La defenestración de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, ha abierto sin duda las puertas a un nuevo gobierno del PP. Las formas concretas en que la investidura de Rajoy se pueda plasmar finalmente están para ver, aunque su camino hacia la presidencia del gobierno parece haber quedado libre.
La batalla que se ha librado y que continúa librándose dentro del PSOE, así como la perspectiva de un nuevo gobierno de Rajoy, se producen en un contexto político de derechización, como avalan los resultados de las elecciones autonómicas gallegas y vascas, los límites, estancamiento y problemas internos de Podemos, la ausencia de movilizaciones sociales importantes y la pérdida del impulso de empoderamiento popular que se produjo con el 15M y las Mareas. Esta situación de conjunto es la que ha facilitado el triunfo de la opción más conservadora en la pugna interna del partido socialista.
Históricamente el PSOE ha sido una pieza clave del régimen político del 78, garantizando la estabilidad del sistema, al tiempo que daba una salida institucional a algunas aspiraciones y reivindicaciones populares. El PSOE ha representado, para la gente trabajadora, desde las llamadas clases medias hasta las capas más humildes, la cara amable del sistema, la que se reivindicaba con más fiabilidad de ser representante suyo y la que le ofrecía algunas mejoras a sus condiciones de vida, siempre que estas no chocasen con los “intereses de estado”, es decir con la defensa de los grandes intereses de las clases dominantes del estado español, a las cuales el PSOE siempre ha querido garantizar estabilidad, al tiempo que quedaba vinculado a ellas por los “favores económicos” otorgados a su cúpula dirigente, mediante, entre otros, el mecanismo denominado de “puertas giratorias”. El PSOE siempre ha sido fiel a los grandes poderes económicos, internos, europeos e internacionales, cuando estos han marcado una línea de actuación, cómo ha sido ante la crisis económica, con los recortes impuestos por Zapatero y la modificación del artículo 134 de la Constitución para garantizar el pago de la deuda, o con la defensa de la unidad del Estado español ante cualquier intento secesionista.
El hecho de la manifiesta implicación del PSOE en una gestión de la crisis nada favorable a los sectores populares, junto con su evidente vinculación a los poderes económicos y los numerosos casos de corrupción, facilitaron el surgimiento del 15M, de las Mareas y después de Podemos como alternativa institucional al descontento de masas y ocasionaron la pérdida de un importante espacio institucional del PSOE, primero en ayuntamientos y comunidades autónomas y después, a partir del 20D del 2015, a escala estatal. Este espacio perdido es la causa fundamentalmente de la actual crisis del PSOE, a pesar de que los importantes errores de Podemos y el estancamiento de su crecimiento le han venido dando un poco de oxígeno. El PSOE, gran problema, se ha visto en la tessitura, después de las elecciones del 20D y del 26J, de tener que escoger entre dar el gobierno al PP o constituir de manera problemática un gobierno propio con el apoyo de Podemos.
En este punto se ha producido un conflicto entre los intereses del PSOE como partido y el dictado de los poderes económicos y mediáticos, que han indicado bien a las claras que querían un gobierno de “gran coalición” entre PP, Ciudadanos y PSOE o, en el peor de los casos, una abstención del PSOE que permitiera el gobierno del PP. Ante esta clara indicación, una parte del partido, encabezada por el dimitido secretario general Pedro Sánchez, ha sido consciente que seguirla podía significar el hundimiento de la alternativa partidaria del PSOE en beneficio de Podemos y de las diferentes confluencias nacionales de izquierdas, por eso ha intentado a la desesperada llegar a un acuerdo con Podemos, al tiempo que perseguía contentar al sector partidario de ceder el gobierno al PP. Este equilibrio se ha demostrado finalmente imposible, a causa fundamentalmente de la cuestión catalana. La histórica defensa del PSOE de la unidad del Estado español ha chocado de frente con la reivindicación, exigiendo referéndum, de los socios catalanes de Podemos, a la cual la cúpula de la organización podemita tampoco ha podido renunciar. Esto ha servido para que, ante esta exigencia reivindicativa, se hicieran fuertes los adversarios de Pedro Sánchez, encabezados por Susana Díaz y Felipe González, para hacer fracasar los intentos del que era secretario general.
Los costes políticos que para el PSOE significarán permitir un gobierno de la derecha, seguramente serán grandes, tanto en términos de adhesiones como de votos, cuando llegue el momento. Aunque el PSOE seguramente no entrará en ninguna “gran coalición” y se limitará a permitir que gobierne el PP con su abstención, las consecuencias de lo que mucha gente votante interpretará como una “traición” pueden suponer que finalmente tenga lugar el anunciado “sorpasso”. El PSOE puede quedar en una posición subordinada en relación a Podemos y a las confluencias. Algo similar a lo que le pasó al PASOK griego, en beneficio de Syriza, después de haber formado parte de un gobierno de “gran coalición” con el partido conservador “Nueva Democracia”, aunque posiblemente en magnitud menor. La única ventaja que tiene ahora mismo el PSOE es que el ciclo electoral quedará momentáneamente cerrado, una vez el PP constituya gobierno, situación que a veces facilita el olvido de lo que ha pasado por parte de las masas populares. Pero, en las actuales circunstancias, tal olvido parece bastante problemático, puesto que el cierre de ciclo se ha hecho finalmente a favor del PP y de sus políticas de austeridad. Si la crisis repunta y vuelven las exigencias de recortes por parte de Bruselas, el olvido puede convertirse en imposible...
En resumen, los barones, Susana Díaz y Felipe González, han preferido sacrificar el PSOE como instrumento político antes de que llevar adelante cualquier pacto “contra natura”, es decir, “contra sistema”. Si realmente el PSOE queda al fin inmolado políticamente, la estrategia que pueden seguir los grandes poderes económicos y mediáticos es la de intentar asimilar Podemos y las confluencias, convirtiéndolos en un PSOE 2.0. En Grecia, si bien en circunstancias diferentes a las del Estado español, ya se produjo la integración de Syriza, después de su derrota estratégica en las negociaciones con la Troika, cuando Tsipras acabó haciendo la misma política que la derecha que lo había precedido. Pero que exista una estrategia por parte de las clases dominantes no implica que ésta tenga que tener necesariamente éxito, de esto ya hablaremos. De momento, lo que podemos decir con seguridad es que el PSOE ha demostrado ser un verdadero prisionero del poder.