Las verdaderas 'chavalas' y otras voces de la periferia: “El barrio está de moda, pero la pobreza es la misma”

Los chándals, los bloques, el trap de Morad en los altavoces, llamarse bro, la exaltación de la calle. Los barrios periféricos están de moda. Pero en los pisos pequeños de vecindarios como la Florida, en L’Hospitalet de Llobregat, la mayoría aplastante no vive de las rimas ni luce ropa Lacoste. Persisten los desahucios y las estrecheces. “Ser de barrio está de moda, pero la pobreza es la misma, las condiciones de vida no cambian por este boom”, sentencia Julia Portal, presidenta desde hace unos meses de la Asociación de Vecinas de la zona, en una charla para elDiario.es junto a los youtubers locales de AC Radio y las directoras de la película Chavalas, que reivindica el orgullo periférico. 

A sus 23 años, Julia tiene 20 menos que el promedio de los asistentes a las asambleas de su asociación, aunque atraer a la gente joven es uno de sus objetivos como presidenta. Y rompe con cualquiera de esos cacareados tópicos de dudoso fundamento que hablan de una generación que no se lo curra. Por las mañanas trabaja en Ikea para pagarse la habitación en un piso compartido con tres chicas más. Licenciada en Bellas Artes, por las tardes alterna sus tareas en la asociación con un posgrado en economía social y solidaria. 

El encuentro le sirve a ella para entrar en contacto por primera vez con Euris Alexander Núñez 'AC', de 37 años, y Piru, de 26. El primero es presentador del canal de Youtube sobre música urbana AC Radio, donde colabora como cámara y editor el segundo, que también trabaja de freelance en el sector audiovisual. El estudio se encuentra en un local que conserva el cartel de la ferretería anterior e incluso el de 'Se alquila'. Aún no sacan rendimiento económico del esfuerzo, aunque llevan ya tres años funcionando y cuenta con 30.000 suscriptores y varios millones de visualizaciones, miles de ellas gracias a sus entrevistas con Morad.

Un grafiti con el rostro de esta estrella del rap y profeta del barrio preside la entrada del estudio, donde se desarrolla esta entrevista coral. “Si en siete años no lo he conseguido, lo dejo”, asume Ac, mientras agradece a su mujer, Arianny Ogando, camarera de hotel y presente con su hija pequeña en el estudio, el sobreesfuerzo para que él pueda dedicarse a cuerpo y alma a esta apuesta. Para él, el boom de la música urbana sí que puede llegar a suponer –confía– un gran salto económico en su vida. “Creo que cuesta mucho empezar, pero que cuando comencemos a hacer dinero podemos hacer mucho, porque hay interés por la escena urbana”, expresa. 

Su pequeño y humilde estudio, lugar de referencia para los raperos que graban allí sus canciones o aprenden a editar vídeos, es fiel reflejo de la diversidad de un barrio donde muchos de los jóvenes racializados son nacidos aquí. Más de 4.000 de los 30.000 vecinos de la Florida son menores de 29 en un barrio que además es uno de los más densos de Europa, con 380 metros cuadrados y 80.000 habitantes por kilómetro cuadrado. La renta per cápita, en 2019, era de 8.600 euros en el distrito, según publicaba Línia Xarxa

“Antes obviábamos los orígenes; ahora nos enorgullecemos”

Mientras las voces de raperos de las periferias se multiplican en Spotify, las películas no acaba de acertar –como sí hizo en parte el cine quinqui en los 70– su mirada hacia este fenómeno en España, algo que sí sucede desde hace años en Francia o Estados Unidos, con películas como ‘Les Miserables’, ‘Moonlight’ o series como ‘The Wire’. “Los directores son demasiado pijais”, dice Marina Rodríguez Colás, guionista de la película 'Chavalas', dirigida por su hermana Carol. El cine, en efecto, necesita más medios que el rap.

Las cineastas participan en la charla después del éxito de una película en la que retratan las tensiones de una licenciada universitaria, interpretada por Vicky Luengo, que vuelve al barrio de Cornellà después de perder su trabajo como fotógrafa en un entorno artístico lleno de postureo y en el que ocultaba sus orígenes por vergüenza. 

Ellas, que rondan los 35 años, fueron las primeras de su familia en saltar de Cornellà a la universidad, en una época en la que muchas veces “se obviaban los orígenes” en los contextos universitarios, cuenta Marina y también la película, con una mirada nostálgica. Carol y Marina, que estudiaron comunicación audiovisual en la Universitat Ramon Llull y publicidad en la Universitat Autònoma, lo cuentan inspirándose en parte en su vida. “Cuando llegué a la universidad vi que mis amigos tenían padres licenciados, que los pisos de 60 metros cuadrados con gotelé daban paso a casas enormes, un mundo que creía que no existía”, recuerda Carol. 

