“Desde que me pusieron la primera dosis de AstraZeneca el 15 de marzo del año pasado no ha habido ni un solo día que no haya tenido dolores de cabeza, los médicos no saben decirme si debo completar la pauta de vacunación ni el riesgo que tengo en caso de contagiarme y, para colmo, he estado prácticamente un año sin poder viajar, sin poder salir a comer o a cenar porque al tener solo una vacuna no he podido acceder al pasaporte COVID”.
Así resume M. J. E., profesora de 47 años el vía crucis que viene padeciendo como consecuencia de la inoculación del suero. Lo primero que aclara es que no es contraria a la vacuna, es más, es partidaria de ponerse la segunda dosis, ahora con más motivo, ya que no sabe si por los efectos adversos que le ha generado un posible contagio le afectará más gravemente: “Los médicos piensan que por estadística no deberían ir a más los dolores, pero el problema es que ninguno lo garantiza porque realmente no saben cómo puede reaccionar, siempre dicen que la decisión es bajo mi responsabilidad y claro, tengo muchísimo miedo”.
M. J. E. asegura que ha seguido todos los tratamientos y recomendaciones, pero que nada ha contribuido a una mejora sustancial y sobre todo lamenta que no exista un registro específico de personas que como ella, tras la primera dosis de la vacuna, sufren problemas crónicos. Según explica, “si se creara este registro se podrían estudiar protocolos o tratamientos específicos al igual que se hace con las unidades post covid, en las que se estudia y trata a los pacientes que tras pasar la enfermedad, mantienen síntomas crónicos”.
Además, asegura que con este registro “también se podría dar alternativas administrativas a personas que pese a querer vacunarse, no pueden hacerlo, para que no queden fuera cuando se implantan medidas como el pasaporte COVID”.
“Es el pez que se muerde la cola. Y así, un año con dolor constante, miedo al contagio y restricciones. Por no hablar de la incomprensión por parte de la mayor parte de la gente dado que, como de nuestros casos no se habla, dudan de que estés diciendo la verdad. Nadie termina de creer realmente que te esté pasando, o que no te estén dando solución o que no se esté estudiando esta realidad o que no se contemplen estos casos para el pasaporte COVID”, lamenta.
El suyo no es un caso aislado. De hecho, a base de moverse ha contactado con otras dos profesoras con idéntica casuística, lo que les ha llevado a plantearse la creación de una plataforma de afectados y afectadas a nivel de Comunitat Valenciana similar a una que se está creando en Catalunya. De momento, ya han contactado con los servicios jurídicos de la abogada Míriam Sanchis, quien está preparando un requerimiento para la Conselleria de Sanidad y otro para la Síndic de Greuges.
“Vamos a exigir a la conselleria que se cree ese registro de pacientes con efectos adversos crónicos tras incularse la primera dosis, que se creen unidades específicas en los hospitales de referencia para tratarles y que se les dé alternativas cuando se implanten medidas para que no se queden fuera del sistema por no haberse vacunado, ya que no estamos hablando de antivacunas, sino de personas con una contraindicación médica para vacunarse”, comenta Sanchis.
“Estuve cinco días ingresada”
M. L., profesora de 50 años, es otra de las afectadas. En su caso, se vacunó con AstraZeneca el 31 de marzo en el hospital de campaña de La Fe de València: “Al día siguiente empecé a tener dolores de cabeza muy fuertes, notaba mucha presión y como no remitía, llamé al médico de cabecera que me recetó aspirinas, pero no notaba mejoría. Fui por urgencias al hospital al cabo de una semana porque el dolor ya era las 24 horas y me quedé cinco días ingresada en el 9 de Octubre; me dijeron que había unas 80 personas ingresadas con efectos secundarios de la vacuna”.
Según explica, ha pasado por varios neurólogos y ha probado todo tipo de medicamentos, pero los dolores persisten, si bien es cierto que ahora alterna momentos con algo menos de dolor con otros de fuertes pinchazos.
“Ahora estoy tomando Tryptizol y Beloken, pero no noto mucha mejoría, de hecho estoy a un paso de cogerme la baja porque se hace muy cuesta arriba hacer vida normal así”, explica.
M. V. P., profesora de 45 años, es la otra de las tres afectadas que junto a M. L. y a M. J. E. se está moviendo para constituir la plataforma de afectados: “Me vacuné el 15 de marzo con AstraZeneca, y al cabo de dos o tres días empecé a sentir hormigueos y dolor de cabeza, cuello entumecido. Me fui al hospital por urgencias varias veces donde se me realizaron diferentes pruebas y me diagnosticaron una cefalea tensional. Desde entonces y casi un año después, sigo con dolores sobre todo en el punto alto de la cabeza, donde se unen los huesos del cráneo y la nuca. He recibido diferentes tratamientos sin solución de momento y casi un año después sigo con secuelas”.