía inevitable.