Las bromas sobre andar con ojo con la cartera cuando aparece alguien de periferia –“esas aún siguen”, señala Marina– convivían con la sensación de que los que venían de clases más altas tenían más facilidades. “Con contactos y entrevistas de trabajo a las que nosotras no podíamos acceder”, señala Marina. “Aunque te pudieran hacer gracia las bromas, llegaba un momento que decías 'basta' porque todo se centraba en eso, te etiquetaban. Creo que las nuevas generaciones se han saltado ese paso y el contexto de la moda y los videoclips lo está explotando y les está sirviendo para, al contrario, mostrar un orgullo de barrio”, reflexiona. 

Morad, un éxito incómodo

Carol y Marina están contentas con el apoyo recibido por parte del Ayuntamiento de Cornellà, donde la película todavía aguanta en cartel (solo allí y en dos salas más de Barcelona) casi dos meses después de su estreno. No ignoran que esta promoción se debe en parte a que se trata de un contenido “más blanco”, es decir, menos problemático. Que sí que interesa al barrio. Por eso supone un contraste con la crítica de AC Radio hacia su Ayuntamiento, el de L’Hospitalet, por no interesarse por su proyecto ni por los jóvenes raperos, así como por no reivindicar la figura de Morad, que en su día dijo que La Florida es “su musa” en una entrevista justamente con AC, y que retrata en sus canciones una vida de trapicheos, lealtad a los suyos y hostilidad con la policía.

“El Ayuntamiento debería aprovechar ese tirón, porque se vende solo”, dice. El músico siempre ha criticado que la ciudad no haga bandera de su talento, o del de Beny Jr, amigo y vecino y también consolidado como uno de los principales raperos de la escena.

Julia, desde la Asociación, se suma a las críticas al consistorio por cerrar parques debido al ruido y por no contar con la voz de los jóvenes ni haber escuchado demasiado su propia voz como presidenta de la Asamblea en las últimas reuniones. “Los jóvenes no tienen espacios de ocio o no se sienten identificados por los espacios oficiales”, defiende. Y reconoce que “la convivencia” es una de sus principales preocupaciones como presidenta. 

Desde el consistorio, Lluís Esteve, coordinador del Plan Integral de Les Planes y los Bloques de La Florida, enumera una lista de proyectos sociales que llegan a centenares de jóvenes del barrio, entre ellos un campo de fútbol y un nuevo 'espai jove', así como reivindica otros talentos del barrio que han crecido con ayuda de las entidades.

“Pero todos estos proyectos no le importan a los vecinos si no pueden dormir. Por eso, si ya es difícil convencerles de que intentamos solucionar su problema con el ruido, imagina si encima salimos a defender a Morad. Hemos intentado ponernos en contacto con él, pero no hay manera”, defiende convencido de que,“con un cambio de actitud de Morad” ese reconocimiento podría llegar. 

Júlia, que también ha intentado sin éxito reunirse con Morad, lamenta que los raperos y jóvenes más rebeldes del barrio no se hayan interesado por la solidaridad vecinal y comprende a los vecinos que se quejan del ruido e intenta mediar. Ella llegó a la Asociación después de implicarse en las redes de ayuda mutua que repartieron comida durante el confinamiento. “Veías a madres que comían harina con agua, era muy duro. Y veías a algunos de esos jóvenes recoger comida, pero me hubiera gustado tenerlos al lado ayudando también”, reflexiona. 

“El capitalismo se apropia del 'look' y desactiva las luchas”

Si el rap en España tuvo en sus inicios un marcado perfil de izquierdas y antisistema, ahora se sitúa en la aversión a las instituciones desde el “do it yourself” más americano. Youtube y las redes emergen como una salida a la pobreza más factible que el activismo o la movilización. “El rap activista no vende”, resume AC. “Yo no soy de política”, dice Morad cuando le preguntan por Vox, sin querer atacarlos directamente “porque tampoco hay otro partido que me represente”. Se sitúan al margen del sistema, y aunque lanzan dardos contra el racismo y sobre todo contra la policía, no se acercan a un activismo que no entienden como próximo. Algún puente no acaba de funcionar.

