El puerto de Burriana, en Castellón, está directamente relacionado con las labores de rescate de diferentes ONG en el Mediterráneo central. La razón, la buena acogida que han recibido en esta localidad, “tiene cultura de recepción de este tipo de embarcaciones”, así como la presencia en el muelle de un varadero que les facilita las tareas de reparación, “hacen un buen trabajo y a unos precios asequibles”, y el hecho de que el Gobierno valenciano les bonifica hasta el 50% la tasa de amarre, “si así lo solicitan”. De este modo, hasta cuatro embarcaciones de estas características en las que trabajan diferentes organizaciones humanitarias se podían ver estos días atracadas en una de sus dársenas: el Sea-Watch 4, que este fin de semana reinicia sus labores de rescate en colaboración con Médicos sin Fronteras después de cinco meses en el puerto a causa de la crisis de la COVID-19, el Open Arms, el Alan Kurdi y el Louise Michel. Y mientras tanto, “ahora mismo no hay ninguna embarcación de rescate en el Mediterráneo”, entre las que están atracadas en diferentes puertos y las que se han visto obligadas por las autoridades de Italia y Malta a cesar su actividad en un momento en que ha aumentado la presencia de personas procedentes de Libia en el mar, “desde que comenzó la crisis humanitaria provocada por el coronavirus se ha multiplicado por cuatro el número de personas en el Mediterráneo central”.
El Sea-Watch 4, el antiguo buque de investigación oceanográfica Poseidón, de 47 años y 72 metros de eslora, fue adquirido en febrero por la ONG Sea-Watch y la coalición United4Rescue, liderada por la Iglesia Protestante alemana, y contará con la asistencia de Médicos sin Fronteras, que hasta hace unos meses operaban a bordo del Ocean Vicking en colaboración con SOS Méditerranée. Médicos sin Fronteras ha ayudado a más de 50.000 personas en el Mediterráneo desde hace seis años y retoma las labores humanitarias en el mar porque consideran que la pandemia “no puede ser una razón para no responder, como está haciendo la Unión Europea”, tal y como reconocía su portavoz en la Comunitat Valenciana, Mila Font, en declaraciones a eldiario.es.
Antes de retomar su actividad, se van a hacer pruebas PCR a todo el personal de a bordo, “además de llevar a cabo un control de temperatura, y se realizará seguimiento a todas las personas rescatadas”, explicaban desde Médicos sin Fronteras. La capacidad de rescate del barco, una vez habilitados los correspondientes espacios siguiendo los protocolos marcados por las autoridades sanitarias, es de unas 120 personas.
El Open Arms, un barco de 37 metros de eslora y 46 años de antigüedad que fue adquirido por Proactiva Open Arms -organización española fundada en 2015- para llevar a cabo trabajos humanitarios en el Mediterráneo central, tiene su base en Barcelona pero utiliza el puerto de Burriana desde hace tres años de forma habitual porque es “muy adecuado” por sus condiciones: “Es un buque de gran calado, que no cabe en cualquier puerto, y bastante antiguo, por lo que requiere de continuas reparaciones, con un mantenimiento anual y reparaciones importantes”, explican desde la ONG.
El buque se encuentra en la localidad castellonense desde el pasado mes de febrero y, como pasa con el Sea-Watch 4, tiene previsto zarpar “de forma inminente” este mes de agosto, “sí o sí”. Su capacidad de rescate es de unas 300 personas, aunque han llegado a embarcar hasta a 500 refugiados: “Hemos dotado el barco con elementos adecuados, como tests COVID, ya que los protocolos son muy rigurosos”.
El Alan Kurdi, una embarcación de 39 metros de eslora y casi setenta años de antigüedad que opera la ONG Sea Eye, navega -como el Sea-Watch 4 y el Louise Michele- bajo pabellón alemán y se encuentra en el puerto castellonense desde el pasado 27 de julio, cuando retornó desde Palermo, donde se encontraba retenido por las autoridades italianas desde el 5 de mayo después de rescatar a 150 personas. Tiene previsto reanudar sus misiones “lo antes posible”.
El Alan Kurdi lleva a bordo 20 tripulantes y voluntarios y ha rescatado desde diciembre de 2018 a 688 personas: “Si recibimos una llamada de socorro actuaremos de acuerdo con la ley del mar y brindaremos asistencia lo más rápido y profesionalmente posible”, sostienen. Las ONG lamentan las condiciones de trabajo, que han empeorado en los últimos años: “Cada vez más puertos nos niegan el acceso”, resaltan desde Sea Eye, quienes recuerdan que su anterior base se encontraba en Malta, muy cerca al Mediterráneo central. “Burriana está más lejos de la zona de búsqueda y rescate, por lo que lleva más tiempo llegar hasta aquí”, lamentan, aunque agradecen la acogida que han tenido en la Comunitat Valenciana.
La última de las embarcaciones que se encuentra atracada en el puerto castellonense, donde llegó el pasado mes de junio, es el Louise Michel, una antiguo barco de recreo dedicado ahora a tareas humanitarias.