Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
DesaparecI+Da
Durante los últimos dos días, hemos asistido al primer debate sobre el estado de la nación del gobierno de Mariano Rajoy. Con la economía y el empleo en caída libre, parecía una excelente ocasión para explicar a lac iudadanía la estrategia que está siguiendo el gobierno para facilitar el tan mencionado cambio de modelo económico que ayudará a crear en España una economía basada en la innovación y el valor añadido empresarial. Este no era un tema tan grave y sensible como la corrupción, la ayuda a las cajas o los desahucios, y permitía un tratamiento en positivo, por lo que muchos albergábamos la esperanza de que recibiera la atención que merece.prefix = o ns = “urn:schemas-microsoft-com:office:office” /
Por desgracia, nuestro presidente dedicó a la I+D menos atenciónque Eva Hache en la noche de los Goya. La ácida presentadora habló de la financiación de la ciencia en España en dos ocasiones, aunque nos quedamos con la duda de si sus comentarios demostraban desconocimiento de la relevancia de esta actividad (“Los del mundo del cine os tenéis que hacer valer. Si hay dinero para los científicos tiene que haber para los cineastas”) o solidaridad con ella (“Cuando nos rescaten va a haber dinero hasta para los científicos”). En esto del humor, claro está, no hay que tener la piel demasiado fina: es probable que el balonmano o la investigación sean tansolo las víctimas colaterales de un buen gag.
Peor fue lo de nuestro presidente. En su discurso de 39 páginas, leído ante el hemiciclo en 1 hora y 31 minutos, Rajoy no encontró espacio para mencionar las palabras “ciencia”, “tecnología” o “innovación” ni una sola vez. Ni dedicó un solo minuto a explicar cómo se armoniza el objetivo de dinamizar la economía española, que hasta el Bundesbank relaciona con las políticas de apoyo a la educación y la I+D, con los brutales recortes que han sufrido estas últimas (y que ya en 2012 representaban el 41% de los fondos invertidos en I+D tan solo tres años antes). Tan solo introdujo una sucinta mención a la I+D+i empresarial en la sección sobremedidas fiscales de estímulo económico: “Para favorecer fiscalmente la innovación empresarial, se realizará una reforma del incentivo por inversiones en I+D+i, incluso si los beneficios son insuficientes para alcanzar la cuota o cuando se producen pérdidas. Se establece por primera vez en nuestro país un sistema de devolución en el crédito fiscal cuando este no haya podido compensarse. De esta forma, las empresas ganan seguridad y certeza por cuanto, en un momento u otro, se van a poder beneficiar de esta deducción.”
Dejando aparte el menosprecio o desconocimiento que nuestro gobierno muestra hacia el papel de la I+D pública (la principal y casi única responsable de la generación de conocimiento en España) y la ausencia de una estrategia integrada en la que cualquier propuesta sobre la financiación de laI+D empresarial debería haberse enmarcado, lo más preocupante es que dicha propuesta apunta al refuerzo de incentivos perversos que debilitarán aún más a ambos tipos de I+D. Los cuatro motivos más importantes son los que siguen:
En primer lugar, profundiza en la política de dedicar una cantidad creciente de fondos a ofrecer créditos a la I+D empresarial (el 59% en 2012), a sabiendas de que casi la mitad de estos créditos no llegan a utilizarse. La consecuencia es que, entre 2008 y 2012, se quedaron sin gastar 8600 millones de euros del presupuesto de I+D: una cantidad superior al presupuesto completo de I+D en 2012. En resumen, se recorta en los presupuestos no financieros (esto es, la financiación directa de la I+D) mientras se incrementen los financieros (esto es, los créditos). ¿Cuál es el objetivo de presupuestar cantidades crecientes de dinero que no se van a llegar a gastar? Probablemente tres. Primero, engañar a la opinión pública, haciéndole creer que se invierte en I+D mucho más de lo que en realidad se gasta. Segundo, generar superávits en los presupuestos del estado, con los que compensar déficits en otras partidas.Tercero, acercarse a los objetivos de la UE en términos de financiación de laI+D (el 3% del PIB, lejos del 1.39% que le dedica España) y contribución privada a ésta (el 66% del gasto total, lejos del 45% que dedica España actualmente). Es importante recordar que la UE apoya generosamente la financiación de la I+D española a través de sus fondos FEDER, pero que en este y otros programas se exige a los países receptores progresos en las áreas subvencionadas. Las cuentas ficticias de nuestra I+D cumplen, por ello, el objetivo de aparentar progresos en estos dos indicadores básicos de su financiación.
En segundo lugar, el programa de créditos mencionado está siendo muy poco efectivo como estímulo a la inversión empresarial en I+D. Para ser efectiva, la inversión pública no solo debe evitar sustituir a la inversión empresarial (el fenómeno conocido como “crowding out”, mediante el cual la empresa sustituye el dinero que iba a gastar en I+D por el que recibe de fondos públicos), sino también estimular el aumento neto de los fondos invertidos por esta última. Los problemas crónicos de la I+D empresarial española (pequeño tamaño de las empresas, falta de competencia entre empresas innovadoras, ausencia de una cultura de la innovación en todo tipo de firmas y sectores, falta de apoyo del sector financiero, insuficiente potencial de la demanda interna en tecnologías innovadoras) hacen que los créditos hayan tenido más éxito fomentando la introducción de PYMES al mundo de la I+D que consiguiendo la participación estable de éstas en clusters innovadores o el desarrollo de programas estables de investigación en las empresas de mayor tamaño.
En tercer lugar, uno de los principales problemas del programa de créditos actual es que una proporción considerable de éstos no llega a devolverse. Los datos disponibles no se hacen públicos, pero algunas estimas indican que en algunas comunidades los créditos sin devolver podrían acercarse al 40% de los concedidos. El motivo principal es el cierre de las empresas antes del período en que la devolución debe hacerse efectiva. La reforma del incentivo por inversiones en I+D+i podría agravar este problema, al permitir a empresas aun menos solventes acceder a estos créditos, y debilitará el estímulo a la obtención de beneficios que es el motor de la verdadera innovación empresarial. Aunque podría ser útil como medida transitoria para ayudar a las empresas que afrontan las restricciones actuales en el acceso al crédito y en la demanda del mercado, una medida así difícilmente resolverá los problemas de la I+D privada.
En cuarto lugar, esta medida no afecta al mayor problema de nuestra economía. Es difícil que las leyes de mecenazgo y los estímulos fiscales estimulen la inversión de las empresas, sea cual sea su tamaño, mientras el fraude fiscal y la circulación de dinero negro representen casi un cuarto de nuestra economía. Convertir a la I+D en el motor principal de la economía requiere, por tanto, medidas de fondo que incrementen la transparencia, ataquen de forma firme el fraude fiscal y eliminen la corrupción de nuestro sistema empresarial y político. Pero estos temas fueron los grandes ausentes del debate sobre el estado de la nación. Tal vez no sea, por tanto, sorprendente que la ciencia y la innovación estuvieran más presentes en el mundo del cine que en el de nuestro parlamento.
Sobre este blog
Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.