La moda de ser de la calle, defiende Julia, “no hace que la mayoría de la gente viva mejor”, y de hecho, ella asegura no tener ninguna pretensión de éxito económico o de “ser alguien”. Piru, boliviano de 26 años que lleva cuatro en España, discrepa. “A nosotros que le vaya bien a raperos como Morad nos ayuda”, cuenta días después de haber dirigido un clip de Aiman Jr, otro joven rapero de origen marroquí, pero de Bilbao, que recientemente ha grabado en la Florida.

Piru llegó a Barcelona becado para estudiar en un instituto de cine pero cuando acabó se quedó sin papeles. Así sigue, cuatro años después. “Al principio es duro, luego te acostumbras y por suerte a mí no me va mal, grabo bastantes vídeos con cocineros y otros clientes y me da para tirar”, dice. El listón del 'no me va mal' en el barrio es a veces relativo, porque Piru vive en un piso de tres habitaciones con su pareja y dos parejas más. Sin hijos, eso sí, aunque “es lo más normal del mundo”, dice, que en estos barrios parejas migrantes con hijos y con trabajos compartan piso con otras familias. 

Como presidenta de la asociación, Julia ha tenido reuniones con los Mossos para intentar mediar en los problemas de convivencia de un barrio en el que intervienen constantemente por el ruido y no siempre son bien recibidos. La actitud hostil de los agentes es una queja recurrente de muchos jóvenes, incluida Julia, a la que una vez registraron el bolso. Y es uno de los elementos más comunes del rap y del drill.

“La policía tiene la idea de que el barrio tiene mucho poderío y que no pueden ir con tono bajo porque entonces es peor y se les suben. Y luego, bueno, tienen esa idea de que se vende droga, y es verdad que se vende droga, pero si vas con esa idea acabas registrando a más gente y te creas una realidad cuando seguramente no se venda tanta”, reflexiona Julia. 

Las canciones sobre estas historias viajan por las redes a todo gas, en un momento en el que incluso músicos de origen menos humilde como Rosalía o C. Tangana son los principales puntales artísticos del país, explotando también la música urbana y la estética del barrio en sus looks y videoclips. “El sistema capitalista ha conseguido desactivar nuestras luchas colectivas y que cada uno haga la suya y también se ha apropiado de la imagen de ser de barrio pobre, de los looks, del orgullo, del lenguaje. Me da rabia”, reflexiona Julia. 

“Sin la música no sé qué sería de mi vida”

Pero los músicos suelen verlo de una forma más optimista. Paco, conocido musicalmente como D.Nadie, responde por audios de Whatsapp. Es del barrio Virgen del Remedio, de Alicante, y se ha mudado hace un tiempo a Barcelona. Tiene 139.000 oyentes mensuales en Spotify y algunas de sus canciones superan los cuatro millones de escuchas. Acaba de firmar por la agencia de management barcelonesa Montebello. Como él, hay decenas de jóvenes de barrios periféricos que no son tan conocidos como Morad y no salen en los medios, pero consiguen vivir de la música porque se les escucha aún sin atención mediática.

“Si no fuera por la música, no sé qué hubiera sido de mí. Ahora por fin vivo tranquilo de esto. De más chaval, como dicen mis letras, he robado y he vendido drogas y la música me ha dado la oportunidad de tener otra vida”, cuenta. 

Criado por su madre y junto a dos hermanos en una familia marcada por turbulencias que escapaban a su control, recuerda una infancia en que pasaba “dificultades económicas cada día” de su vida. Se crió con amigos de todas las procedencias y celebra que el fenómeno de Morad “permita que se respete un poco más a marroquíes, latinos, y gente de todas procedencias, a ver si acaba de una puta vez el racismo en este país”. 

Cree que figuras como él ayudan a que otros de origen similar “se envalentonen” más. Celebra que “la moda consiga que ahora no te miren mal por ir en chándal, cuando alguien en traje puede ser mil veces peor que tú”, pero sí que alerta de que la moda de las letras violentas que cuentan delitos pueden llevar a confusiones. “No eres más calle por robar o vender drogas, lo eres por tu humildad y por tus valores”, reflexiona. Y AC rebaja, sobre las letras violentas y los ambientes pandilleros, que “muchos de los chavales que escriben sobre estas cosas nunca han matado a una cucaracha, vienen a grabar y luego viene su madre a buscarlos con el coche”. En ese juego de espejos de realidad y ficción, donde se impone la autenticidad de ser calle, reside gran parte del encanto del nuevo rap. Solo algunos podrán vivir de ello.