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La España de la 36

Hay un error en el título. Eso es lo que algunos de ustedes pueden estar pensando. No, no se trata de un error. No vengo a hablarles de la España del 36, o sí, porque la España de la 36 de la que vengo a hablarles se le parece bastante. No es el año, es la talla. La talla 36 tiene la culpa. El otro día un familiar me preguntó si el modelo federal sería mejor que el de una España recentralizada, si sería mejor que el autonómico. La realidad es que desde un punto de vista de la ciencia política el modelo federal no es ni mejor ni peor que el modelo unitario o centralizado, tampoco es mejor ni peor que el autonómico. Preguntarse eso es como preguntarse si un pantalón de la talla 36 es mejor o peor que uno de la 42. Al hacer el símil la pregunta se enmarca bien y la respuesta se convierte en una pura conclusión lógica: Dependerá siempre de la constitución física de la persona para la cual sea el pantalón.

Con el affaire catalán estamos asistiendo al momento más álgido de la lucha secular entre la España centrípeta y la centrífuga, es decir, entre la que se quiere replegar y la que se quiere desplegar. España tiene un cuerpo como cualquier otro: es ancha de caderas y estrecha de cintura, tiene el culo carpeta y tiene los muslos finos pero los gemelos gordos. España es como es y ya está. El problema viene cuando quieren meter a España en una talla 36, que rebosan michelines por todas partes, que no cierra el botón ni sube la cremallera. En la Transición se evidenció lo que había, no somos una modelo escuálida de pasarela, somos una hermosa y lozana moza. Con las autonomías a España se la enfundó en una talla 40 y España respiró por fin: ya subía la cremallera, el pantalón hacía bolsas en la entrepierna, sobraba tela por detrás y faltaba por los lados, las costuras se resentían al sentarse pero oye, al menos en este pantalón España cabía y podía salir a la calle.

¿Qué está pasando ahora entonces? Pues que nos están encogiendo el pantalón. Eso a veces pasa, lo hemos usado mucho, lo hemos lavado mucho, concretamente lo hemos llevado a lavar a una lavandería llamada Tribunal Constitucional, y entre lavado y lavado el pantalón ha encogido. Encogió sobretodo en el 2010, de la lavadora salió una 38 y medio y el michelín catalán sobresalió por encima quedando fuera del pantalón. España anda incómoda desde entonces.

Parecería lógico que ante esta situación los que quieren mucho a España se sentaran a hablar sobre un nuevo pantalón, uno que por fin no solo se pueda llevar sino que se pueda lucir, que quede bien, que sea cómodo. Pero los que dicen querer a España lo que en realidad aman es la talla, en realidad sueñan con una España de pasarela Cibeles, una España sin caderas, con cinturita y piernas largas, y finas. Son esos que siempre nos están diciendo que España tiene sobrepeso, los que se meten con nuestras estrías y nuestra celulitis, los que quieren que España se opere las tetas. Sueñan con una España que no existe y por eso nos ponen un pantalón que no nos cabe.

Vivimos tiempos confusos, una reducción de tallas a la carrera, hace ya tiempo que el Estado inició una tendencia recentralizadora, una tendencia de repliegue, de embotamiento. Hace ya tiempo que cualquier norma autonómica que propone algo novedoso es recurrida al Constitucional por los obsesos de la 36. Ahora estos obsesos están poniendo de moda otro número: el 155. Artículo que siguiendo con el símil de moda sería un corsé estrangulador: Intervención de la autonomía y, por tanto, voladura de los acuerdos de la Transición. No se trata sólo de Catalunya, ya llevamos 3 comunidades autónomas a las que los de la 36 han amenazado con el 155: Euskadi, Castilla La Mancha y Navarra. Ya no vamos por la 36, esto debe ser ya una 34, están encogiendo el pantalón hasta los límites de lo soportable, hasta los límites de lo democráticamente asumible.

Se escudan en la legalidad, esa que cumplen dependiendo del artículo constitucional del que se trate. La legalidad por encima de la democracia, la legalidad por encima de la voluntad del pueblo, la legalidad por encima de la España real. Pareciera que quisieran dejar fuera a los independentistas, no caben en el pantalón que ellos llevan en mente, no caben, dicen, porque son contrarios a la Constitución. Debemos entender, otra vez por conclusión lógica, que después de los independentistas vendrán los republicanos, pues obviamente tampoco caben, después quizá los laicos, quien sabe si llegarán a interpretar que los progresistas en tanto que partidarios de cambiar las leyes también quedaran fuera de la legalidad y por tanto del pantalón.

Y así es como la España de la 36 nos lleva a la España del 36, la que da miedo, la que deja fuera a la mitad o más de los españoles. Esa España no es España, no defienden España, defienden un prejuicio, es la tiranía de la talla imposible. Una talla donde no cabemos todos. Una talla que nos oprime. Es la dictadura de la 36.