Lo han vuelto a hacer. Cuando crees que no se les puede ocurrir otra manera más de sacar a pasear su rancia ideología derechil, te sorprenden. Ese mérito hay que reconocérselo. Espíritu de superación, tienen.
Pues bien, la última ocurrencia de las mentes avanzadas a su tiempo que forman el Consell ha sido publicar una ley de señas de identidad. Si de por sí la idea de redactar un texto en el que se recoja aquello que se es como colectivo ya es bastante ridícula además de discriminatoria, ambos adjetivos adquieren mayor envergadura si tenemos en cuenta todo lo que rodea la publicación de esta ley.
Ridículo es que el anteproyecto del despropósito de ley presentada como la más firme defensora de todo lo valenciano esté escrito en castellano. En los congresos del PP, cuando se habla de coherencia, están todos en los juzgados negociando su desimputación, ¿verdad? Debe ser por eso que no llevan la lección aprendida. Es ridículo hasta el absurdo que esos que piden disculpas por hablar valenciano, o que ni tan siquiera lo hablan, o que cuando lo hablan un diccionario de Tabarca entra en combustión espontánea, es ridículo que todos esos se autodenominen garantistas de lo valenciano. Y lo que es peor: a ellos les sigue una marabunta blavera que o bien abandona el idioma provinciano o bien lo machaca en iguales proporciones. Ya se sabe, Dios (¿quién si no?) los cría y ellos se juntan (preferiblemente, en la misa de 10).
Por otra parte, esta ley o atentado contra la sensatez, como prefiera llamársele, es abiertamente discriminatoria dado que el mismo partido así lo ha manifestado al afirmar que no se tiene en cuenta ningún planteamiento progresista. Pero por si no fuera bastante ya tal barbaridad, aquí llega de nuevo el espíritu de superación. Para encontrar la identidad valenciana, los populares reciben únicamente el asesoramiento de Lo Rat Penat y la Real Academia de la Cultura Valenciana, quienes no son muy conocidos por sostener posiciones renovadoras. En ese proceso, se ha descartado la intervención de otros organismos como la Acadèmia Valenciana de la Llengua (visita a la cual no vendría nada mal al Consell), el Consell Valencià de Cultura, Acció Cultural del País Valencià o las universidades. Al menos aquí sí han sido coherentes, pues el PP muy amigo de pluralismo y educación no es.
Y al final, ¿qué se ha acordado para que sea el genoma del “valencianito de bien”? Obviamente, la misma mierda de siempre: el valenciano, el que ellos ningunean y torturan; la literatura sin compromiso político, lógico porque ésta ha sido de izquierdas; gilipolleces religiosas como catedrales y ritos fantásticos; y las fiestas para el burgués valenciano. Y quién no estamos ahí, ¿qué somos? ¿La nada? ¿Almas errantes? ¿Terroristas antisistema? Bueno, supongo que hablarán de nosotros como siempre lo han hecho, como rojos carentes de moral.
Que su identidad sea la que ellos quieran que sea. Tienen derecho a creer en lo que sea y yo a encontrarlo jodidamente estúpido. Pero que no digan que todos somos iguales. Puede que este argumento les suene a sus señorías. A mí, sinceramente, no me da la puta gana que digan que soy igual que ellos.