Xavier Ros-Oton, Premio Princesa de Girona: “Informé unas horas antes a la Casa Real de que llevaría el lazo amarillo”

Xavier Ros-Oton es conocido en las universidades de medio mundo como un matemático referente en la investigación de las ecuaciones en derivadas parciales. En España, sin embargo, este laureado investigador barcelonés de 31 años se ha hecho famoso por llevar un lazo amarillo en la solapa. Concretamente, para recibir el Premio Princesa de Girona 2019 el pasado lunes en Barcelona. Luego se lo quitó para la cena, como explicaría al día siguiente, pero eso no evitó que durante horas circulara el bulo de que la Casa Real le había borrado el lazo con Photoshop.

En conversación con eldiario.es antes de volver a Suiza –trabaja en el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Zürich desde hace dos años–, Ros-Oton explica por qué cree que las ecuaciones mueven el mundo. Si tuviese que convencer a un alumno que no ve aplicación alguna a las ecuaciones, le diría que nada de lo que usa a día de hoy se entendería sin las matemáticas.

A su pronta edad acumula premios como el Rubio de Francia (de la Sociedad Matemática Española) o una ERC Starting Grant del European Research Council para jóvenes talentos, así como numerosas publicaciones en revistas de prestigio. Todo ello trabajando desde hace años en el extranjero –antes de Zürich estuvo en la Universidad de Texas (EEUU)–, pues se muestra muy crítico con las políticas de investigación en España, según su opinión insuficientes.

¿Por qué se puso el lazo amarillo para subir al escenario a recibir el premio?

Básicamente porque quería transmitir un mensaje que creo que es compartido por una gran mayoría de la sociedad catalana y parte de la española: que en democracia las cosas se deciden votando y que no me parece justo que haya políticos catalanes en prisión condenados a casi 100 años de cárcel por organizar manifestaciones pacíficas o permitir debates en el Parlament.

Usted explicó luego que no era un acto contra el monarca y que ni siquiera asocia el lazo al independentismo.

Es que para mi va más allá de la independencia, por eso digo que el mensaje es compartido por una parte importante de la sociedad española. Dentro de Podemos hay mucha gente que comparte esa misma idea aunque no se pongan el lazo, lo mismo me pasa con muchos amigos de Madrid y de otras universidades. Es un tema político, no judicial. Y me parece normal que en democracia se pueda decir esto sin ir en contra de nadie. No es un símbolo en contra de nadie.

¿Le dijo algo de esto al rey o a alguien de la Casa Real?

Unas horas antes les informé de ello brevemente, tanto a la fundación como a Protocolo de la Casa Real, para que lo supieran. Me dijeron que no les parecía una buena idea, pero todo el mundo fue correcto.

Nadie le obligó a quitárselo ni se lo borró con Photoshop de las fotos de la velada, tal como denunció mucha gente en las redes sociales.

Es que solo me lo puse para la entrega de los premios, porque era la parte televisada.

Tras la repercusión que tuvo su gesto, ¿se ha sentido utilizado por los políticos?

No.

En algunos medios le han llegado a acusar de tributar en Suiza pese a ser español.

Esto evidentemente no tiene sentido. Si trabajo en Suiza, cotizo en Suiza. No es que pueda elegir. A partir de esto he recibido mucho apoyo de otros matemáticos de aquí y de toda España. No hay que darle más bombo, intento no hacer caso.

¿Qué le parece que se haya hablado más del lazo amarillo que de sus logros como matemático, que es la razón del premio?

Pues que no debería ser así. El lazo amarillo fue un recordatorio, me lo puse porque tenía un momento de visibilidad y porque es un sentimiento mayoritario, pero lo normal es que la noticia fuera el premio y los premiados. A algunos periódicos solo les interesa hablar de esto.

Hablemos de matemáticas. Usted estudia las ecuaciones en derivadas parciales, que se pueden usar para predecir desde las finanzas hasta la meteorología. ¿Podría explicarlo a alguien que no sepa demasiado del tema?

Las ecuaciones en derivadas parciales se usan en todas las ramas de las ciencias, empezando por la física. Cualquier teoría física tiene detrás una ecuación de estas, desde cómo se propaga el calor, las ondas, la electroestática, la mecánica cuántica... También se usa en muchas otras ciencias como la biología, la economía de las finanzas o la ingeniería. Desde en el diseño de bombillas LED a las resonancias magnéticas, de la predicción del clima al diseño de la aerodinámica de un avión, en todo eso se usan estas ecuaciones. Y en concreto son matemáticas fruto de unas investigaciones de los últimos 100 años. Es bastante reciente. Y lo que yo y mi equipo hacemos es estudiar, desde un punto de vista teórico, estas ecuaciones. Desarrollamos la teoría para que se pueda usar en las distintas ramas de la ciencia.

Un concepto que interviene en algunas de estas ecuaciones y que usted también ha investigado es el de las 'fronteras libres'. ¿Qué son?

Dentro de estas ecuaciones hay una clase en la que se desarrollan las fronteras libres. Si quieres ver como se propaga el calor, hay una ecuación en derivada parcial para el calor, pero si hay una transición de fase entre agua y hielo, por ejemplo, para ver cómo éste se derrite, ya no es la ecuación del calor. Al ser una interfase entre líquido y sólido se añade un problema más geométrico, que lo hace más complicado desde el punto de vista matemático.

En una charla defendió que las ecuaciones mueven el mundo. ¿Cómo convencería de ello a un alumno que empieza a estudiarlas en Primaria o Secundaria y no le ve aplicación práctica?

Es difícil. Le diría que aunque no lo vea, nada de lo que usa hoy en día sería posible sin unas matemáticas que a menudo son hechas en las últimas décadas o siglos. Y que para ser consciente de ello tiene que aprender más matemáticas. Es difícil porque primero hay que aprender para luego ver cómo se puede usar. Por eso cuesta verle la gracia o la utilidad a las matemáticas. Pero si yo pudiera elegir los currículos de matemáticas de Secundaria quizás pediría que intenten conectarlas más con otras asignaturas. Eso no sería tan complicado.

¿Qué es lo que le atrajo usted hacia matemáticas? ¿Por qué se dedica a ello?

Muchos factores. Pero uno importante fue participar en concursos de matemáticas como la Olimpiada Matemática Española, a los 16 o 17 años. Allí vi que van mucho más allá, que las matemáticas de verdad son más de razonar y menos de calcular. Eso es lo más bonito y lo que más me estimula. Y lo que me hizo entrar en la carrera de Matemáticas [en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC)].

La demanda profesional de matemáticos se ha disparado en los últimos años a raíz del boom del big data y de los algoritmos que hay detrás de apps y webs. ¿Que le parece este fenómeno?boombig data apps

De entrada me parece que es cierto. Muchísimos compañeros que estudiaron conmigo trabajan en sitios muy distintos, desde algunos que iniciaron su compañía como consultores de big data hasta otros que están en Google, Instagram, aseguradoras, bancos, etc. Es un boom natural, porque estamos en un momento en el que muchos procesos que se hacían a mano ahora se pueden automatizar, y la inteligencia artificial requiere muchos matemáticos y mucha matemática. Y esto irá a más. En Catalunya en pocos años la nota de corte de Matemáticas ha pasado a ser de las más altas.

Se asocia el concepto del algoritmo, que usan las grandes redes sociales y apps como Facebook o Instagram, con intereses oscuros capaces de influir en la vida de miles de personas. ¿Usted lo comparte?

La gente que conozco que trabaja en estas grandes empresas y que sabe cómo funciona me dicen que están bastante tranquilos en ese aspecto, en cómo se gestionan los datos. Y eso me tranquiliza. Pero luego tenemos ejemplos como el de Facebook en las elecciones americanas. Eso es porque es un fenómeno nuevo que no está regulado y se tiene que hacer bien. Es como todo, una herramienta con un poder inmenso que se puede usar para cosas buenas o malas.

Para su actual investigación en Zurich recibe 200.000 francos suizos del gobierno. ¿A qué los destina?

Para poder formar un grupo de investigación, para contratar a estudiantes de doctorado y postdocs, para organizar conferencias, viajar a congresos con todo mi grupo, invitar a profesores a seminarios, conferencias... Cuando estaba en EE.UU el gobierno americano me dio 100.000 dólares. Y hace poco gané un proyecto de la Unión Europea, el ERC, dotado con más de un millón de euros.

¿Serían posibles cantidades así en España?

De la Unión Europea sí, en todos los sitios, pero del gobierno español claramente no. En España esto sería imposible.

¿Por qué?

De entrada porque Suiza es un país más rico, pero no es solo la falta de dinero, es que la ciencia en España todavía necesita mucho, empezando por mayor voluntad política. Y eso pasa, de entrada, porque casi no hay científicos en el Congreso de los Diputados. Nos faltan políticas de captación de talento, más inversión pública y privada, mayor internacionalización, promover el interés de las mujeres en la ciencia... Hay muchísimas cosas a mejorar. El sistema científico español sigue estando lejos del de los países más desarrollados, aunque tengamos a mucha gente buena y a muchos centros buenos.

¿Usted se fue al extranjero a investigar por este motivo?

No solo por eso. También porque los jóvenes investigadores es bueno que vayamos fuera, a aprender en las mejores universidades posibles en nuestro campo. Que yo esté fuera no es malo. Lo que ha de intentar la universidad española es captar talento, y no hace falta que sean los españoles que se fueron, sino contratar a los mejores sean de donde sean. Si eso se logra, los investigadores españoles ya volverán.

¿Se plantea usted volver?

Estoy muy contento en Suiza, pero también tengo ganas de volver a Barcelona.